En la República Dominicana, importantes escritores y poetas se han desarrollado durante los últimos 30 años, como continuadores de una tradición que se remonta a los comienzos del presente siglo y con precursores—pocos—en el siglo XIX.  Hoy podemos hablar confiados de una poesía dominicana realizada por autores capaces de honrar cualquier literatura.

Entre estos escritores y poetas ha estado presente una nota altamente imaginativa que sacude al lector como un corrientazo eléctrico.  Piénsese en algunos poemas de Cayo Claudio Espinal, José Enrique García o Alexis Gómez Rosas, injustamente subvalorados o relegados a un segundo plano en la historia de la literatura hispanoamericana. Más recientemente, cabe destacar Deus ex machina y otros poemas, del poeta José Mármol, libro publicado por la prestigiosa Colección Visor de poesía  de Madrid, España, en el año 2001.

A excepción de los autores antes citados, la poesía dominicana se ha mantenido apegada a la vida racional lógicamente ordenada, esto a pesar del acceso que hemos tenido a estímulos desafiantes para explorar nuevos caminos. La vida, sin embargo, no es sólo material tangible ni es todo orden. La mente humana tiene otra dimensión: la fantasía, donde lo aparentemente irreal y lo realmente absurdo pueden campear por sus respetos, creando un mundo que, sin dejar de ser el cotidiano, parece distinto porque está  visto con una óptica inusualmente poética.

Bajo esta inusual perspectiva, podemos situar la trayectoria del poeta y escritor Basilio Belliard (Moca, 1966).

Como escritor, ensayista y editor, Belliard ha realizado una fecunda labor de difusión editorial siendo actualmente director de la revista País Cultural, de la Secretaría de Estado de Cultura.  Ha fungido, además,  de antólogo y estudioso de la poesía dominicana con la recopilación y la posterior publicación de la Antología del poema en prosa en Santo Domingo 1900-2000, El búho y la luna. Entrevistas a José Mármol (2005), La narrativa de Avelino Stanley (2006), Puente de palabras. Compilación de poesías costarricenses y dominicanas (2006), Plata Caribe. Poesía dominicana y uruguaya del siglo XXI (2008), Máscaras de Orfeo. Poesía brasileña y dominicana (2009).

En su primer libro de poemas, Diario de un autófago (1997), la palabra que nos entrega Belliard es de un mundo existencialmente desgarrado, fuertemente influido por propuestas ochentistas, una impronta que decidió los senderos de la poesía a partir de la formidable transformación que introdujo en las tres décadas anteriores, José Mármol, uno de los precursores más importante de esta generación. En Belliard, esta influencia demarca, a lo largo de los años, su ya dilatado hacer poético. La poesía de Belliard es reflexiva, pero no filosófica, no se constituye en un orden racional, tampoco en una abstracción; sin embargo, a lo largo de toda su obra habla continuamente de pensamiento, tanto en sus poemas como en sus escritos críticos (Ver Anatomía de la crítica, 1999 y Poética de la palabra. Ensayos de teoría literaria, 2005), que lo hace deudor de la tradición greco-romana del saber .

¿Qué significa pensar en la obra de Basilio Belliard? Yo me atrevería a decir que es la conciencia del lenguaje del desgarramiento queriendo ser dicha  en “el límite mismo del lenguaje”.

Si este pensamiento, tanto en su experiencia crítica como en su experiencia poética, perteneciera a la filosofía, trataría de ser coherente, multiplicarse, constituirse en sistema, porque el filósofo quiere saber; el poeta, conocer: quiere ser uno con su saber, por decirlo con otras palabras. La frase  de  Wittgenstein, “en el límite mismo de lo que puede ser nombrado” podría definir parte de la  poética de  Basilio Belliard. Por lo menos,  dibuja el deseo de llevar el lenguaje al extremo de su sentido, y supone, además, la conciencia de los límites, de que entre el sujeto de la escritura y lo que dice hay una distancia, quizás,  insalvable, al menos si queremos entender la fusión o la continuidad de géneros en este autor.

Belliard no quiere tanto satisfacer su inquietud a través de la razón como del cuerpo. Un cuerpo al que no sea ajena la reflexión.  Como escribió María Zambrano, “la poesía ha sido, en todo tiempo, vivir según la carne”. Y vivir según la carne ha sido una herejía para la idea de verdad de los griegos y parte de los modernos.

Citaré un poema de Belliard, específicamente de su libro Los pliegues del bosque, del año 2008, para poder ilustrar mejor lo que trato de decir:

Llamea la lengua/en las noches del cuerpo

Epicentro del cuerpo

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Sin sueño

El lecho es un cataclismo (p. 74)

Esta poética busca alcanzar con el lenguaje el valor sensorial a través del deseo. El modo más sencillo para caracterizar la forma de esta experiencia  carnal es la de transformar  “el goce estético en autogoce”. W. Worringer, en su libro Abstracción y naturaleza (1975),  afirma que “gozar  estéticamente es gozarme a mí mismo en un objeto sensible diferente de sí mismo”.