Sépase claramente y que no quede la mínima duda sobre una realidad irrefutable: la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, la verdadera capital de nuestros sueños y derrotas, queda entre las calles Las Damas, al Este, y la Palo Hincado, al Oeste, y desde la mansedumbre de la rada del puerto, al Sur, hasta la bulliciosa muralla de Santa Bárbara, al Norte: unas 30 manzanas de vida donde mora el orgullo por todo lo bueno y una pena infinita por todo lo malo que hubo en el pasado. Lo demás son barrios aledaños que han venido agregándose con cuatro millones de advenedizos que no sienten nada de eso.