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Por estos días se ha estado ventilando en los medios de comunicación del país una especie de controversia en torno a la política industrial que se aplica en la República Dominicana, luego del controversial discurso pronunciado por el distinguido empresario don Franklin Báez Brugal en el recién celebrado 53 aniversario de la Asociación de Industrias de la República Dominicana, en el marco del cual, entre otras actividades, se hizo un reconocimiento por su labor a la entidad estatal Proindustria y a los hermanos empresarios Jose Miguel y Roberto Bonetti Guerra.

Al empresario don Franklin Báez Brugal le toco pronunciar el discurso central del acto, y la verdad es que aprovecho la oportunidad para hacer duras criticas tanto a los gobiernos que hemos tenido en el país en las ultimas décadas como a los propios empresarios. Dijo al respeto que el sector industrial dominicano adolece de serios problemas de competitividad; que ahora se generan menos empleos que cuando no existían los acuerdos de libre comercio; que ahora hay menos valor agregado en la industria nacional que hace 20 años atrás, que los empresarios no están satisfechos con los resultados de nuestro intercambio comercial con el resto del mundo.

El empresario fue especialmente crítico, no sin razón, en lo referente a la degradación moral, a la falta de solidaridad y a la debilidad institucional, los cuales califico como males que obstaculizan el avance del país y la creación de las condiciones para que, a través de nuestras empresas y empresarios, podamos insertarnos competitivamente en el mercado internacional, aprovechando las ventajas comparativas de que disfrutamos como nación con una ubicación estratégica envidiable.

Refiriéndose a esa gran problemática, don Franklin Báez se lamento de que ahora hay una gran falta de solidaridad y una gran corrupción en el país; que abundan casos como el de los políticos que han pasado de la pobreza a la opulencia en un abrir y cerrar de ojos, de empresarios que se enriquecen evadiendo el pago de sus impuestos, y los de narcotraficantes que han hecho fortuna con su actividad delictiva y se pasean en todos los ambientes exhibiendo sin inconvenientes sus fortunas.

En el caso del sector empresarial el mismo disertante se encargó de decir que muchos se enriquecen evadiendo el pago de sus impuestos. Esto es criticable no solo desde el punto de vista moral, desde del mismo sector empresarial, en la medida en que genera competencia desleal al poner en situación ventajosa a los que se aprovechan del no pago de sus impuestos

En cuanto a la debilidad institucional el empresario se refirió al poder judicial diciendo que siendo el encargado de poner coto a estos desmanes, se desenvuelve con evidentes debilidades institucionales, a lo cual agrego que un país sin una justicia que funcione de manera independiente, sin ataduras políticas, e integrada por personas capaces, honestas y responsables, es como un barco a la deriva.

Las palabras de don Franklin Báez Brugal, además de valientes, fueron muy contundentes en lo referente al papel que debe jugar el sistema judicial para que sea posible combatir efectivamente la corrupción y la impunidad que tanto daños hacen a nuestra sociedad. Fue mensajero de una gran realidad cuando dijo que es una aspiración de la sociedad lograr un sistema judicial que juegue su papel tanto en el ámbito del Ministerio Publico como en lo que se refiere a los jueces en particular, quienes deberían asumir sus responsabilidades sin pactar con nadie, condenando sin discriminación a todo aquel que viole la ley, sin importar vinculaciones políticas ni relevancia social. Este es en realidad un gran sueño de la parte sana y vulnerable de la sociedad dominicana, y no solo de los empresarios.

Ese es un reclamo muy válido, porque refleja un problema social en el cual todos estamos involucrados y, por la misma razón, todos tenemos que ser parte de la solución. En el caso del sector empresarial el mismo disertante se encargó de decir que muchos se enriquecen evadiendo el pago de sus impuestos. Esto es criticable no solo desde el punto de vista moral, desde del mismo sector empresarial, en la medida en que genera competencia desleal al poner en situación ventajosa a los que se aprovechan del no pago de sus impuestos.

En el caso de los políticos, estos, sin excepciones, se pintan de serios e impolutos cuando están en la oposición y quieren sacar provecho político criticando a los funcionarios y servidores públicos que se encuentran en el ejercicio del poder, pero no se acuerdan de lo que hicieron cuando les toco gobernar o de lo que de seguro harían cuando se encuentren en el ejercicio del poder, si es que lo llegan a lograr. La verdad es que es risible ver a un político acusando a otro de corrupto.

En el caso de los que están llamados a impartir justicia y ser garantes de la aplicación de la ley, es cierto que no juegan su papel. Todo el mundo reconoce que la justicia dominicana es un gran mercado de compra y venta de sentencias, en el cual quien más dinero o influencia tenga es el que sale ganancioso. Siendo el Judicial un poder independiente, ciertamente debería ser la garantía de que se apliquen las debidas sanciones tantos a los empresarios que evaden impuestos y actúan como corruptores, como a los políticos que se aprovechan de las funciones que desempeñan para hacer un mal manejo de los recursos que la sociedad deposita en sus manos para resolver los problemas que se espera de los que desempeñan las funciones públicas. Definitivamente esta es una sociedad en la que el ejercicio de la política no tiene el sentido de ser un servidor público, sino el de manejar los recursos públicos para el enriquecimiento personal.

Para que podamos dar soluciones verdaderas a los grandes problemas que nos aquejan, los dominicanos en sentido general, y no solo el sector empresarial, tenemos que actuar como sociedad, cada quien desde la posición que desempeñe o desde el rol que le toque jugar. En cierta medida todos somos culpables de los problemas que nos aquejan, pero solo nos ocupamos de culpar de ello a los políticos en el ejercicio del poder y muy pocos son los aportes que hacemos en nuestro habitual desenvolvimiento.

Es cierto que los políticos tienen un carácter maquiavélico en el sentido de que cuando la finalidad es alcanzar el poder no importa que los medios no sean sanos, que se debiliten las instituciones, que se sacrifiquen los mejores intereses de la sociedad, que los recursos públicos sean manejados delictivamente y sin las sanciones que demanden las circunstancias.

Pero también es cierto que hay empresarios que aprovechan esas circunstancias para sacar provecho de diversas formas; que el ejercicio fiscal es una lucha permanente entre las autoridades encargadas de cobrar los impuestos y los contribuyentes que utilizan todos los medios a su alcance para evadir esa responsabilidad; que la corrupción es una carretera de doble vía por la que transitan los corruptores y los corrompidos; que por lo general los corruptores son los que más se benefician del delito, aun cuando luego sean parte de los que acusen a los funcionarios públicos de ser corruptos. Esa es nuestra sociedad. Somos pocos los que podemos lanzar la primera piedra. Daba gusto ver aquellos estruendosos aplausos en aquella oportunidad discursiva.

El sector industrial dominicano ha pasado por muchas etapas, tendiendo que superar múltiples obstáculos que en gran medida se derivan de esa realidad descrita por don Franklin Báez, y la verdad es que, por su importancia, amerita de que se le ponga mas atención y se le brinde la oportunidad de que pueda alzar sus  alas para volar a la altura de sus competidores en el resto del mundo. Siendo el dominicano un país tan pequeño, con un mercado tan reducido y, por vía de consecuencia, tan dependiente de su comercio exterior de bienes y servicios, es válido reconocer la insatisfacción del sector industrial por el desempeño de su intercambio comercial con el resto del mundo.

Según cifras que hemos visto en los medios comunicación, la industria manufacturera dominicana representaba un 34% del PIB en el año 2000, ocasión en la que se suscribió el acuerdo de libre comercio con Estado Unidos y Centroamérica y de ese año a la fecha (30 de junio de 2010) habría reducido su aporte a solo un 25.8%, y, de acuerdo con Manuel Diaz Cabral, igualmente habría reducido su aporte al empleo en un 23% en esos primeros diez años de vigencia del referido acuerdo de libre comercio.

Las causas de ese pobre desempeño son atribuidas a la deficiencia del servicio energético, a la falta de financiamiento adecuado, a una legislación laboral inadecuada, a los bajos niveles de educación del sector laboral, a los altos niveles desempleo y a un irracional cuasi monopolio del transporte, entre otros factores que han requerido de una mayor atención de las autoridades. A todo eso habría que agregar la falta de una adecuada política comercial, especialmente orientada a la promoción de las exportaciones.