Hasta ahora el cada vez más reducido grupo de voces que en el ámbito local siguen haciendo coro al corrupto, fracasado e ilegítimo gobierno de Nicolás Maduro apela a los más manidos argumentos, obviando la triste y dolorosa realidad en que ha sumido al pueblo de Venezuela.
Esa realidad encuentra rotundo e irrebatible sustento en la contundencia de las estadísticas que evidencian hasta que nivel de deterioro institucional, económico, social y político ha llevado Maduro al país bolivariano.
Es una realidad que se muestra en toda su crudeza en las cifras que contiene el artículo que en su habitual columna del matutino Hoy, en su edición de este día, publica José Manuel Guzmán Ibarra, bien conocido por la objetividad de sus ponderados análisis. Las mismas son resultado de la calificada encuesta Mitosfsky realizada el 26 de enero, es decir hace apenas tres días. Veamos.
Mientras la imagen de Juan Guaidó, el presidente interino cuya legitimidad está consagrada constitucionalmente por su condición de presidente de la Asamblea Nacional, cuenta con un 74.4 por ciento de reconocimiento, María Corina Machado con un 55.6 y Leopoldo López, el 46.9, todos opositores, Maduro logra apenas un 11.4 y su segundo, Diosdado Cabello, un 8.8. A este último se le atribuye la jefatura del llamado Cartel de los Soles, que en complicidad con militares maneja gran parte de la droga que pasa por Venezuela, de lo cual al parecer existe un amplio fardo de elementos probatorios.
Un 83.3 por ciento está en desacuerdo con el gobierno de Maduro, que apenas cuenta con un 14.7 a su favor. El 81.5 aboga por que Maduro deje el poder. El 84.3 se muestra a favor de que haya nuevas elecciones, un 79.2 culpa a Maduro por la crisis actual, y casi el 80 está conforme conque Guaidó haya asumido la presidencia interina.
En cuanto a la situación general del país, las cifras, no la Casa Blanca ni la OEA, resultan reveladoras y acusatorias del desastre: el Producto Interno Bruto ha sufrido una caída estrepitosa de un 18 por ciento, la inflación está por encima del millón por ciento. Desde el 2015 a la fecha, mas de tres millones de venezolanos han tenido que emigrar, principalmente a Colombia, Perú, Estados Unidos y Ecuador. Algunos miles han encontrado refugio en nuestro país.
La producción de PEDEVESA, de la cual depende un 95 por ciento del ingreso de divisas de Venezuela, se ha desplomado en más de un cincuenta por ciento con buena parte de la misma comprometida con China para abonar a la enorme deuda contraída con estando hoy convertida en una empresa totalmente descapitalizada.
La pobreza ha aumentado a un ritmo galopante. El desabastecimiento de medicamentos, alimentos y artículos esenciales se agudiza mas cada día. Se han incrementado las enfermedades y epidemias por desatención y carencia de vacunas, y el índice de criminalidad lo sitúa como el país más inseguro del continente y uno de los mas inseguros del mundo. Adicionalmente, en la última evaluación del Indice de Corrupción de Transparencia Internacional, Venezuela figura como el país mas corrupto de América Latina.
A todo lo anterior se suma el clima creciente de represión instaurado por el régimen, las decenas de muertos, los centenares de prisioneros, el silenciamiento de la prensa, la persecución a los periodistas, el cerco a la legítima Asamblea Nacional elegida democráticamente en unas elecciones donde el pueblo votó de manera abrumadora contra el gobierno, las elecciones amañadas montadas por Maduro para perpetuarse en el poder y el constante acoso a las figuras de la oposición,
Este es apenas un esbozo de la caótica situación por la que atraviesa la
Venezuela de hoy, que Maduro y sus compinches se obstinan en seguir mandando, esquilmando y hundiendo mas cada día en la peor crisis que registra su historia.
Es la realidad que sus contados defensores locales se empeñan en silenciar, apelando a las viejas tácticas argumentales, tan abusadas como desacreditadas y tan inútiles como lo sería tratar de tapar el sol con un dedo, de apelar a los gastados clichés de calificar a sus opositores como “fascistas” y “entregados al imperialismo”, mientras pasan por alto la condición de marioneta de Maduro del régimen castrista y la inocultable intervención de este en los asuntos internos de Venezuela, incluyendo las fuerzas militares y los organismos de inteligencia y represión.