Francis Bacon, filósofo y estadista inglés, decía: “Quien no quiere pensar es un fanático, quien no puede pensar es un idiota, quien no se atreve a pensar es un cobarde”. ¿Qué pasa cuando alguien por perversidad o por obtener una ventaja injusta promueve y fomenta  estos tres comportamientos en la ciudadanía?

El resultado es una sociedad sumisa, manipulada y dominada en la cual mucha gente ni siquiera se da cuenta a quién sigue o a quién obedece.  A sabiendas de que el conocimiento es poder, algunos se lo guardan para ellos o lo ponen al servicio de sus intereses creando así  poblaciones de conformistas a los que les resulta más fácil quedarse callados agachando la cabeza y sumidos en el pantano de la resignación.

Así sucede. Muchas de las decisiones personales, grupales o incluso de gobiernos, de instituciones públicas y privadas son tomadas basadas en la ignorancia y las incertidumbres de las mayorías. Dirigidos por élites inspiradas en promesas que terminan siendo sueños deshumanizados y trampas inalcanzables.

Esas mismas élites se benefician de la castrada capacidad de pensamiento de las mayorías mediante uso de anunciadores pagados, de pregoneros y medios parcializados y de técnicas de manipulación y engaño fabrican mentiras “justificadas” como habilidades e instrumentos del mercado y de comunicación enajenante para captar incautos convertidos en consumistas de productos e ideologías falsificados.

Los que fomentan la “indigencia del pensamiento” y que manipulan los derechos individuales y colectivos,  las inconformidades y las aspiraciones populares mediante la generación de miedo, fuerzas, medidas y estrategias coercitivas que producen  estados emocionales alterados causantes de violencia, desesperanza, locura colectiva e indefensión que divide y debilita las fuerzas sociales capaces de impulsar presiones generadoras de cambios para enfrentar precariedades, exclusiones y calamidades sociales.

Para romper este círculo vicioso, este ciclo de violación y pillaje plagado de peligros sociales hay que crear estrategias efectivas de desarrollo del “pensamiento crítico”, de pensamiento “cuestionador” que vayan más allá de simples opiniones sanadoras que nadie asume. Hay que recurrir a la rebeldía del pensamiento para capitalizar las inconformidades y poner “en crisis” cualquier situación descubriendo los fallos de lo que intenta hacerse y generar  acciones y demandas colectivas.

Hay que crear círculos virtuosos de pensamiento crítico para aprender a pensar de manera colaborativa y someter a un proceso de análisis y revisión permanente todas las cuestiones vinculadas al bienestar personal y colectivo, sin excepción, convirtiendo este ejercicio en presión para la elaboración y evaluación de políticas públicas y cambios estructurales tan amplios y urgentes  cuanto sea necesario.

Para despertar la indignación que conduce a la  “rebeldía del pensar” hay que organizar grupos de trabajo, talleres, asambleas, escuelas populares y comunidades autogobernados,  en conjunto  a juntas de vecinos, clubes de madres, comunidades de base y movimientos sociales que llevan a cabo luchas emancipatorias y reivindicativas. Así como convertir el “pensamiento crítico” en tematización de los programas educativos de niños, jóvenes y adultos de todas las modalidades y niveles.

Comencemos por proponer algunas tematizaciones para someterlas al proceso de pensamiento crítico colectivo.

  1. Contra la monopolización del poder y del gobierno municipales por parte de autoridades que responden a partidos o grupos políticos y que rechazan la participación amplia en la elección de las autoridades adecuadas, las políticas municipales, en la toma de decisiones y el establecimiento de prioridades comunitarias. Esta alerta es más que necesaria en tiempo de elecciones.
  2. Contra la crisis ambiental y el cambio climático como producto de un capitalismo depredador de los recursos naturales con la complicidad del gobierno y que impone los intereses de las corporaciones nacionales y extranjeras a los derechos de las comunidades originarias y de las comunidades urbanas, mediante el neo-extractivismo y la corrupción.
  3. Contra el dominio del capital sobre el desarrollo educativo y científico-tecnológica orientada desproporcionadamente a las fuerzas productivas para direccionar sus contenidos,  sustraer el saber colectivo y reducir la capacidad de análisis y cambio por parte de  los agentes y sectores sociales.
  4. Contra la discriminación de género, la violencia, el feminicidio, la trata de personas y el abuso moral y sexual y de los movimientos como el feminista y el movimiento amplio de mujeres que, conjuntamente con los otros movimientos de identidades genéricas diversas y de derechos humanos, redimensionan  relaciones de poder entre los géneros y las relaciones de poder y representación al interior de los movimientos y partidos políticos.
  5. Contra la calidad de los servicios públicos, la pobreza, la falta de empleo, el clientelismo político, el gasto público, la corrupción y el alto costo de la canasta familiar. 

Comencemos por pensar críticamente. Colectivamente. Colaborativamente. Optemos por la rebeldía del pensar contra la sumisión, la manipulación y la exclusión.