La resurrección es el acontecimiento por excelencia para todos los cristianos. Realmente, más allá de un hecho grandioso e inconmensurable, es una experiencia vital, integral e integradora. Las personas, los pueblos que creen y viven el Proyecto de Jesús, están de fiesta; su alegría se esparce por todo el mundo, por todo espacio. Pero la manifestación de este gozo se expresa de forma peculiar en esta época. El confinamiento, las medidas para prevenir contagios, las disposiciones sobre recreación y festividades han determinado una forma de celebrar más sobria y cuidadosa. Además, las muertes continuas por el impacto de la COVID-19 también mueven a la reflexión y a fortalecer el llamado general “quédate en casa”. Ante nuevas olas de la pandemia en países de América Latina, Europa, África y Asia, resulta difícil festejar la resurrección del Señor. La dificultad no ha de reprimir; por el contrario, ha de estimular la búsqueda de alternativas novedosas para agradecer y vivir intensamente la savia de la resurrección.

¿Qué aprendizajes han adquirido los cristianos al celebrar la resurrección de Jesús en período de pandemia? ¿Cuáles son los sentimientos que han podido afirmar en este tiempo de resurrección en contexto de pandemia? Los creyentes, a partir de las enseñanzas de Jesús, el crucificado y también resucitado, han aprendido múltiples saberes; han vivido experiencias distintas y se han apropiado de lecciones desafiantes. Estos saberes y lecciones tienen una fuerza singular, por generarse en una etapa mundial sumamente compleja. La pandemia comprime en unas zonas, libera en otras. Por ello los aprendizajes también son complejos y marcados por los problemas del momento. Estos nuevos saberes adquiridos requieren compromiso personal, social e institucional.

Desde nuestro punto de vista, son cinco los saberes que aporta la Resurrección en este período de pandemia:

  1. El saber de una espiritualidad humanizada y humanizadora. Es un imperativo buscar y descubrir los valores de la Resurrección en los entornos en los que vivimos, actuamos y nos relacionamos. No podemos vivir al margen de la situación de la mayoría vulnerable, del mundo, de nuestro país. La relación con el resucitado ha de provocar no solo deseo, sino compromiso con un cambio estructural en el sistema socioeconómico, político y religioso, para que todos sean incluidos y dignificados.
  1. El saber del cuidado corresponsable. La Resurrección es una invitación a cuidar y a potenciar nuestros valores, talentos y experiencias para alcanzar un desarrollo integral capaz de apoyar a otros. La Resurrección es una propuesta a salir de los límites fronterizos que construimos a nuestro alrededor; es una interpelación a los nichos que edificamos para acentuar posturas narcisistas que aíslan. Estos nichos se convierten en zonas prohibidas para los más vulnerables y necesitados de nuestros contextos.
  1. El saber que implica ruptura con normativas y estructuras que fraguan e institucionalizan la injusticia y el rechazo institucionalizado de los derechos de las personas. Este saber está muy claro en la actuación del Resucitado. No pactó con la impunidad y corrupción de su tiempo. Mucho menos aceptó la instrumentalización de las personas. Este es un saber prioritario en el mundo y, de forma particular, en la República Dominicana.
  1. El saber que está vinculado a la construcción de una nueva visión de la vida, de la sociedad, del mundo. La resurrección en período de pandemia invita a un cambio de mentalidad y de postura. Ha llegado la hora de construir de forma compartida horizontes esperanzadores, utopías alcanzables y vivibles en el hoy. Es el momento de dejarnos inspirar por la Resurrección para empezar haciendo entornos más humanos, vitales y veraces.
  1. Finalmente, el saber del reaprendizaje cotidiano. Este nos coloca en condiciones de romper con la indiferencia y darle importancia a lo que acontece en nuestro entorno. Es un saber para potenciar la observación reflexiva y la madurez personal y colectiva. La Resurrección energiza a los cristianos. Les aporta un impulso fuerte para vivir la cotidianidad con ilusión y fuerzas renovadas. La COVID-19 no tiene la última palabra. Esta enfermedad también nos ofrece oportunidades diversas para aprender de las ciencias, de los enfermos y de los que están saludables. Este saber nos induce a un aprendizaje en solidaridad y desde la solidaridad.

¡Alborozo, Jesús resucitó!