Para nadie es una sorpresa que los aprestos reeleccionistas promovidos por algunos funcionarios del gobierno hayan arreciado en los últimos días, ante la proximidad de la definición de las candidaturas partidarias en este año preelectoral.
Aunque para unos el que se modifique o no la Constitución del 2010 es al parecer únicamente un tema de tiempo o de contabilizar los votos con que se puede contar, como Nación deberíamos hacer una reflexión para que nos diéramos cuenta de que nuestra debilidad institucional, la falta de cumplimiento con la ley y de confianza respecto de las autoridades, de las cuales se derivan un sinnúmero de consecuencias negativas que definen nuestro grado de desarrollo; están directamente relacionadas con la visión cortoplacista y acomodaticia que hemos tenido para “justificar” que nuestro orden constitucional esté a la merced de las conveniencias de turno.
En países con un elevado desarrollo institucional jamás sería tema de discusión recurrente que cada presidente de turno o su entorno se atrevan a promover la idea de modificar la Carta Magna para concederse el beneficio de una re postulación. Naturalmente en esos países, a diferencia de otros como el nuestro, existe seguridad jurídica, lo que implica una estabilidad en el ordenamiento jurídico, que es precisamente de lo que carecemos.
Basta examinar que en los últimos 20 años se han realizado 3 modificaciones a la Constitución, siendo la más reciente la de 2010, y múltiples intentos fallidos. Peor aún en la historia de nuestra República hemos realizado 38 reformas a nuestra Constitución, habiendo estado el tema de la reelección como telón de fondo de la mayoría de ellas. Por eso existe una arraigada cultura de incumplimiento con la ley en nuestra sociedad, pues históricamente nuestros líderes, salvo honrosas excepciones, han enviado el mensaje de que la ley debe adaptarse a sus conveniencias y no ellos a la ley.
Nuestra sociedad habrá avanzado el día en que los ciudadanos entendamos que decisiones tan trascendentales como modificar la Carta Sustantiva no pueden ser tomadas por intereses cortoplacistas de si me gusta o me conviene que el presidente de turno se reelija, o que debe hacerse porque los posibles candidatos son peores.
Yerran aquellos que entienden que hacen bien al pretender legislar para beneficio de un presidente de turno so pretexto de una conveniencia coyuntural, por el contrario le asestan un duro golpe a la institucionalidad democrática que repercutirá negativamente sobre todos, incluso sobre aquellos que por fervor o temor promovieron, toleraron o simplemente fueron cómplices silentes del intento reeleccionista.
Hasta ahora el mayor logro que ha tenido el Presidente ha sido marcar una diferencia de estilo, siendo su humildad, accesibilidad y puntualidad las causas principales de sus altas tasas de aprobación. Ojalá que sepa tener una visión larga, allí donde tantos solo la tienen corta, para saber aprovechar su momento, sembrar las semillas de su futuro y no resbalar en el camino, con la misma cascarita que sus antecesores, pues de hacerlo hará desaparecer de un golpe todo lo que ha hecho para intentar ser diferente y simplemente pasará a la historia como uno más que cayó en la trampa de creerse un instrumento del destino.