La sociedad del conocimiento ha concitado la atención de distintos sectores y personas. Esta modalidad de sociedad, también, ha revolucionado el mundo de las ciencias y de las artes porque ha permitido avances significativos en la investigación experimental, la investigación cualitativa y en la creación artística. Este tipo de sociedad tiene en su base el impulso de las tecnologías de la información y comunicación, las cuales participan, también, de una atracción global y creciente. En la República Dominicana las TIC constituyen un foco de interés para múltiples actores y sectores sociales, especialmente para las autoridades que dirigen el país. En este contexto se puede afirmar que República Digital es uno de sus programas estrella. La finalidad del programa es amplia y diversificada. Una de sus intenciones es disminuir la brecha digital y, por tanto, garantizar un mayor acceso a las TIC. Sus propósitos son loables y pertinentes.

Estamos frente a una situación paradójica; pues, mientras se realizan cuantiosas inversiones en República Digital, en la República Dominicana se vive la muerte de niños por tosferina, una enfermedad prevenible que se expande. No nos opondremos al avance de las tecnologías de la información y de la comunicación en el país; pero nos preguntamos con insistencia: ¿Cómo es posible que la atención a la salud de los niños del país refleje tanto atraso en la gestión de políticas públicas que han de garantizar la salud? ¿Cómo es posible que las familias tengan que contemplar la muerte de sus hijos por la carencia de prevención de un Ministerio que ha de priorizar la vida sana de las personas? ¿Por qué se mueren niños de tosferina en el país de la República Digital? Esta es una situación contradictoria e insostenible en el Siglo XXI. La realidad que confrontamos con respecto a la tosferina indica que la ciudadanía y las familias han de velar para que el Ministerio de Salud Pública responda con eficiencia a las funciones que les competen. Además, ambas instancias han de arbitrar los medios necesarios para que el Estado dominicano opte por la vida de las personas y clarifique sus prioridades. El tránsito de la República Digital a la muerte de niños por tosferina es difícil de entender; y, sobre todo, difícil de aceptar. En una sociedad organizada y madura se invierte con una racionalidad que pone como prioridad la salud y la integridad de sus ciudadanos. Sus esfuerzos se encauzan hacia lo fundamental; y, a partir de ahí, se asumen otros programas y proyectos que beneficien a los ciudadanos. En el país exhibimos la convivencia absurda de la modernización y del atraso. En nuestro territorio cohabita, también, el afán de aparecer mientras enfermedades prevenibles niegan la oportunidad de ser.

La voz de los niños afectados por la tosferina se apaga. Unamos nuestras voces y esfuerzos para que la salud y la educación de los ciudadanos constituyan aspectos sustanciales en las políticas públicas del país.