Atraviesa por un momento muy difícil, sus expectativas lucen muy nebulosa. Presenta un cuadro de cuidado intensivo con atenciones permanentes para garantizar su recuperación en el menor tiempo posible. Antes de caer, gravemente enfermo, lucía robusto, con muchas influencias y un relevo dirigencial, continuadores, envidiable.
Olvidaba que la pelea contra el capitalismo es terrible. Hay que tener una sólida formación política e ideológica revolucionaria para enfrentarlo; y aún así, hay que actuar con mucho cuidado, porqué puede caer rendido a sus pies. No crea que solo puede ser alcanzado con un certero disparo de un arma de fuego; hay una peor, te mantiene vivo y hace más daño todavía: la lucha ideológica.
La historia reciente, la tenemos ahí de frente, nos revela la eficacia contrarrevolucionaria de la ofensiva ideológica del capitalismo. Destacados dirigentes y militantes revolucionarios que en el ayer comían y vomitaban plomo, hoy se le sale la «babita» disfrutando de un capital que lo ha comprado como una basura maloliente para llevarlo al, vertedero de Duquesa, zafacón de la historia.
La sociedad dominicana tiene una formación económica y social de un capitalismo anómalo y dependiente, donde sus fuerzas sociales se han desarrollado en forma atípica. Destacando que la clase dominante se concentra en una burguesía oligarca que ha acumulado su capital y riqueza en sus «negocios» con el Estado. El proletariado no tiene fuerza orgánica, ni conciencia política, tampoco de clase. El caldo de cultivo es la pequeña burguesía, donde se alimenta el conservadurismo y la revolución.
Lo primero: hay que admitir la condición de clase para continuar… No somos proletarios, provenimos de la pequeña burguesía y sus distintas capas sociales. Un sector muy voluble, ambicioso y anárquico. Lo disciplina, la ideología revolucionaria, el marxismo leninismo, que le da capacidad para mantenerse firme, sin dobleces, y saber interpretar correctamente la realidad objetiva: no te aísla de la población y te mantiene unido, sólido.
El revolucionario debe mantenerse en alerta, de clase, constantemente para rechazar las ideas disfrazadas contrarrevolucionarias, oportunistas, dogmáticas, superficiales y unilaterales. Abrazar conscientemente las ideas revolucionarias significa transformar el pensamiento, el accionar y la forma de ver el mundo. Escudriñar y descomponer los fenómenos para encontrar la verdad y actuar en consecuencia: dejar el fanatismo izquierdista y no pisar la arena movediza de un derechismo dormilón.
La ofensiva, entre otras cosas, del capitalismo, muy bien diseñada, ha desarticulado al movimiento revolucionario. Se ha tragado, sin eructar, con to’ y ropas a organizaciones, dirigentes y militantes. Desnudándolo ante el pueblo en forma vergonzosa y humillante; aunque ha hecho mucho daño, ha servido para depurar y quitar la careta a farsantes y renegados.
Cuando digo desarticulado quiero decir desorganizado, disperso, de espalda a los avances tecnológicos, sin vocación de poder y sin poder de convocatoria. Él mismo existe, vivito y coleando, con todas las debilidades del mundo. Su papel se engrandece ante el descalabro moral y ético del conservadurismo. Lo limita la falta de unidad, organización, proyecto de nación, liderazgo, etc. Necesita volver a trabajar con las fuerzas fundamentales de la revolución y sobre todo separar del accionar, el culto a la espontaneidad.
Por último, para desempeñar en forma fructífera y enfrentar al capitalismo, la función del revolucionario hay que revisarla minuciosamente para corregir los errores que le impiden conectarse con la población. Sacudirse de una embestida despiadada, por la falta de visión, que la mantiene aislada y dividida. El imperialismo no juega, tiene los juegos muy pesados.