“Me gusta el Cristo de ustedes. Lo que no me gustan son los cristianos: no se parecen en nada al Cristo de ustedes” (Gandhi)                                                     

Vivir, a millares de personas les parece un castigo divino, por el componente de extrema pobreza y el desamparo en que sobreviven. Y el padecer se torna peor, gracias a la indiferencia que perciben, como otra bofetada de la vida de los que de algún modo profesamos alguna creencia religiosa. Sera que la religión es calmante y no cura?

Nuestro estilo de vivir y comportarnos con el otro, cada día nos acerca más a un parecido de ateos prácticos  que de cristianos. Está demostrado que, en vez de ser levadura en la masa, somos un pedazo más de pan. No estamos produciendo cambios significativos en los medios donde actuamos. Somos alienación en vez de liberación. Estamos al servicio del sistema imperante y reproducimos a cabalidad esos valores nefastos en nuestras relaciones sociales, incluyendo la indiferencia y la prudencia, debido a estos no nos metemos en nada. No nos parecemos a Jesús liberador, que se metió en problemas por los otros. Al contrario, nuestro evangelio, “el nuestro”, nos dicta, estar tranquilo y dejarlo todo a la voluntad de Dios, y no mover un dedo. Queremos vivir en paz, donde nada ni nadie nos perturbe. ¡Vil mentira!, engañosa propuesta. A Dios hay que ayudarle en la tarea con los hombres, metiéndose en problemas, como Jesús. Tomando una opción, no corriendo.

Se parecen a Jesús los que están dispuesto a dar la vida por él en la cruz. No lo que le sacan la cruz al evangelio para ser funcionarios de la religión y el privilegio, y vivir volando por las nubes, como pilotos o astronautas en acrobacias y vuelos luminosos, para tener sus conciencias tranquilas.

Cabe señalar un ejemplo interesante, que vimos años atrás, donde el famoso Pat Robertson, evangelista del también famoso Club 700, transmitido por la cadena Christian Broadcasting, para una audiencia calculada en más de 80 millones de personas. Conocido, por su prédica televisiva, además por su inmensa fortuna que alcanzaba los 1,000 millones de dólares, por sus posiciones ultra-reaccionarias en todos los aspectos que conforman el debate social en los Estados Unidos. Dió a conocer públicamente la posición de un sector de la iglesia evangélica en Estados Unidos. En donde recomendaba matar al presidente Chávez de Venezuela.  Desde entonces, por más exámen que hemos hecho sobre el asunto, no sabemos con exactitud en cuál Dios cree este señor. Es posible que sea el mismo Dios de Bush y Blair, que es como el dios Moloc, que se nutre de las víctimas inmoladas en holocaustos. Tengo la impresión, que ese dios se nutre también de petróleo, mentiras, negocios sucios, inmolación de inocentes, de guerra, de miedo, de manipulación religiosa, recursos naturales, de crímenes de estado e invasiones.

Es sorprendente además la pasión religiosa del presidente de los Estados Unidos, George Bush, que en nombre de Dios, y después de leer la Biblia cada día, daba la orden de bombardear y matar inocentes en Irak, porque había recibido la orden de Dios para eso. Qué doloroso! mientras el huracán Katrina destruía sin piedad en New Orleans, el presidente Bush, ordenaba la evacuación sin brindar ningún medio o alternativa para los más pobres, que no tenían transporte, y desde sus vacaciones, le pedía orar, porque él lo estaba haciendo. Se puede concluir que el Dios de Bush o es ateo o es un sinvergüenza, o a lo mejor estaba ocupado como él, en asuntos más importante como Irak y su petróleo. Los resultados de Katrina, nos dijeron como la canción del grupo Guaraguao que “no basta sólo rezar”, hay que actuar y actuar a tiempo, porque Jesús es verbo no sustantivo. Jesús es acción, no un nombre adornado con cinco letras.

Nosotros,  en la religión cibernética de las redes sociales, buscando nuestra propia salvación hemos construido a un dios a nuestra imagen y semejanza, de modo que podamos manipularlo, guiarlo hacia donde nos interesa. Y ese Dios, no se parece en nada al Dios de Jesús. Aquel Dios es un Dios comprometido con la liberación de su pueblo, que acompañaba el destino de sus hijos: “He escuchado el clamor de mi pueblo y yo bajaré a liberarlo”, lo dijo en el Éxodo. Esto se puede traducir diciendo que el Dios de Jesús, no es calmante ni aspirina, no es droga, tampoco es entretenimiento, es un Dios comprometido hasta los tuétanos con su gente.

Nada es más claro en reconocer que donde haya pobreza, corrupción de cualquier índole, crímenes contra el medio ambiente que sustenta la vida, desilusión y desesperación, dudas de la gente en la trascendencia por las deficiencias de su medio que le da sentido a la existencia en la tierra,  opresión, explotación, pobreza extrema descarada, fallos en la salud integral de la comunidad, está siendo cuestionada la veracidad de cada una de las oraciones que dirigimos al cielo, igual nuestros cultos, celebraciones y misas y también nuestra manera de vivir, convivir y actuar. Se nos está diciendo que lo que profesamos y vivimos es una farsa, una mentira, pues estamos viviendo de espalda a la tierra. Y para llegar al cielo se pasa a través de los hermanos, los hombres. No se llega al cielo viviendo de espalda a la tierra, es todo lo contrario. “Porque ningún hijo de Dios puede ser esclavo de nada y de nadie” (Martin Luther King).

Es hora de pensar nuestra religión. Hora de examinar nuestras creencias y nuestras quietudes del alma. Hora de reconvertir nuestras creencias, así con la ayuda de Dios podamos desterrar tantas mentiras, tanto dolor,  tantas irresponsabilidades, y tantas deficiencias que padecen nuestras comunidades. Ser fiel a los hombres es ser fiel a Jesús, que no vivió de las apariencias, como los fariseos. Y tenemos demasiados fariseos en todas las religiones, comenzando por sus dirigentes. Si la gente no cree, no es culpa de la gente, es que la gente está harta de simulaciones y caretas, es suficiente con las del carnaval y las de muchos de los políticos nuestros.