La unidad de los revolucionarios ha sido el anhelo esperado por décadas. Que difícil es concretizarlo para poder avanzar. Otros pueblos de la región han saboreado ese manjar, marchar unidos, y los frutos están a la vista de todos. ¡Qué envidia!
La República Dominicana tiene sus encantos y características, pero no somos fáciles. Lo que podría ser exitoso, maravilloso, aquí resulta un problema. Un país muy especial y débil al mismo tiempo, de fácil ser penetrados por influencias negativas. Quizás, relacionado con el escaso y limitado desarrollo político, y, por supuesto, el bombardeo permanente de la ideología, embrutecedora, de la clase dominante.
La unidad de los revolucionarios, progresistas y sectores demócratas, recorre el continente. Aquí, que copiamos casi todo, nos pasamos de contento al observar el avance de otros pueblos, en materia de unificación de fuerzas políticas; sin embargo, se mueven contrario a la manecilla del reloj. Esa corriente positiva debe tocar la sensibilidad de los criollos para entender que, desunidos y dispersos, somos presas fáciles de torear, mantenernos en la soga o en la lona.
Si queremos avanzar al poder hay que actuar unidos en todos los frentes de masas, para recuperar la credibilidad de los mismos, y que sean dirigidos por hombres y mujeres comprometidos con sus causas, no por comerciantes ni sinvergüenzas. Esta tarea es de vital importancia e ir acortando la distancia en una larga travesía que nos llevará alcanzar peldaños en forma gradual.
El hábitad por excelencia de los revolucionarios es el seno del pueblo; sus organizaciones que operan en las fábricas, campos, universidades, escuelas, sector de profesionales, barrios, etcéteras. Lugares que dan vida y salud, del cual nunca debieron disminuir el trabajo, salir o abandonarlos. Sin ellos, mueren lentamente.
Practicar la unidad en los frentes de masas, significa actuar unidos en el seno de las entidades sectoriales. Y donde no existan, aunar esfuerzos para crearlas, dando participación equitativa a las demás organizaciones hermanas. Al pueblo hay que organizarlo y ser dirigido por auténticos representantes que a la hora de la verdad no se salga con la de Villadiego.
El ambiente es propicio para intensificar, volver, al trabajo con los trabajadores, la juventud, los campesinos, los profesionales, pequeños productores y demás sectores que gravitan en la vida nacional. La influencia en la sociedad se consigue compartiendo con la población, sus penas y alegrías.
Nuestro país tiene su propia idiosincrasia que nos permite distinguirnos y lo más significativo, una formación económica, política y social con características muy peculiares. Si queremos avanzar, debemos sujetarnos a las experiencias históricas para no fallar, de nuevo. La unidad debe empezar en el fragor del trabajo y la lucha, garantías que sella un despertar que guíe las acciones de la población.
Las organizaciones comunistas, revolucionarias y progresistas, deben intensificar la unidad de acción en los diferentes frentes de masas, sobre la base de programas, sin confundir el escenario, que recojan las reivindicaciones más sentidas y la proporcionalidad en la dirección. Avancemos de lo pequeño a lo grande. Solo el trabajo en el seno del pueblo, nos dará vocación de poder.