El sistema de partidos constituye una de las columnas vertebrales del sistema democrático en cualquier país donde se respete el estado de derecho. El quehacer político se nutre de ese juego de ideas y de acciones que garantiza el sistema, con el objetivo supremo de llevar bienestar y satisfacción a la ciudadanía.
Sin embargo, como ocurre en muchas empresas humanas, cuando el sistema de reglas y acuerdos entre partidos y dirigencias se rompe, y se establece un grupo político hegemónico sobre el resto del contorno social, la gran mayoría queda desarraigada y se genera el descontento por la insatisfacción del estado de cosas.
¿Por qué Minou Tavárez Mirabal se distancia del PLD? ¿Por qué Guillermo Moreno no acepta como válidas la impunidad y la corrupción? ¿Por qué Luis Abinader o Hipólito Mejía, optan por montar tienda aparte lejos del PRD de Miguel Vargas Maldonado?, o ¿Por qué Temístocles Montas acepta que su partido no ha hecho todo lo que debía de hacer y aún le falta mucho más?
Las razones para ello podrían ser múltiples. Lo que sí es cierto para una gran mayoría de amplios sectores pobres y de clase media en el país es que se respira un aire de insatisfacción. El estatus quo se ha saturado de promesas políticas incumplidas. El sistema sigue siendo rehén de los políticos. Trabaja a sus servicios. No sirve a la ciudadanía. Ello ha creado un presente sin futuro y un pasado permanente en la percepción pública.
El pueblo dominicano anhela un cambio, pero un cambio de verdad. Uno que le permita empoderarse de nuevo de sus derechos y opciones. Uno que le lleve a hacer realidad sus sueños, sin un jefe político que decida por él, y que lo aleje bastante del sectarismo, el continuismo, la criminalidad, el clientelismo, la improvisación, el inmediatismo y la impunidad.
Pese a los avances en ciertas áreas, el estado nacional de insatisfacción política y social plantea la necesidad de una tercera vía. Una gran coalición nacional, más allá de esquemas ideológicos, que permita a las pocas fuerzas morales avanzar en la dirección real. Una que garantice empleos, igualdad, estabilidad, salarios decentes, educación y servicios de calidad, ética y moral en el quehacer público. Una distribución justa de las riquezas para todos. Todo dentro de la democracia…