Al cabo de un paseo que pretendió ser placentero, pensé: ¿Qué habremos hecho los habitantes de la Capital para que nos hayan castigado tan cruelmente durante catorce años con Roberto Salcedo, que viene ocasionalmente a la Primada a descansar de sus agotadoras jornadas de golf? ¿Por qué pretenden seguirnos castigando con este cómico como alcalde, cuando lo que necesitamos no es un farandulero, sino un buen profesional de la administración urbana que, en todo caso, juegue lo que quiera en sus ratos libres, pero que resuelva tanta inmundicia, tanto desorden, tanto abandono, tanta inseguridad y tanta oscuridad?