Decía el dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill que “la soledad del hombre no es más que su miedo a la vida”. Y ese miedo es mayor cuando la soledad es no deseada; la misma que suele aposarse con mayor incidencia en las personas mayores, pero también en los jóvenes, adolescentes y niños.
Mi pretensión: poner en la agenda del país “la soledad no deseada como un problema social y de salud pública que se debe abordar, estudiar y asumir”. El tema ya ha entrado a la agenda de muchos países. ¡Y deberá entrar en la agenda del gobierno nacional y los gobiernos locales!
La soledad no deseada y el sentimiento de vacío existencial que genera es un problema real que lastima a un amplio segmento de la población, que poco a poco se va convirtiendo en una epidemia y que se trata de disfrazar para convertirlo en un tema “tabú” y ajeno a las personas.
Hay sobradas evidencias científicas que avalan que la soledad no deseada es un problema social y de salud pública que se debe abordar desde una mirada multidisciplinar. Conjuntamente con una sensación de soledad, vienen otros problemas como el aumento de condiciones mentales relacionadas con la depresión, la ansiedad, las demencias y afines.
En ámbito de la salud física, afecta al funcionamiento cardiovascular, al sistema inmune, incrementa la presión sistólica, la diabetes, acentúa la obesidad y empeora la movilidad, empeorando problemas óseos como la artrosis. Y, finalmente, se asocia con un mayor riesgo de mortalidad.
Ante esta realidad debemos mirar hacia una ciudad basada en los valores de la humanidad y la solidaridad, capaz responder a las necesidades de una sociedad cada vez más envejecida y solitaria. Proyectos como el Observatorio ‘Ciudades que cuidan’, impulsado por Fundación Mémora, de Madrid, ayudan a la toma de conciencia e impulsan la acción de agentes políticos, sociosanitarios y de la sociedad civil para combatir la soledad no deseada. Hay otros proyectos.
La iniciativa incluye actividades como el Foro de Debate “Ciudades que Cuidan”, concebido como un espacio de reflexión para unir conocimientos y reflexionar sobre la necesidad de recuperar el valor ético del cuidado, así como para plantear fórmulas que permitan trasladar este conocimiento a la realidad de las ciudades.
Tal como expresa Victoria Camps, catedrática en Filosofía y miembro del Patronato de la Fundación Mémora, “con el paso de los años las personas hemos perdido la capacidad de cuidar, un valor que siempre ha estado intrínseco en el ser humano, y poco a poco se ha normalizado la idea de que los cuidados no son una responsabilidad de la comunidad. Esto ha supuesto normalizar las situaciones de soledad, envejecer en residencias en lugar de en el domicilio o profesionalizar los cuidados”.
Estos nuevos modelos de atención en el final de vida, y en otras etapas, dan respuesta a dos Objetivos de Desarrollo Sostenible como son el de Salud y Bienestar y el de Ciudades y Comunidades Sostenibles y nos piden poner la mirada en una ciudad que cuida.
La “Ciudad que Cuida” es una ciudad amigable-compasiva-cuidadora basada en los valores de la humanidad y la solidaridad. Aquella capaz de dar una respuesta eficiente a las necesidades que surgen por y sobre el envejecimiento de la población. Aquella que se centra en atender el proceso final de vida y en evitar la muerte en situación de soledad no deseada y vulnerabilidad mediante el desarrollo de proyectos de innovación social.
Una ciudad que cuida es aquella que involucra a toda su ciudadanía, principalmente, en la atención al final de la vida. No sólo a través de servicios básicos como la salud, sino también con la participación activa de toda la comunidad para conseguir que las personas mayores tengan un envejecimiento digno, activo y saludable.
Los gobiernos locales deben trabajar para construir “ciudades que cuidan”. Se requiere de un plan para alcanzar la estrategia municipal contra la soledad en todas las etapas de la vida, procurando incluir acciones definidas en colaboración con las diferentes instituciones públicas y privadas del municipio. Debe contemplar acciones previstas en su marco estratégico:
- Presencia en todas instancias municipales, sobre todo, en las que dan servicio a las franjas de edad más vulnerables, como las personas mayores, pero también los adolescentes y jóvenes.
- Reuniones con los órganos consultivos y de participación municipales y con las principales entidades para seguir estableciendo colaboraciones y alianzas para combatir la soledad.
- Subvención de proyectos que incorporen la mirada de la soledad en niños, jóvenes y personas mayores.
- Dimensión territorial. Atender a los diferentes perfiles y necesidades de cada uno de las regiones del municipio y, sobre todo, los barrios, porque son los principales espacios en que se generan los vínculos sociales.
- Reflexión y fomento del debate público sobre la soledad. A través de consultas a expertos y académicos e intelectuales del ámbito de las humanidades, la psicología y las ciencias sociales.
- Campaña de comunicación y sensibilización para ayudar a desestigmatizar y sensibilizar sobre la soledad con el objetivo de combatir el mito de que la soledad solo la sufren las personas mayores.
- Creación de una Mesa de Seguimiento y Evaluación constituida por representantes de los ámbitos político, religioso, empresarial, científico, técnico, territorial y de entidades.
Construir “una ciudad que cuida” es construir una ciudad para los ciudadanos. ¡Comencemos!