Tal y como anticipaba la mayoría silenciosa, más allá del circo mediático de CNN, MSNBC, The Washington Post, The New York Times y otros medios informativos liberales de los Estados Unidos, la conclusión de la pesquisa de 22 meses que realizaba el fiscal especial Robert Mueller exoneró al presidente Donald J. Trump y miembros de su equipo de campaña electoral de haber conspirado y coordinado con Rusia para influir en las elecciones generales presidenciales de 2016, como se alegó sin evidencias para convertirlo en chivo expiatorio.

La conclusión de la pesquisa, resumida en cuatro páginas de un informe inédito de 25, fue anunciada el domingo 24 por el procurador general, William Barr. La misma remeció el pantano político de Washington, D.C., con la fuerza de un sismo de magnitud 7 en la escala Richter, en particular en las filas del partido Demócrata y en la Cámara de Representantes. Pese a las dudas de la portavoz del cuerpo, Nancy Pelosi, de los esfuerzos de algunos legisladores de intentar un proceso de residenciamiento (destitución) al mandatario ante la ausencia de evidencia contundente.

Elementos radicales y conservadores entre demócratas, como el senador por Nueva York, Chuck Schumer, la misma Pelosi, Adam Schiff o la representante radical por el mismo estado, Alexandria Ocasio-Cortés, encabezaron un coro consumido hasta la saciedad por la teoría de la conspiración y cuyo objetivo esencial consistía en deslegitimar a Trump como un mandatario victorioso en una campaña que ellos y la excandidata Hillary Clinton perdieron de manera amarga y con lágrimas de sangre.

La trama política demócrata finalizó como un acto de circo mal ensayado y con la conclusión menos esperada. Asumían, daban por seguro que el Departamento de Justicia federal podría inculpar al presidente Trump por imputaciones infundadas, el rumor público, sin evidencias sólidas, más allá de toda duda razonable y sin medir las consecuencias. El informe de Robert Mueller, fruto de la exhaustiva investigación, acaba de ponerle los clavos al ataúd de la confabulación engañosa contra el mandatario legítimo electo y su entorno articulada por el Partido Demócrata.

El fiscal especial federal se empleó a fondo en la pesquisa. Su equipo estuvo integrado por 25 abogados, 40 agentes especiales del FBI, más de 2-mil-800 citaciones de individuos, 36 de ellos so pena de desacato, 500 órdenes de allanamiento ejecutadas y 500testigos entrevistados. Su objetivo era servir bien al interés público dada la magnitud del escándalo espoleado por las filas demócratas, una prensa parcializada ad nauseaum y un presidente incontenible y bajo asedio.

La conclusión, resumida por el procurador federal William Barr, subraya: “La pesquisa del Fiscal Especial no halló que la campaña de Trump o de alguien vinculado con la misma conspiró o coordinó con Rusia en los esfuerzos para influenciar en la elección presidencial de los Estados Unidos en 2016.” En otras palabras, el show, el espectáculo finalizó. Todo se reduce a un “fake news” bien manipulado, con premeditación y alevosía.

El esperado informe debe dar fin a un asunto que consumió miles de horas y debates televisados y radiales, día tras día, noche tras noche. Durante 22 largos meses fue el tema de intensa y eterna especulación en algunas de las cadenas de noticias por cable, lo que fomentó la divergencia ciudadana, debilitó la confianza en las instituciones y cubrió de desprestigio y vergüenza a medios de prensa con algo de credibilidad.

Aunque el reporte de Mueller es menos concluyente en el aspecto de la alegada obstrucción a la justicia, la carta de Barr al Congreso subraya que, basado en ese informe, “el viceprocurador general, Rod Rosenstein, y yo hemos concluido que la evidencia desarrollada durante la pesquisa del Fiscal Especial no es suficiente para establecer que el presidente cometió la ofensa de una obstrucción a la justicia.”

No obstante, el informe de Mueller no pone fin “a la confabulación rusa.” Solo significa la conclusión de la pesquisa profesional, imparcial, no partidista. El Congreso tiene su brazo investigativo y debe cumplir su rol de fiscalizador en aras de la separación de poderes. Hay aspectos en los que los demócratas deben indagar. Pero la coartada de Rusia ya no les servirá para justificar lo que anhelaban: deslegitimar un presidente y unas elecciones atribuidas a una conspiración en el extranjero.

Dicha imputación ha sido investigada de manera exhaustiva y descartada por falta de méritos. Si los Demócratas y algunos de los principales medios de prensa de Estados Unidos son capaces de sentir vergüenza, deben hacer un mea culpa por esta malsana experiencia. Y los demócratas, en un partido sin norte, ¿tendrán la sagacidad de poner atrás este capítulo y seguir adelante, haciendo grande a los Estados Unidos? Para Trump en la euforia de ser reivindicado, las palabras de Winston Churchill: “En la victoria, magnanimidad; en la paz, conciliación.”