Nueva York.-Después de una campaña electoral absolutamente histórico-hormonal, “hagan historia, voten por mis progesteronas”, que le salió horriblemente mal, Hillary Clinton parece asumir la actitud de mujer despechada.
“Ni pa’ mi ni pa’ nadie, que se joda to”.
Donald Trump, que se ha peleado y divorciado de varias mujeres, esta calladito, tranquilito, “que pelee ella sola”.
Esta ocupado organizando su gabinete.
Este enfrentamiento entre un empresario de la Lucha Libre, todo testosteronas, y una feminista militante, todo progesteronas, nunca debió ocurrir, ésto puede destruir el país.
Hillaristas pagados, según The Daily Caller, protestan contra los resultados electorales.
Las protestas buscan crear el ambiente para que el 19 de diciembre los colegios electorales voten por Hillary. También esperan evitar el ineludible levantamiento dentro del Partido Demócrata, demandando la “desclintonización” de la organización.
La élite partidaria le hizo trampas a Bernie Sanders, y ganó Trump, confiaron en su maquinaria, ignoraron la voluntad popular.
Con mesiánica arrogancia, Hillary se declaró como “lo único que se levanta entre Uds. y el apocalipsis”; con las protestas espera cumplir su profecía, producir el apocalipsis.
La campaña de Hillary tuvo tantos “dime y diretes” como los chismes barriales; mujeres acusando a Trump de agarrarles la vagina, los senos, el trasero, y él respondiendo, todo es mentira.
En abril esta columna advirtió:
“Si Hillary es candidata, intentará demostrarnos que su rival es peor que ella, eso asegurará una campaña con tanta negatividad, que quien gane enfrentará una seria ingobernabilidad. Las heridas abiertas por una campaña sucia impedirán construir el consenso mínimo para asegurar un gobierno medianamente funcional”.
Hillary insiste en ser presidenta y controlar el partido, aunque destruya el país. En su cabeza, “no hay nadie más”, solo le importa ser presidenta.
Sus más cercanos colaboradores dicen que Hillary es extremadamente terca. “Cuando se le mete algo en la cabeza, no le hace caso ni al marido”, me dijo alguien cercano a la familia. “Por eso fracasó su intento de reformar el sistema sanitario al inicio del primer gobierno”, aseguró.
Al final del primer debate presidencial, el moderador pidió que cada candidato dijera algo positivo sobre el otro. Respecto a Hillary, Trump dijo, “ella no renuncia, ella no se rinde, es una peleadora”, el presidente electo tenía razón.
Trump ni construirá el muro en la frontera, ni deportará a millones de indocumentados, ese es un temor infundado, será una de sus “promesas incumplidas”.
Una delicada situación
En la nación completa hierve un conflicto.
Desde Seatlle, en el noroeste, hasta Miami, en el sudeste, desde Nueva York en el Atlántico, hasta los Angeles en el Pacífico, miles protestan contra el triunfo de Trump.
En California hablan de una propuesta electoral para “separarse” de los Estados Unidos en el 2018 para no ser gobernados por Trump. Caliexit, le llaman.
Aquí hay varios grupos de milicianos ultraderechistas armados, que se entrenaron en Georgia y otros estados, para defender a Trump de cualquier posible fraude electoral.
Mientras activistas pagados toman las calles para influenciar la decisión de los colegios electorales del 19 de diciembre, las milicias están preparadas para defender a Trump.
La situación huele muy mal, y luce mucho peor.
El país está hastiado de las promesas vacías de una clase política ineficiente, egoísta, carcomida, corrupta y parasitaria. En términos reales, el ingreso medio del estadounidense promedio hoy es menor de lo que era en 1970 pese al inmenso crecimiento económico.
En los en los 60 y 70, un dominicano trabajando 10 o 15 años aquí, se retiraba con dinero para construir una casita, comprar un auto o poner un negocito. Los que llegamos en los últimos 25 años sólo tenemos las cuentas por pagar, y la plata nunca alcanza.
Esa misma situación enfrentan los blancos de ambos sexos y todos los niveles educativos que votaron por Trump.
El país se levantó en las urnas contra la conspiración corporativa y mediática que busca mantener éste estado de cosas en contra de las grandes mayorías.
El movimiento Occupy Wall Street denunció esas desigualdades económicas. Los neoyorquinos votamos por Bill di Blasio como alcalde, porque prometió luchar contra eso, igual hicieron las mayorías demócratas y republicanas con Sanders y Trump.
Trump no tiene experiencia en administración ni en formulación de políticas públicas, eso deja a la nación y al mundo como el Cándido de Voltaire, con una sola opción.
Esperar y confiar
El presidente electo puede representar una especie de “segunda venida” de Ronald Reagan, quien, como Trump, fue subestimado pero resultó ser el mejor presidente del pasado reciente.
Si una experiencia importante tiene Trump es en la ejecución de grandes proyectos de construcción, y la infraestructura física nacional debe ser reconstruida con urgencia.
Trump prometió reconstruir la infraestructura, reducir impuestos, repatriar las ganancias corporativas y gravarlas, esas políticas pueden traer un respiro económico que reduzca la ira popular.
Lo más positivo, hasta ahora, del triunfo de Trump, fue desplazar la clase política nepótica, egoista y corrupta, entregada al capital financiero. Eso, como otras cosas que ocurren en los Estados Unidos, se replicará en toda América Latina con los políticos corruptos.
Muchos vaticinan que Trump no gobernará un período completo. Como nunca fue empleado de nadie, Trump no sabe “seguir instrucciones y procedimientos” algo en extremo importante para dirigir un gobierno.
Si los peores vaticinios se cumplen, o si el presidente electo prueba que todos estaban equivocados, como en las votaciones, algo quedará claro y sentado.
La nueva clase política que surja, tendrá que alejarse de las malas artes de la clase política desplazada que le abrió las puertas de la Casa Blanca a Trump.
Bill Clinton nos dejó como legado a George W. Bush para obligarnos a retornar a un Clinton, Hillary en este caso. Barack Obama nos dejó a Donald Trump, y ya hablan de que Michelle Obama debe ser la candidata del 2020.
Romper el intento de transformar la democracia en una monarquía constitucional, será uno de los principales aportes de Trump; nadie espera que Melania Trump sea presidenta.
Trump ni construirá el muro en la frontera, ni deportará a millones de indocumentados, ese es un temor infundado, será una de sus “promesas incumplidas”.
Si Trump deporta tres millones, simplemente empataría con Obama, ¿por qué nadie deportó los ya deportados y protestan los que aún no han deportado?
Se teme que el triunfo de Trump haga que los racistas reinicien ataques contra las minorías étnicas. Si sólo los Clinton y los Bush frenan a los racistas, vivimos la mentira de “no hay nadie más”. Será mejor que enfrentamos la verdad por fea que sea, y que suceda lo que tenga que suceder.