El pasado miércoles 27 de octubre el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP) celebró una graduación que permitió a casi 154 mil personas obtener un título. De estas personas, unas 2,000 pueden ahora anexar a su curriculum vitae un título de Técnico o Maestro Técnico y el resto, un certificado que hace constar que obtuvieron una formación en algún programa.

Confieso que lloré mares en la graduación, a pesar de que llorar no es algo que hago ni a menudo ni con facilidad. Se me removieron las emociones cuando me situé en las condiciones por las que tuvieron que pasar los más de 2,000 ciudadanos y ciudadanas que transitaron por itinerarios formativos de dos años en plena de pandemia, tomando nada más y nada menos que un programa diseñado para desarrollar destrezas a través de prácticas formativas presenciales.

Imaginé el reto que tuvo que significar para cada participante mantenerse dentro del programa en las situaciones que la COVID-19 nos impuso:  salir de su zona de confort para abrazar la virtualidad, utilizar la tecnología en nuevos formatos, adaptarse a los estrictos protocolos de bioseguridad que son obligatorios en  los talleres de formación, ajustar sus mecanismos de traslado a las restricciones de transporte que trajo la pandemia, enfrentar las consecuencias de la disminución de ingresos, responder a situaciones familiares y de salud y a las pérdidas de seres queridos.

La vicepresidenta ejecutiva de la AIRD, Circe Almánzar, les llamó “la promoción de los que no se rindieron”, y al estar delante de ellos me preguntaba cuánta voluntad y resiliencia se requiere para mantenerse dentro de un programa de formación ante tantas situaciones en contra. ¿Será que están conscientes del valor de la educación, del valor de aprender y de la importancia de formarse? ¿Será que cada uno de esos graduandos y graduandas confía en que detrás de los programas que se ofrecen para educarles y formarles hay un futuro de oportunidades?

“Estamos muy orgullosos de ustedes”, les dijo el ministro de Trabajo Luis Miguel De Camps, y todos aplaudimos porque era la única forma disponible de decirlo con él, aunque a mí me pareció insuficiente y me quedé con la sensación de que mi alma necesitaba decirlo más fuerte y de más formas. Y lo mismo creo que les pasó a más personas.

Por los más de 150,000 participantes del sistema de formación, los casi 600 mil que se encuentran matriculados en educación superior y los 2.8 millones del sistema educativo, vale la pena redoblar los esfuerzos que hacemos por brindar una educación y formación de calidad y por fortalecer el entramado productivo de la República Dominicana.

Al ver el discurso del presidente Abinader del mismo miércoles 27, en la noche, y escucharlo decir: “Las posibilidades de la República Dominicana son enormes, pero los necesito a todos ustedes conmigo para sacar este país adelante”, pensé en educación, formación, empleo, emprendimiento, calidad, productividad y competitividad. Aunque parecerían fines en sí mismos, funcionan conectados por el principio de vasos comunicantes y solo pueden crecer a medida que el resto lo hace también.

Vamos a empujar todos juntos.  A una.