Taller Literario César Vallejo, junto a los poetas Manuel del Cabral y Víctor Villegas

En enero de 1979 un grupo de jóvenes empujados por el entusiasmo del poeta y activista cultural Mateo Morrison  fundaron el Taller Literario “César Vallejo” de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en una reunión efectuada en el local del entonces Departamento de Extensión Cultural de esa institución, dirigida por el poeta. En esa reunión participaron, entre otros, Juan Byron, primer coordinador del “Taller”, José Mármol, segundo coordinador del mismo y Miguel Antonio Jimenes, actual coordinador de esa entidad. También estuvieron presente Federico Sánchez, Roberto Rímoli, Mayra Alemán, Tomás Castro, José Sirís, Rafael García Romero, Reynaldo Disla,  Roberto Reyes y Julio Cuevas. De allí surgió  la denominada Generación del ’80, encabezada por José Mármol, César Zapata, Miguel Antonio Jimenes, Víctor de Frías, Dionisio de Jesús, Tomás Castro, Juan Manuel Sepúlveda, Raúl Cosme Santana, Ilonka Nacidit Perdomo, León Félix Batista, Rafael García Romero, Yrene Santos, José Sirís, Zaida Corniel, Dulce Ureña, entre muchísimos otros escritores  y poetas dominicanos.

En aquel momento en nuestro país las informaciones sobre el  arte mundial eran deficientes y, con mucha facilidad, gran parte de la crítica y los círculos más avanzados calificaban de snob y desfasado a cualquier joven que estuviera interesado por los descubrimientos  y hallazgos recientes del pensamiento fuera de los hechos políticos y sociales.

Un emprendimiento de esta magnitud implica un gran desafío, en la medida en que comprende el registro de los diversos estilos de una década, el singular efecto que éstos imprimieron en la poesía criolla y la complejidad de un material, cuyo abordaje en muchos casos no se detiene en lo puramente literario.

La Generación del ’80 aceptaba, en su gran mayoría, un fuerte compromiso con el lenguaje, en consonancia con el movimiento general de las tendencias artísticas de la época.  La Generación del ’80 ha establecido una estética reflexiva, con un lenguaje que roza lo filosófico: explora recursos literarios, simbólicos y lingüísticos  vinculados al pensamiento presocrático y moderno.

A este intento de reflejar y a la vez influir sobre la realidad en su expresión simbólica y espiritual,  sucedió en los ochenta un período de desazón, una zona de crisis que no podemos dejar de caracterizar como de metamorfosis, transformaciones y cambios. Progresivamente, las creencias y paternidades poéticas dominantes en los sesenta se fueron licuando, dando espacio a un terreno de cierta flexibilidad en cuanto a opciones literarias, pero asimismo, no tan asentado en propuestas claras y bien determinadas. Los poetas y escritores del ochenta se apartaron de los parámetros de la generación precedente y de algún modo abrieron el juego a las múltiples propuestas que se explicitarían después en las poéticas de los años noventa. El compromiso político se hizo más laxo; la exigencia de reflejar la realidad nacional y mundial fue menos estricta. Posiblemente sin encontrarlo del todo, el discurso poético de la Generación del  ’80 evidenció el intento de llegar a un acento más personal.