A lo largo de las cinco últimas décadas, del 1970 al 2017, aparecen en la literatura dominicana algunas novelas que se comprometen en una peculiar reescritura del pasado. Las novelas que conforman este corpus, entre otras,

son Las devastaciones (1979), de Carlos Esteban Deive, Sólo cenizas hallarás (1980), de Pedro Vergés, El Reino de Mandinga, (1985), de Ricardo Rivera Aybar, Una vez un hombre, (2000), de José Enrique García, y El Personero, (2000), de Efraím Castillo. El interés que presenta este corpus tiene que ver, más que con la mera relación intertextual, con el espacio que abre para la investigación de una nueva relación con el pasado que, según algunos críticos de las más diversas tradiciones culturales, caracterizaría a la cultura contemporánea.

Agotadas las vanguardias y abandonadas las estrategias experimentales, una gran parte de la literatura y el arte en general parecerían presentar hoy

una relación más distendida con el pasado y la tradición, que habría dejado de ser la gran enemiga del desarrollo cultural contemporáneo.

Resulta interesante notar que todos los temas que estas novelas reescriben coinciden en ser temas referenciales, y no meramente ficcionales "literarios". En la medida en que esos otros relatos antiguos que las novelas retoman son discursos que constituyeron eventos históricos, el procedimiento de la reescritura mantiene sin dudas una fuerte relación con la historia. Es, sin duda, necesario notar esta característica referencial de los textos para evitar el riesgo de pensar en la reescritura como una mera apropiación de tradiciones literarias.

Pero esos textos reescritos, no son sólo referenciales, sino también, en un sentido muy amplio, "fundacionales", ya sean crónicas de la conquista o "discursos nacionales" de la formación de nuestro "Ser". Se trata de la construcción y definición cultural de un modo específico de escribir, para la cual la descripción y la construcción de identidades conforman una economía fundamental.

Las novelas del corpus revisan esa economía narrativa mediante el trabajo con todo tipo de sistemas clasificatorios que se distribuyen en la estructura textual. A través de ellos, la historia a la que estas novelas vuelven, parecería funcionar como el espacio de constitución de identidades nacionales y culturales. Parece ser precisamente ese espacio -y dentro de él, esas estrategias de construcción o búsquedas de identidades-lo que resulta desplazado y, a menudo, críticamente tergiversado, en estas novelas.

El otro rasgo llamativo -o la otra variable del corpus en estas novelas, es el retorno a modos narrativos más o menos cercanos a un cierto tipo de "realismo" sumamente crítico, pero también evidente, sobre todo si se compara con otras novelas de los mismos autores. En ese sentido,

el retorno al pasado que caracteriza a las novelas de la reescritura no tiene solamente que ver con un retorno a textos antiguos-o a las historias que inscribieron esos "predecesores"-, sino que es también un retorno a ciertos géneros y modos de narración con los cuales se regresa a la garantía del hilo narrativo. Ese retorno al "relato de situación" (Sólo cenizas hallarás) , (Una vez un hombre), (El Personero), entre otras, con un sentido mitológico (Las devastaciones),(El Reino de Mandinga), resemantizan su entorno.

Ninguna de estas novelas, por otro lado, elige los mites de uno u otro de estos géneros y es por eso que no son tan sólo reescrituras de memorias míticas, o de relato de situación histórica. Más bien, en sus construcciones

deciden cruzar dos o más de esas formulaciones genéricas con intensificación de la ficción.

El contraste entre la forma que adopta este retorno al pasado y otras posibles reescrituras de historias antiguas resulta de fundamental importancia. Al repetir no solamente la historia, sino también, las maneras en que esas historias fueron construidas, las novelas de este corpus señalan una inscripción del pasado peculiar. El uso de estrategias de narración realistas opera un ambiguo movimiento legitimatorio y crítico con respecto al pasado: por un lado, la repetición de esas estrategias funciona como crítica al uso aproblemático de esos modos enunciativos en los textos del pasado. Pues por otro lado, esas mismas estrategias implican también una recuperación de la función referencial del relato; se diseña así, sobre la negatividad de la repetición, un uso positivo de esos modos referenciales.

Ese movimiento de repetición se duplica a su vez dentro de las historias mismas que narran las novelas: según desplazamientos narrativos a veces obviamente tergiversadores, estas novelas, en lugar de construir una historia alternativa, trabajan sobre los límites de aquellas mismas historias que narran sus textos predecesores. Esto no significa sin embargo que haya un regreso acrítico al pasado. Esa reiteración de historias pasadas implica también una manera crítica de transformar el pasado. Según estas operaciones, el corpus escenifica estrategias de reescritura que describen una peculiar modalidad de relación con el pasado. Aunque ambiguamente comprometidas con los pasados que repiten, las novelas del corpus problematizan ese pasado por el mismo gesto de reescritura con el cual construyen reinterpretaciones de estos textos.