La Universidad Autónoma de Santo Domingo, academia de educación superior más antigua de América, se encuentra en una encrucijada peligrosa: es un momento en que todos los sectores de la alta casa de estudios se encuentran inmersos en el proceso electoral del 20 de junio, en que saldrá electo un nuevo rector para el período 2018-2022, que deberá de enfrentar la crisis institucional.
La coyuntura eleccionaria, muy compleja por los intereses internos y externos que confluyen en ella, se desarrolla en el marco de una visible situación marcada por factores relacionados con la economía y por la incidencia de los partidos políticos nacionales que aparentemente se esfuerzan en el control de la institución. Por suerte, esos intereses son propios de los certámenes electorales y no necesariamente de una realidad comprobable.
Concentrados en la coyuntura electoral, los uasdianos parecen olvidar los verdaderos problemas de la academia en materia de institucionalidad; necesidades de renovación estructural y nuevos planes de estudios; perdida de la calidad en la formación profesional; necesidad de un urgente saneamiento de sus finanzas, y de retomar de manera firme el estatuto orgánico, que aparenta abandonado a la espera de una rectoría que imponga la institucionalidad en la vida de la UASD.
La encrucijada a que nos estamos refiriendo, y de la que la academia deberá salir exitosa, está acompañada de falsas encuestas que buscan posicionamientos mediáticos, el derroche en bufets, sancochos y bebentinas con los que se piensa, como practica del clientelismo heredado, obtener votos indecisos, mientras fluyen los recursos que los sustentan y proyectan candidaturas como si se tratara de elegir para la presidencia de la República.
También se habla de los males que son resaltados en el período electoral, pero que luego se olvidan para dar pasos a los procedimientos que históricamente han hecho profundizar la crisis, los que confluyen con la existencia de fuerzas negativas que promueven desde afuera la privatización, despojar la institución de su presupuesto, dejarla sin autonomía, limitar las conquistas del profesorado en materias de salarios, servicios médicos y jubilaciones. Inclusive se comenta la posibilidad de que algunos enemigos de la UASD quieran aprovechar la coyuntura y forzar el cierre de la academia en beneficio de oscuros intereses, que siempre han estado a la espera de lo que llaman “el tiro de gracia”.
La situación en que se encuentra la Universidad anuncia un escenario que parece ser mucho más peligroso que el señalado más arriba. Esto obliga a la gran mayoría de los profesores universitarios, que son los que todavía no han expresado su interés o adhesión por ninguna candidatura, a sopesar de manera consciente y cuidadosa a la hora de depositar su voto en el claustro del 20 de junio. Lo que conviene es la formación de un gran frente académico de los sectores más identificados con su futuro, basado en el compromiso programático para sacar la institución de la crisis que la afecta tanto en lo académico como en lo administrativo.
El 20 de junio los miembros del claustro tendrán que decidir entre nueve candidatos y de estos, solo tres aparecen con posibilidades de ser escogidos para ocupar el importante puesto de dirección académica: están obligados a emitir su voto mayoritario a favor de Nino Feliz, Emma Polanco o Editrudis Beltrán. Por suerte, todos meritorios uasdianos que han entregado su juventud y conocimiento a la “más vieja de América”. Cualquiera de ellos, si se lo propusiera y triunfara, está en capacidad de enderezar el rumbo de la Universidad. Pero eso solo es posible aglutinado a los que aman la Universidad en solido proyecto renovador.
El frente académico a que nos estamos refiriendo, parecería que está en proceso de formación pues las principales fuerzas se han ido aglutinando principalmente alrededor de dos candidaturas, pero sin descartar una tercera opción que ha logrado atraer el apoyo de muchos profesores y que, quiérase o no, será determinante en el presente certamen electoral.
Por otro lado, se percibe que el apoyo de esa tercera opción, unida a una parte de los candidatos restantes sería determinante para el triunfo de uno o una de los candidatos punteros; suficiente para definir el panorama electoral, lo que no será tan difícil debido a que las principales ofertas no se diferencian programáticamente.
A nuestro modo de ver, todos los candidatos coinciden en la defensa del medio ambiente; Seguro de vida; calidad, transparencia, saneamiento, excelencia académica, atención a los centros y sub centros universitarios y mejorar su imagen. También en convertir la UASD en un modelo de desarrollo; transparentar el manejo de los recursos financieros; acercamiento a las autoridades nacionales; erradicación del clientelismo; la creación de nuevas carreras; aumentar la seguridad interna; impulsar la gobernabilidad y equidad; desmontar los 40 créditos y las 48 horas de docencia; impulsar los programas de investigación científica; fortalecer la institucionalidad y restablecer los vínculos con la sociedad. De cumplirse con esos puntos programáticos, la academia se pondrá en condiciones favorables de graduar profesionales con las habilidades, conocimientos y capacidad para competir en el mercado laboral.
No existiendo verdaderas diferencias programáticas, el frente académico que resulte triunfante estará en condiciones de producir el salto hacia la excelencia. Sin embargo, se entiende que el triunfo de uno de los tres principales candidatos a la rectoría, tiene relación con la acumulación de fuerzas, los compromisos contraídos, los recursos disponibles, y en especial con las condiciones para lograr acuerdos electorales que siendo coyunturales trasciendan más allá del 20 de junio, para enrumbar la academia por el camino que todos los universitarios estamos esperando.
Evidentemente, se puede decir que los candidatos a la rectoría que aparecen con más simpatía entre los miembros al claustro, que son los que en definitiva elegirán a las autoridades, han logrado acercar a su entorno agrupamientos académicos, partidos políticos, estudiantiles, y sectores que desde fuera están incidiendo en el proceso debido a los recursos aportados.
Las pocas semanas que faltan para el día señalado, apuntan a negociaciones en las que unos dan muestras de agotamiento debido a los pactos logrados y otros se van perfilando como punteros, propiciando acercamientos concretos y oportunos. Todo dependerá de los acuerdos a que se pueda llegar entre las opciones rezagadas con los que aparecen en los primeros lugares.
Ya no resultan suficientes las marchas propagandísticas, ni los sancochos, ni el apoyo que de manera pública puedan hacer partidos políticos. Ahora la batalla parece que se va a trasladar a la construcción de un polo profesoral capaz de recoger y convertir en realidad los cambios esperado. En ese propósito, parece que el maestro Beltrán se encuentra cómodo y se proyecta con mayor ventaja y espacio para las negociaciones.
Es en ese punto, de ganarse uno a uno los votos con derechos a elegir, así como el de acumular y concentrar fuerzas en torno a un proyecto de universidad que logre saltar los obstáculos de la negativa encrucijada que amenaza la academia, que el candidato del sector que se identifica como Triunfo va logrando colocarse a la delantera de los demás aspirantes a dirigir la “más vieja casa de estudios del Nuevo Mundo”. Los profesores, los estudiantes y los servidores administrativos con derecho al voto, son en definitiva quienes tienen la palabra.