La soledad es cuando tienes miedo de hablar tu propio idioma, se siente demasiado íntimo. Cuando sus voces rompen el vidrio de tu jaula blindada. Y cuando tu silencio, y su silencio, el silencio del mundo entero es como una caricia más dulce. Es cuando estás dando vueltas, mareado, chocando en las paredes, pensando, oh, eso es bailar.
La soledad es cuando los ríos entre nosotros son profundos, demasiado profundo para respirar. O tomarnos de manos, o incluso ver. Es como este abrumador silencio que sabe a arena. Arena, cenizas y polvo, que el viento te dejó en los labios, cuando estabas caminando, en busca de un lugar para sentarte. Y sin embargo, ninguno de los que has pasado te hizo sentir como en casa. No lo suficiente. Así que seguiste caminando, lamiendo el polvo de tus labios. Besando el viento.
La soledad es cuando tus palabras chocan contra las paredes. Tal vez en silencio, tal vez un poco lloroso en voz baja. Pero no importa, ya que nadie va a escuchar. No importa, ya que las paredes no tienen oídos. Ni mentes para juzgar, ni ojos para ver a través de ti. Y sus suspiros silenciosos, agrietándose en la madrugada, es lo único que te hará eco, triste, abandonado, calmado por la vacuidad de la noche?.
Es como escribir. Uno de los trabajos más solitarios que hay. Paradójicamente no puede existir plenamente sin otras personas. Escribir es gritar a través de tu propia soledad esperando que alguien escuche?. A veces, cuando tienes suerte, tu voz triunfará en pasar. Sera escuchada, en vez de estrellarse contra la pared, y te hará eco, volviendo a ti de nuevo, más rica, más completa, coloreando tu soledad, bueno, haciéndola un poco menos sola…
La República Dominicana me ha dado tanto. Me dio el amor, la familia, mi segundo hogar. Me dio la posibilidad de darme cuenta de que hay gente allá, en el otro lado del mundo, que es diferente, piensa diferente y vive vidas diferentes. Pero lo más importante, me dio una voz. Una plataforma en la que podía compartir historias, comparar puntos de vista, escuchar y ser escuchada. Me dio una voz para susurrar, y a veces para gritar, a través de mi soledad. Y es de esperar, que al menos ligeramente, para aliviar las suyas.
Y fue un hermoso viaje, pero como todos los viajes no puede continuar para siempre. La vida tiene su manera divertida de torcer nuestros caminos, dándonos oportunidades inesperadas y motivaciones que cambian para siempre la forma en la cual vivimos, bueno, si lo permitimos. Eso lamentablemente significa que a veces hay que renunciar a algo, tal vez temporalmente, tal vez para siempre, para ser capaz de pasar a otras cosas.
Y rodeado de ellas mismas, en el nuevo capítulo de mi vida, me gustaría agradecer a todos ustedes por estar conmigo durante todo este tiempo. Dicen que la ausencia hace crecer el cariño, y espero que así sea el caso con los suyos y el mío.
Porque escribir es soledad. Y, paradójicamente, no puede existir plenamente y sin otras personas. Los lectores. Gracias por haber sido los míos.