«… ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera
Qué cosa fuera la maza sin cantera?
Un testaferro del traidor de los aplausos
Un servidor de pasado en copa nueva
Un eternizado de dioses del ocaso
Júbilo hervido con trapo y lentejuela… »
(Canción La Maza, Silvio Rodríguez).
Estamos inmersos en la etapa de la historia donde la sociedad esta tecnológicamente mayor informada y paradójicamente más desinformada. Nos informan las redes, la tv, la radio, los periódicos y revistas etc. ¿Pero esto nos da conocimiento? La realidad real, nos demuestra lo contrario. Esta avalancha de información no está produciendo conocimiento (no se interpreta, ni se razona, ni se traduce para incorporarlo a la cotidianidad).
Vivimos en una sociedad que no se inmuta de hacer el papel de papagayo, repitiendo y repitiendo como una verdad de pontífice, cualquier descabellado sofisma que arman en las redes o detrás de las redes con un fin particular, buscando una reacción en masa, recordándonos el contagio colectivo, que antes de detenerse a pensar, se detiene en los likes que tanto le fascinan. Antes que la solidaridad verdadera y la sensibilidad, están el bulto y parecer graciosos y atractivos para todos, sin importar que al abrir la boca por medio de sus escritos, quede retratada en un encefalograma su anemia mental sobre el tema más elemental que se plantee.
¿Para qué nos sirve un ciudadano que no esté bien informado? Como habitante de un territorio cualquiera está muy bien. Pero no podrá elegir bien, ni saber hacia dónde ir, ni podrá entrever los caminos de su pueblo, ni los atajos, ni ayudar a trazar las utopías que nos sirven para el camino. Un ciudadano que no esté bien informado, debe conformarse en ser sólo un número más de las estadísticas demográficas.
Es indignante, la ignorancia en las redes. Obliga al deseo de vomitar. Quienes menos conocimientos tienen más hablan y escriben. Uno siente los efectos de un virus que se replica, sin que veamos las barreras que lo detendrán. Pero, caemos en la cuenta a duros golpes que: « No es que la red social multiplique el número de descerebrados. Lo que hace es ponerlos en evidencia; mejor dicho, se ponen en evidencia ellos mismos al hacer comentarios que los incriminan. Internet, está visto, no sólo permite realizar crímenes —calumnia, difamación, incitación a la violencia,…— contra otros seres humanos sino que, en la estupidez intelectual y moral de muchos de sus usuarios, ellos mismos se han puesto el dogal al cuello con ataques a sus propias empresas, confesiones delictivas, reconocimiento de infidelidades conyugales, exhibición de vídeos conduciendo a 230 kilómetros por hora, etcétera, etcétera. Si esto no es ser imbécil, que venga Dios y lo vea. » (Enrique Álvarez Vega. Los imbéciles de Internet /y los otros. )
Lo peor de la imbecilidad de las redes, es la verdad dogmática que promueve. Dicho o aparecido en las redes, el dato o la información adquiere el traje de la verdad irrefutable e indiscutible. Y el escritor y filósofo italiano, Umberto Eco, nos desmonta la farsa cuando afirma: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles. Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior…el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad".
Como siempre he dicho, este caos tiene su orden, nada de esto que pasa es inocente. Existe un diseño, construido sobre detalles. A pesar del desarrollo tecnológico, apuntamos a tener ciudadanos manejables, robotizados, que internalicen informaciones no que las interioricen (pensar, razonar, digerir, volverla a rumiar y construir propuestas). No, esta sociedad necesita borregos, manada. Tanto así, como el retrato que nos formula Jesús Quintero "Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia se había vivido con vergüenza. Nunca como hoy la gente había presumido de no haber leído un puto libro en su jodida vida. Los analfabetos de hoy son los peores, porque la mayoría de ellos han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir pero no lo ejercen. Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos…el mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría, amigos. Todo es superficial, frívolo, elemental, primario para que ellos puedan entenderlo y digerirlo. Esos son socialmente la nueva clase dominante aunque siempre será la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura; lo que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas. "
Se impone la criticidad con todos los caminos y rutas que esta sociedad asuma, porque al final nos está llevando a todos a un derrotero impredecible, querramos o no. Y la neutralidad, que no existe, quien la asuma ya está tomando una postura.