Veo sus negocios y tesoros a nombre de testaferros; el exultante boato de anillos enjoyados; el desprecio a la humildad del origen; la soberana soberbia; la relación concupiscente con los poderes terrenales. Recorro las calles cargadas de templos para la machacona alienación de la conciencia; observo sus prédicas de hipocresía mal disimulada, sus simpatías políticas convenencieras, su sumatoria al infinito listado de prebendas…Y convengo en que en este país la religión es el mejor de los negocios: cero inversión con rentabilidad máxima exonerada. (Si vuelvo a nacer seré cura o pastor evangélico).