Como un grito de guerra al unísono retumban las frases célebres de escritores como Paulo Coelho y Carlos Cuauhtemoc Sánchez abanderados, entre otros muchos más, de una nueva onda de autores de los llamados libros de superación personal. En Twitter, en Facebook, Instagram, en boca de modelos y por supuesto, brillando de manera estelar en los concursos de belleza.

En los últimos años se ha desatado una moda que apunta al individualismo y que manda a apartarse de la colectividad, un afán constante por centrar el motor de la vida en cada uno de los seres humanos como una máquina poderosa capaz de todo y poseedora de una fuerza desconocida por el mismo ser. Apartados del equilibrio.

Soy de aquellos que cree firmemente en la motivación, soy testigo fiel de cómo trabaja la mente ante el empujoncito que ofrece una frase que marque el ritmo del camino y cuando falla el ánimo, cómo unas palabras del más inesperado amigo, trabajan la mente de forma positiva y nos conceden la fuerza para terminar.

Pero lejos de aquella sana motivación, centrar el mundo en torno a uno mismo, raya un poco en el egocentrismo y el narcisismo. Y como van las cosas en este mundo, dividido entre violencia, drogas, corrupción y desamor, lo que menos se necesita es un toque de egoísmo y de pensarse omnipotente. Precisamente ahora cuando se lucha contra gente que se cree dueña de otros, hombres con aquel sentido de pertinencia tan desmedido sobre las mujeres que se creen con poder de perdonarles la vida o matarlas escudados en el funesto “si no es mia, de nadie!”.

Ahora, cuando la vida no vale nada para quienes no han entendido que vivir en sociedad no es un asunto de uno, sino de muchos, en lugar de formar guerreros que salen a las calles a hacer que las cosas pasen, la realidad marca que se fomenten valores orientados a vivir en paz, al respeto al prójimo, a la tolerancia y a buscar la forma de criar en amor.

Con tanta gente ávida de triunfos y de logros, la moda de la superación personal y las charlas motivacionales se han convertido en un negocio prometedor y quienes se venden como baluartes de la entereza y la perseverancia han sido endiosados. Entre el coaching, los pastores, los diamantes, los negocios de pirámides, el maestro de la astrología, el que da los números y cualquiera que despierte un día con ganas de ser psicólogo o psiquiatra, parece que juegan con la necesidad de muchos.

Casi todos hemos estado ahí frente a esos libros. Hace años pasé páginas de “Juventud en Éxtasis” y “Chocolate caliente para el alma”, pero en lo personal ni lograron engancharme ni creo deberles el favor de algún logro en mi vida. Asistí hace poco a una conferencia con ese mismo corte motivacional para atletas y tras mas de una hora de escuchar sus opiniones, su punto de vista y sus experiencias, terminé confirmando otra vez que los consejos y la superación de cada quien es totalmente personal y relativo.

La experiencia sólo la conceden los años, las malas jugadas, la vida en toda su esencia con lo bueno y con lo malo. Nadie aprende a montar bicicleta sentado en la banca mientras mira a un experto ciclista pedaleando. La única manera de aprender a vivir es viviendo y la vida no está sólo en las páginas de Coelho y Cuauhtémoc, la vida es aquí y ahora.