Ha ocurrido. El cambio va. Esto no es una consigna de campaña. No es por una promoción política. Y así será. El cambio acaecerá. No porque haya nuevas autoridades en el Palacio Nacional a partir del 16 de agosto próximo. Es porque la sociedad entera así lo ha decidido. Ya no se podrá hacer como se hacía antes, porque estaremos vigilantes. Porque el derrotero que llevamos ya superó el abismo.
Desde diversos sectores se han hecho declaraciones en este sentido. El desorden descomunal que ha provocado este sistema “liberal” de la liberalización de la economía, que ha significado que un grupito haga lo que se le venga en su reverendísima gana con la economía del país para hacer más ricos a los más ricos y de paso entrar ellos en el grupo de los más ricos, ha recibido una certera e indiscutible derrota. No pueden ya más, de manera indiscriminada, descontrolada totalmente y sin ningún tipo de escrúpulos, seguir enriqueciéndose con las arcas del Estado, mientras la población no tiene trabajo, muere por la incidencia de la pandemia del virus y sufre todo tipo de carencias porque esta dictadura ha durado demasiado.
Si revisáramos nuestra historia, podríamos ver que nos hemos movido en círculos concéntricos, repitiendo cada cierto tiempo, entre 15 a 25 años, la misma desgracia, cayendo en regímenes dictatoriales, claro está, con sus variantes de “liberalidad” para cumplir con los “requisitos” de la época, como lo son participar en elecciones, o quién sabe si no son más que circos o mercados “electoreros”, una supuesta y disfrazada “libertad de expresión” que apenas nos alcanza para decir que sí, señor a todo lo que quieran obligarte a aceptar, por las buenas, alienándote con la tecnología, o por las malas dejándote sin medios para sostener tu vida. De hecho el mercado electorero por las posiciones de la Cámara Baja ha quedado de manifiesto en los “errores matemáticos” que han dificultado el conteo que determinará la composición de dicho cuerpo legislativo nacional.
Hemos visto, hemos presenciado cómo, en nuestro proceso histórico, para el año 1963 eran rechazadas las formas de hacer gobierno y sociedad por uno de los hombres más notables de nuestra historia reciente, el Profesor Juan Bosch. La generación siguiente, la que vemos hoy en día, ha abandonado la base programática de una sociedad democrática para prestarse, bajo los influjos de la posmodernidad, a la debacle social que hoy sufrimos y que estamos rechazando tajantemente.
Es menester hacer notar que los grupos organizados para ejercer presión, defender y hacer validar los derechos sociales a una vida digna, no han tenido el temple, no han tenido capacidad de combate ideológico, cultural y político para enfrentar toda una maquinaria de desagregación y dispersión de la sociedad en añicos para que nadie tuviera cómo ni con quién ni a través de qué defenderse, defendernos. La falta de una actualización y un análisis crítico de los procesos del momento, de cómo los reaccionarios combaten a la sociedad para que no le sea posible articularse en la defensa de sus derechos más básicos. Las Juntas de Vecinos no se integran ni siquiera para hacer la limpieza de su cuadra. Mucho menos para resistir y combatir los embates del microtráfico que nos destruye lenta e imperceptiblemente nuestra juventud.
La demanda del momento es el cambio. Esto hay que cambiarlo. Lo vemos con la integración de nuevas caras y nuevas voces en la arena de los poderes públicos. Desde las elecciones municipales hasta las elecciones al Senado de la República, las aspiraciones son de modificación de tanta negligencia. Una preocupación profunda y de urgencia permanente es la calidad de la educación que a nadie parece preocupar. Se considera que con el hecho de resolver cuestiones puntuales y superficiales, con logros inmediatos pero no sostenibles en el tiempo, se puede hacer un cambio real. Y la educación es un punto básico en la tarea por un cambio real y necesario. Sobre todo en la defensa de los valores culturales intrínsecos de nuestra sociedad.
El reto que enfrentamos no es sencillo. No es fácil. Pero hay que asumirlo. La principal motivación es que ellos no descansan, se encuentran permanentemente vigilantes para poner todo el tiempo zancadillas, todo tipo de escollos y percances para impedir, para dificultar que consigamos nuestros objetivos. Esta vez sí les saldremos un paso adelante, como ellos han hecho siempre. Tenemos, todos los ciudadanos, un gran reto por delante. Y no se trata sólo de la lucha contra la corrupción, ni del justo clamor de que sean juzgados los casos de desfalco al Estado por parte de sus funcionarios.
Se trata de que promovamos un cambio en la forma de hacer la vida, porque si bien es cierto que necesitamos poner la comida en la mesa el día de hoy, también lo necesitaremos mañana, pasado mañana, traspasado y al otro día también. Pero alimentarnos no es la única labor que necesitamos solventar para vivir, porque si así fuera, estuviéramos en la selva cazando, y no en ciudades con organizaciones culturales que van más allá y que deben sostenerse y avanzar sobre valores de respeto y de derechos, de armonía y de derechos. Sí, de nuevo derechos, porque no hay derecho a que las AFP se hagan con el dinero de las pensiones para acrecentar sus riquezas, mientras las pensiones solo alcanzan para una vida de miseria.
Tenemos muchas tareas por delante. Y ojalá que este cambio sea para que todas nuestras voces sean escuchadas. Que las buenas iniciativas encuentren oídos para llevarse a cabo, que la Buena Política se convierta en el objetivo que todos abracemos y donde todos tengamos espacio de realización democrática. El cambio debe incluir un abrir de ojos general, donde veamos qué y cómo nos hacemos para que podamos hermanarnos y pongamos de lado el grupismo y la revancha. Ellos se aprovechan de eso, especialmente, para taladrarnos y mantenernos siempre indefensos. Habría que decir muchas otras cosas más para lo que se necesita un importante cambio. Pero vamos a dejar espacio para que todos opinemos y participemos. Así cambiamos todos.