“Dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás; es la única manera”. (Albert Einstein).
Cada ser humano tiene su personalidad, como cada sociedad genera su propia cultura, no todos somos iguales. Tenemos aptitudes y actitudes frente a un determinado tema o problema, con enfoques diferentes. De igual manera, los valores ejercen influencia marcada sobre nuestra cosmovisión de la vida, los alcances y oportunidades. La diversidad encierra esa mezcla de pluralidad, de heterogeneidad que existe en los ambientes sociales, económicos, políticos, religiosos. Es esa variedad lo que trae la riqueza espiritual y de sentido a la vida.
La diversidad asume las diferentes características que se expresa en el humano: género, edad, raza, grupo étnico, aptitudes, preferencia sexual, opiniones, competencias, capacidades intelectuales, ideología, actitudes, posición económica, etc. etc. La diversidad es reconocer las diferencias, asumirlas, internalizarlas para aprovechar el máximo potencial que hay en cada ser humano.
La gestión de la diversidad, en su evolución dinámica, en su construcción y reconstrucción permanente, como espacio de la relación social, de la convivencia e interactuación, ha de permear en su radio de acción y decisión, el acceso a esas distintas gamas infinitas de destrezas, habilidades, experiencias. A esa historia personal y colectiva, que se fragua en el quehacer de la existencia y en el marco que origina la impronta del producto social que genera una época. No es lo mismo el carácter relacional con la generación Baby Boomers (1945-1965), que la X (1965-1981) o la Y (1982-1994), llamada también, la generación Millennials. La generación Z (1995- actualidad), conocida como la Generación Nativos digitales. Cada una deriva sus perfiles, sus desafíos, sus contrastes, causante de su época y, en consecuencia, de las exigencias. El contexto lo dibuja y los atrapa. Solo pocos las trascienden y son los que hacen la historia en cada época.
La diversidad es no solo la comprensión del entorno que se refleja en las diferencias y características biográficas, individuales y sociales. Es poder interactuar, respetando la complejidad que traen las singularidades, especificidades de cada persona y de cada realidad social. Es internalizar, hasta llegar a valorar y apreciar las diferencias. La diversidad, como valor es una línea horizontal con la inclusión. Diversidad e inclusión, constituyen motores clave para el desarrollo; porque es en esencia, encontrar distintas formas de pensar para trabajar juntos y potencializar la sinergia. Porque la diversidad coadyuva con una persona, un grupo o una sociedad a lograr cierta ventaja competitiva.
Cuando propiciamos en los diferentes grupos en que interactuamos el sentido de pertenencia, el desarrollo de la empatía, el respeto, estamos ayudando a impulsar el valor de la diversidad. En la sociedad dominicana somos muy estereotipados, en nuestra relación con los demás. Eso hace que tengamos levantada la bandera del bloqueamiento mental y emocional, que conlleva la exclusión. Jerarquizamos, importantizamos las relaciones por la apariencia, por la simbología del statu y por el sector de residencia de la persona. Es tan grave la ausencia de asunción de la diversidad en nuestra sociedad, que si alguien conocido en el mundo mediático, sin categorizar su rigor intelectual, minimiza a los demás, porque estos no han sido visibilizados sistemáticamente por los medios: ¿Quién es ese, a ese no lo conoce nadie? Valoran la presencia continua de los personajes y no la calidad de los discursos.
Es por ello que en la sociedad dominicana, la no asimilación del respeto a la diversidad, traiga consigo el mal manejo en la gestión de los conflictos, en no saber negociar, en una fosilización de erigirse en las posiciones, sin tomar en cuenta los intereses fundamentales, estratégicos que envuelven las relaciones: personales, particulares, políticas, sociales, institucionales. La cultura de una sociedad es una zapata que puede galvanizar poderosamente la sociedad; construyendo puentes que viabilicen la confianza, como parte medular del Capital Social.
Atendiendo a la taxonomía de Hofstede de las dimensiones culturales:
- Individualismo o colectivismo;
- Distancia del poder;
- Rechazo a la incertidumbre;
- Cantidad de vida o masculinidad.
La sociedad dominicana a través de los agentes de socialización, formales, sobre todo, las escuelas y universidades, tendrían que trabajar de manera denodada en el componente cultural, que contribuya a fortalecer la problemática de la diversidad, ya que nos caracterizamos como: individualista, genuflexo al poder y con mucho rechazo a la incertidumbre y todo ese proceso es una fase disruptiva a la diversidad, como fuente inagotable de riqueza, donde fluyen nuevos conocimientos, nuevas visiones, nuevas actitudes y un acantilado de aguas frescas al saber que mis ideas al conectarse con otras, hacen la vida más plena. Objetivo clave de la felicidad. Prolegómeno del equilibrio, como signo para el encuentro de la sociedad, los grupos y las personas con la diversidad.
La diversidad no consiste en adentrarme en tus posiciones y asumirlas. Significa, no hacer lo que tu postula y hace, pero reconociendo tu realidad, a través de la tolerancia. La tolerancia, con mis valores, creencias, aptitudes, inteligencia, es por decirlo así, que otro tiene su propia vida, su propia existencia, más allá de la mía. Por eso, la diversidad se construye desde la infancia, evolucionando en los mecanismos institucionales. Es tener múltiples perspectivas, logrando la oportunidad, frente a un problema, que nos significa por la visión de la mirada amplia, un nuevo escenario para crecer.
En la sociedad dominicana del Siglo XXI seguimos utilizando de manera evidente la estigmatización. El estigma “provoca oprobio, distancia social o discriminación”. El estigma es una especie de devaluación social que conduce al ostracismo social y al miedo social. La estigmatización y el etiquetado desafían constantemente la diversidad, en nuestro tejido social. Por eso excluimos tanto, porque valoramos solo desde nuestra perspectiva y horizonte. La diversidad es la “conciencia y la sensibilidad hacia las necesidades y diferencias de los demás”.
Tenemos que dejar atrás ese caducar de un sistema de creencias que niega las nuevas realidades que produce la mundialización y las identidades tradicionales. Hay, si se quiere, dos “instalaciones” en esta época de transición, que nos deja como sociedad sin instalaciones reales, buscando esa mezcla de expectación de nostalgia del pasado, que no existe y el desenfreno del presente, que no encontramos. ¡El quid es la diversidad y la capacidad para relacionarnos con la diferencia, en el respeto a las necesidades de los demás, a través del desarrollo de la tolerancia!