“Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces” (Mateo 7:15-DHH).

¿Quién le prestó la ropa al policía para que se vistiera de cura y matara al joven? ¿Cómo la consiguió el oficial para hacerse pasar como cura?  ¿qué cura, sacristán, diácono o católico devoto la facilitó?

Los obispos Víctor Masalles y Castro Marte, igual que un grupo de sacerdotes encabezados por Rogelio Cruz y Nino Ramos, entre otros, han condenado indignados el crimen atroz, abominable y profanador de los ornamentos clericales utilizados para funciones religiosas de vida y amor.  Y no es para menos por el crimen encubierto en una farsa y apariencia sacerdotal, cometido el viernes pasado, por el oficial Santo Lora Báez; quien mató a José Antonio Reyes Ulloa (El Gordo), joven estudiante de medicina en Cotuí; quien pidió al falso cura que le rezara el Salmo 91, en cambio, le dio un tiro en la cabeza.

De todo es muy bien sabido, que el acceso a los ornamentos de los sacerdotes y diáconos es restringido al cura mismo y a los que ayudan en la liturgia: ya sea en   la sacristía, en la residencia o en la casa cural. ¿Investigará la Iglesia este hecho que daña sensiblemente la estima y la confianza en sus sacerdotes?

Todos condenamos al oficial que vestido de cura cometió el crimen y no es para menos; pero, nos olvidamos de quién y cómo llegaron esos ornamentos sagrados a manos del oficial de policía criminal: Alba, estola y cíngulo correctamente ceñidos.  Tanto unos como otros (policía y ¿…?) son responsables de un crimen abominable y de una profanación inaudita que lastima y hiere la condición humana-cristiana.

El oficial de policía que asesinó este ser humano, como el que facilitó los ornamentos clericales para tales fines, son igual de responsables y merecen la misma pena. Lo de la policía mete miedo, porque se han constituido en un cuerpo peligroso fuera de control al que tendrá que poner atención y dar una respuesta el nuevo gobierno; en favor de un real respeto a la vida humana.

Ni en los momentos más oscuro de la sociedad dominicana han ocurrido hechos tan infames y cometidos con tanta vileza, como, este, del que fue víctima José Antonio Reyes Ulloa; violatorios al derecho sagrado a la Vida.

Esto lo expreso con dolor por mi condición de cristiano católico y exseminarista de los Padres Paúles (vicentinos).