El sentido de la vida es vivir, es dejar fluir nuestra existencia humana a la plenitud, dibujando y desdibujando los contornos que ella trae consigo. La vida y su sentido nos aguardan y nos recrean de manera permanente, señalándonos con su eterno trajinar que no hay, que no existe nada mejor que ella misma y lo que encierra. El sentido de la vida es pues, vivir y con ella amar.

Nada debería tener tanto valor como la vida misma, pues ella no escapa a la materialidad del concierto de realizaciones de cada sociedad. Ella, a través de la individualidad, de la personalidad de cada quien, va forjando, va impregnándose, en tanto que producto social, genera en sí mismo merced a ello, el producto material. Se da así, más que una autopoiesis, esa sincronización dialéctica entre la individualidad que es la vida misma y la configuración de totalidad que se produce por la interactuación social, que expresa en la dinámica de relación una determinada estructura social.

La Estructura Social, como sistema social, como la llamada del sistema de organización social, es el conjunto de elementos relacionados entre sí; es el entramado de relaciones, el conjunto de acciones y decisiones que los actores (individuos, grupos, comunidad, lo cultural, lo religioso, lo empresarial, lo político), expresan y generan en la organización del sistema. La jerarquía de los actores en la estructura social, en gran medida, determina el tipo de sociedad en la que habitamos. Ese “habitus”, de que nos hablara Pierre Bourdieu, como “la manera en que un individuo se comporta, lo que sabe y piensa, de acuerdo con la posición que ocupa en la sociedad o en determinado campo. Es una forma de ser que el individuo ha interiorizado a partir de sus experiencias en los campos sociales y según la cual se comporta en la sociedad”. El campo, para Bourdieu es el espacio en el que  se reproduce la vida social. Ilustra nuestra vida.

En la forma de organización social que nos hemos dado en los últimos 20 años, descansa el valor de la vida. La superestructura nuestra y con ella LA POLITICA, tiene una autonomía y una sobredeterminación que hace que los demás elementos aparezcan subordinados a ésta. Y sucede que LA POLITICA, lejos de coadyuvar al desarrollo armonioso de la sociedad, la degrada, la hace su presa sempiterna, para reproducirse como el vampiro al acecho de la noche, inmutable.

Por ello es que vemos en LA POLITICA se da la más pronta movilidad social, la más “inexplicable” transformación social de los sujetos, haciendo de la Plutocracia el salón verdadero de ella. Todo el Estado, todo lo institucional y lo que se deriva está diseñado, configurado bajo esta estela. Se produce la alianza: Política–Dinero y Corrupción como eje dominante de la relación social y del PODER.

La vida “fluye” en esa dinámica, y por eso su poca “valía”. Se reproduce como secuela en todo el andamiaje social, el valor de los cosas; dándole, en consecuencia, a la vida “un valor”, un “precio” en tanto que cosas, que objetos, que “perturba”, que “obstruye”. Se decide matar a una persona por dinero. Se decide darle “pa bajo” a todo el que tenga perfil de “delincuente”. Se decide matar delincuentes por su prontuario de delitos por encima de las leyes.

Allí donde prospera la relación Política-Negocio-Dinero y Corrupción la vida no tiene sentido, no tiene valor; sobre todo, donde sus elites no logran articular los nuevos valores de una sociedad distinta, de una sociedad que ya no existe. Los conservadores, en una especie de nostalgia incierta, anhelan los valores de la sociedad moderna, sin poder crear y vislumbrar los nuevos valores. Es ese tránsito entre la pérdida del ayer y el desconcierto de lo de hoy, que transfigura y trastoca toda la vida, toda la organización social en que gravita y se asienta la sociedad dominicana.

Lo estructural, que constituye lo básico, lo esencial, lo medular, en la conformación y ordenación de la sociedad, queda en dominicana siempre subordinado a lo coyuntural, al juego suma cero de las elites políticas. Queda supeditado a la conveniencia de los que dirigen el poder político en cada circunstancia. Verbigracia: la Ley de los Partidos políticos se encuentra en el Congreso desde el 1999 con ocho modificaciones. El financiamiento a los partidos políticos como ha quedado desfigurado, de acuerdo a los fines para lo que se hizo.

Esas acciones y decisiones que vemos arriba se delimitan y se deslizan en todo el tejido social de la estratificación social dominicana con sus ribetes, adornos y pantomimas culturales que lo decantan y lo diferencian. La delincuencia política y el delito de cuello blanco trae sus caudales y sus aguas con verdadera suciedad, con todo su estiércol. Unas veces como mimetismo, como mimodrama fiel y otra como monstruo. ¡Es la antorcha arrebatada de los que no tienen nada, de los excluidos y los de la miseria del alma!

Es la sociedad líquida que nos desfigura, nos trastorna la vida en toda su dimensión, generando los temores, la ansiedad, la angustia, el miedo, el stress, la soledad, la falta de solidaridad, la sociofobia que nos aprisiona y nos lleva a una cultura de la aprehensión, donde el sentido de lo humano por la vida, que como evolución o creación, pierde su valor supremo.

Más allá de la involucración, de la necesidad de una vida llena de alegría como espacio de creación individual, se encuentra la  estructura social y su metamorfosis, que crean esta cultura de la muerte, este clima de inseguridad, reflejados en: violencia, delincuencia, narcotráfico y el sicariato como lo más perverso y despreciable que puede anidarse en una sociedad.

Aristóteles dijo que lo que buscan los hombres y las mujeres, más que cualquier otra cosa, es la felicidad. Víctor Frankl, el célebre psicólogo austriaco nos señaló “No aspiren al éxito: cuanto más aspiren a él y más lo conviertan en su objetivo, con mayor probabilidad lo perderán. Puesto que el éxito, como la felicidad, no puede conseguirse, debe seguirse… como si fuese el efecto secundario no intencionado de la dedicación personal, en algo mayor que uno mismo”.