La compasión se ha convertido en elemento esencial  de los proyectos de desarrollo político, económico y social, impulsado por la “Carta por la Compasión”, un documento de carácter global acerca del valor esencial del respeto básico a todos los seres humanos, independientemente de las diferencias políticas, sociales, raciales, sexuales, culturales y religiosas.

La “Carta por la Compasión” surgió como un proyecto global en el 2009, dirigido  por la historiadora Karen Armstrong, para cambiar el mundo  de manera colaborativa. Constituye una carta náutica a la  acudir para planificar nuestras acciones y proyectos desde la intención profunda de aportar al alivio del sufrimiento individual y colectivo. (https://cultivarlamente.com/carta-por-la-compasion/),

A partir de la Carta por la Compasión han surgido otras iniciativas tales como  Comunidades y Ciudades Compasivas, en donde una comunidad, pueblo o ciudad de adhiere a  la Carta por la Compasión. Hasta ahora hay 62 ciudades a nivel mundial que han firmado la carta por la compasión y otras 284 que se están organizando para crear un plan de acción compasivo.

Ha dado origen también  al Instituto Internacional para las Ciudades Compasivas. Se inscribe en este contexto el  Centro para la Investigación sobre la Compasión y el Altruismo de la Universidad de Stanford, dirigido por James Doty, quien sostiene que “una vida llena de sentido se relaciona mucho con la capacidad que tenemos para expresar una característica que es resultado de nuestra evolución como especie. Me refiero a la capacidad para cuidar y preocuparnos por la vida de las otras personas. De sentir empatía por las necesidades del otro”.

Conviene destacar que  este llamado mundial a la compasión, como una emoción necesaria en la política, no es una idea aislada. Hace parte de una línea de pensamiento que viene exaltando las ventajas que tienen los comportamientos empáticos para las sociedades.

La filósofa Martha Nussbaum, hace una aguda defensa de la compasión en su libro “Emociones políticas”. En él, muestra cómo la compasión es más poderosa para construir lazos y acuerdos que los acuerdos legales y formales, los cuales, por regla general, terminan siendo rígidos, lentos e ineficaces.

La misma autora subraya que la compasión es una emoción que ha sido considerada positivamente por la reflexión filosófica como “un buen fundamento para las acciones adecuadas” (Nussbaum 2008, p. 337).

Para el también filósofo Peter Singer, en la compasión es posible juntar el corazón y el cerebro “para tomar decisiones inteligentes que tengan un efecto real sobre la vida de los otros”.

Esta corriente ha ido tomando fuerza. En 2018, Matt Hawkins, de Open Democracy, junto a un equipo de colaboradores  lanzó una nueva iniciativa llamada “Compasión en la Política”.

El grupo se lanzó en octubre de ese año con el objetivo de «poner la compasión, la colaboración y la empatía en el corazón de la política». El grupo ha crecido hasta contar con el apoyo de más de 50 parlamentarios de seis partidos y de académicos y activistas como Noam Chomsky, Cerys Matthews, Helen Pankhurst y Ruby Wax. En 2019 el Guardian describió la Compasión en la Política como «el movimiento en el que hay que tener esperanza».

La idea que subyace a la creación de una comunidad política compasiva es que detrás de los conflictos, las desigualdades, la aparente indiferencia de nuestras sociedades modernas, corre un río profundo de compasión y amor, que no es otra cosa que el deseo básico humano de ser felices y estar libres del sufrimiento, unido a la toma de conciencia de  que esto no es posible mientras sabemos que hay otros que sufren.

Nacida de nuestra profunda interdependencia, la compasión es esencial para las relaciones humanas y el desarrollo de la sociedad. Es el camino hacia la claridad, indispensable para la creación de una economía justa y transparente y de una democracia viva e inclusiva.

Apostemos a una política compasiva que nos impulsa a trabajar sin cansancio para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes; nos motiva a dejar de lado el egoísmo y aprender a compartir y nos pide honrar el bienestar de cada ser humano, tratando a todos, sin excepción, con absoluta justicia, equidad y respeto.

Convirtamos la “compasión en la política” en un tema de debate nacional. ¡En la política criolla todavía hay esperanza!