Ilustraciones del Dr. Odalís G. Pérez
La mayoría de nuestros gestores culturales no están formados en Economía Naranja y/o Economía Cultural. Cuando el primer becado dominicano, para estudiar Administración Cultural en el Centro Cultural Latinoamericano y del Caribe (CLACDEC), En Venezuela (1991), el poeta Mateo Morrison, esas teorías de la Economía Naranja, ya estaban siendo debatidas; pero no formaban parte del pensum de ese curso. Lo mismo ocurrió conmigo, cuando, becado por la Organización de Estados Americanos (OEA), fui al CLACDEC, para hacer la misma especialidad en Administracion Cultural, en ese mismo centro cultural (1992), en Venezuela, y tampoco habían incluido ese saber, como parte del currículum formativo, aunque sí recibimos sólidos conocimientos sobre cómo administrar las acciones culturales en un país como el nuestro, subdesarrollado y dependiente.
Mi vínculo con la Economía Naranja proviene de mis acercamientos epistémicos con el Derecho Internacional Público, la diplomacia y las relaciones internacionales, desde mi experiencia en el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuando yo dirigía las políticas culturales, como Embajador, Sub-encargado de Asuntos Culturales (1996/1998/), y, luego, como Embajador, Encargado de Asuntos Culturales (1998/2000), en la Cancillería dominicana.
Según el economista británico John Howkins (3/8/1945), "la economía creativa, comprende los sectores en los que el valor de sus bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual: arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanía, cine, diseño, editorial, investigación y desarrollo, juegos y juguetes, moda, música, publicidad, software, televisión y radio, y videojuego".
Ese mismo economista resalta que, para el año 2005, la Economía Naranja representó el 6,1% de la economía global y que diez (10) años después, en el 2015, ese 6,1% generado por la Economía Naranja NO había sido registrado en los estudios de la mayoría de los economistas. Por eso es que he calificado a esa economía como "una producción "secuestrada" del Estado Y del poder, porque nuestros estudiosos de los asuntos económicos y los líderes dirigentes del Estado, de los gobiernos y del poder, la aíslan, pretenden ignorarla y arrastran su valor hacia otros rubros que no son los correspondientes. Nos engañan e ignoran que con esa acción demagógica y falta de transparencia administrativa, también se auto engañan, a la vez.
Para Felipe Buitrago Restrepo e Iván Duque Márquez, autores de la obra "La Economía Naranja"(2013), citando la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), entre el 2002 y el 2011, las exportaciones de bienes y servicios creativos crecieron el 134%, casi el doble que el 71% usado en las transferencias de armas. Esa cifra originada por los bienes de la inteligencia y la creatividad, han de ser alarmantes, frente a los montos porcentuales usados para la guerra y la llamada "seguridad nacional", a nivel mundial. La gran pregunta es, ¿qué es lo que queremos fomentar, la guerra o la paz? ¿El trabajo cultural o los enfrentamientos bélicos? Un gobierno que se respete y que respete a su gente, debe asumir el trabajo cultural como soporte fundamental de su economía y de su proceder estatal.
Otro gran soporte para impulsar la Economía Naranja en nuestra sociedad, es que el comercio creativo es menos volátil que el comercio del petróleo, del azúcar, el café y el oro. Esto encuentra su respuesta, al ver que el comercio creativo ha sabido soportar la crisis financiera global, a pesar de las limitaciones observadas como resultado de la pandemia y/o del COVID-19. Aún así, en estos tiempos enfermizos o virulentos, la industria creativa no ha parado, se mantiene en producción permanente, desde la virtualidad, el internet y/o el ciberespacio.
En nuestro caso particular, como país caribeño, debemos transformar nuestro potencial de conectividad, para poder aprovechar con eficacia el comercio de los servicios creativos. Ese renglón de los servicios creativos, está creciendo hasta un 70% más acelerado que el de los bienes creativos, ya que las rápidas avenidas del ciberespacio y de la virtualidad le facilitan su crecimiento, desde el uso frecuente del Internet y las diferentes plataformas digitales que facilitan el avance de los servicios creativos, en este mundo globalizado.
Las más reconocidas industrias del cine, entre ellas Hollywood, los Estados Unidos de Norteamérica, Hollywood, en la India y Hollywood, en Nigeria, producen, juntas, más de cuatro (4) mil películas anuales; eso equivale a una producción de más de 80 películas por semana, y, antes de la pandemia, eso representaba mes de millones de de dólares en todo el mundo. Usted me observará que con la pandemia todo ha cambiado, y yo le respondo que eso es relativo, porque si bien es cierto que los cines están limitados, los hogares han sustituido sus espacios, como resultado del reclutamiento y el aislamiento social. Ahora nos entretenernos con programas especiales de televisión y con películas.
Otro renglón de producción lo tenemos en los videojuegos, los cuales ocupan el 70% o más, del tiempo en uso en las tabletas digitales, laptop y/o celulares inteligentes. Los servicios creativos han contribuido a la salud mental y conductual de niños, jóvenes y adultos, en esta pandemia.
La Economía Naranja, cuando es bien gestionada y estratégicamente administrada, contribuye con la salud y el desarrollo integral de la sociedad.
No hay una explicación razonable que no sea la de seguir entregando "circo y pan" al pueblo, para que siga atiborrado en sus falencias económicas y sumidas en la ignorancia, para justificar el no prestar atención estatal, a la Economía Naranja de esta nación dominicana.
Es el momento preciso para que los sectores pensantes de nuestra sociedad, exijan al Estado dominicano, fomentar, de manera responsable, el desarrollo de nuestra Economía Naranja, desde el Ministerio de Cultura, y, desde ese importante Ministerio, coordinar con el Ministerio de Turismo y el Ministerio de Relaciones Exteriores, hasta hacer que el Banco Central presente en sus informes financieros los rubros obtenidos, como resultado de la creciente producción de nuestra Economía Naranja.
Resulta injustificable por parte del Estado y del gobierno dominicano, seguir manteniendo "secuestrada" la Economía Naranja de esta nación, cuando es una de las más activas y sanas de nuestras fuentes económicas.
Estoy plenamente consciente de que, para muchos gestores culturales y hasta para académicos de la economía, vincular la economía a la cultura (Economía Cultural), es una acción utópica, y qué bueno que así lo consideren!!, pues, este mundo de la Economía Naranja es para sociedades que miran más allá de sus atardeceres, para remontarse en la luz del mañana.
La Economía Naranja, es una economía que brota o fluye del conocimiento y de la creatividad. La Economía Naranja no es una economía de lo sólido, ni es líquida, es una economía que crece desde lo intangible, y se agiganta en hechos visibles, oíbles, comprobables, es una accion del imaginar y del potencial creativo del sujeto.
La Economía Naranja es un quehacer propio de la creatividad, del razonamiento y del pensamiento. Es una accion cultural, artística, creativa, íntimamente vinculada a las potencialidades imaginativas, innovadoras y sentibles del sujeto, propicias a desarrollarse en un contexto social democrático y en un Estado de derechos.