El chiste, en sentido general, es analizado por Freud, como el placer de disparatar. El mismo, según creo, se encuentra disfrazado hasta su completa ocultación en la vida corriente. El que es víctima del chiste no logra ver el velo de Maya o poder que tras el mismo se oculta, porque en gran medida, éstas son relaciones invisibles que no todos estamos en condiciones de entender. De ahí, la burla y lo destructivo del chiste cuando transfigura risa.

De otro lado, la ironía por su carácter incisivo y crítico, ha de ser también breve. Sólo que la ironía es probable que no vaya en chiste y, por el contrario, provoque risa. La ironía está cerca del humor pero no es su equivalente. El humor hace olvidar una situación y desaparece, asegura Henri Lefebvre, en su libro, Introducción a la modernidad, (1971). El humor casi llega a cambiar el aburrimiento cotidiano, sino lo metamorfea al menos lo alivia. Es a partir de este momento que el hombre que se aburre, se divierte en su propio aburrimiento. Escindido entre la comodidad y el aburrimiento, que en sí lleva un bienestar sin problemas perentorios y despojado de todo romanticismo, el hombre encuentra cierta solución. El humor, así, tiende a resolver y a no resolver una situación conflictiva. Por su parte, la ironía, tiende a subrayarla. La ironía está en los umbrales del sarcasmo, pero suele diferenciarse del humor. La sonrisa es la insensatez, la debilidad de quien ríe; pues, la sonrisa es mansa e inocente. Si sonrío es porque miento que caigo de mí mismo y, además, porque soporto la severidad del otro en la vereda de mi ser, pletórico de lloro, de donde brota la alegría. Alegría que no es más llanto.

Llanto y lloro: alegría auténtica y única que denota sonrisa. La sonrisa es así el símbolo de la impasibilidad. Impasibilidad que es inocencia. Inocencia que no es sino humor encarnado en el discurso de la modernidad, que busca proteger al ser de la crisis y el conflicto. Humor que convierte en ambiguo todo lo que roza, porque es un juicio implícito sobre la realidad y todos sus valores. Este humor es una suerte de suspensión provisional que hace oscilar, de manera contradictoria, lo que es y lo que debe ser. Por consiguiente, este humor anima atmósferas irónicas. Difiero de Lefebvre en cuanto que el humor sirva sólo para hacer desaparecer los conflictos y la ironía para subrayarlos. El humor que yo refiero genera conflictos y situaciones contradictorias que se acentúan según los "actos fallidos" del ser envuelto en él. Este humor está muy próximo a la ironía que he llamado ironía represiva, en la que el hombre disuelve su agresividad sublimada. No obstante, esta agresividad es improductiva, ya que remite al irónico a su propia tragedia.