La pedagogía es una reflexión científica de la educación. En general, nos preocupa la pedagogía que se aplica en los centros educativos, en las universidades y en las organizaciones sociales. Las cuestiones pedagógicas están comprometidas radicalmente con el desarrollo intelectual y social de las personas. De igual modo, buscan que los sujetos construyan conocimientos en y desde la vida para transformarse a sí mismos e introducir cambios en sus entornos personales, sociales e institucionales. Son cuestiones intencionadas que no se detendrán hasta lograr la humanización de las personas y de la sociedad.
Hay una pedagogía que muchas veces nos pasa desapercibida y hasta nos olvidamos de sus novedades y de su efectividad en la vida personal, institucional y social. Nos referimos a la pedagogía de Jesús. Su lógica pedagógica es válida para creyentes y no creyentes. Es una pedagogía para potenciar capacidades como se observa en la elección de sus primeros discípulos (Jn. 1, 35-51); para transformar actitudes y prácticas como lo demuestra la experiencia del encuentro con la mujer adúltera (Jn.7, 2-11); para activar y proponer un programa marcado por valores y relaciones orientados al bienestar de la humanidad como se percibe en la Propuesta que le presentó al joven rico (Mt, 19, 16-22) ; para provocar la confrontación crítica y responsable como lo manifiestan las condiciones que plantea para ser discípulo suyo (Lc. 14, 25-27).
Asimismo, una pedagogía para acoger y respaldar con ternura la voluntad de cambio como nos muestra la parábola del Hijo pródigo (Lc. 15, 11-32); para enfrentar el poder con gallardía y humildad como se nota cuando es cuestionado por el Consejo (Lc.22, 66-71). Al mismo tiempo, una pedagogía justa como revela su posición con respecto al tributo al César (Mc. 12,17). Nos encontramos ante una pedagogía humana y flexible que prioriza a la persona y por ello, no duda en curar en sábado (Lc. 14, 1-6). De igual manera es una pedagogía que interpela, que profundiza la fe como acontece en el camino de Emaús (Lc.24, 13-35). El potencial transformador de la pedagogía de Jesús abre a la conversión y por ello Zaqueo no titubeó y se adhirió a su Proyecto (Lc.19, 1-10).
Estamos ante una pedagogía firme que recupera el respeto a los espacios y creencias como lo refleja su postura ante los mercaderes del templo (Mc. 11,15); una pedagogía compasiva como lo expresa la curación del ciego Bartimeo (Mc. 10, 46-52); una pedagogía que devuelve la salud y los deseos de vivir como evidencia la devolución de la salud al leproso (Lc. 5, 12-16). Además, una pedagogía de la denuncia como refleja su manifestación pública con respecto a los letrados y fariseos (Mt. 23, 2-39). Pero la pedagogía de Jesús no se queda en la mera denuncia ni en el reproche, avanza velozmente a compartir el anuncio de la venida del Espíritu (Jn. 16, 5-15). Actúa así, porque su pedagogía no es de temor, es una pedagogía esperanzada y con arraigo en cada contexto: personal, familiar, institucional, social, local, regional, mundial, etc.
En este contexto de muerte y resurrección tomamos en peso la pedagogía de Jesús que nos enseña a resistir; nos orienta para mantener la frente en alto, ante el dolor, ante los problemas personales, políticos, religiosos, sociales, educativos, ecológicos y todos los que puedan surgir. Él, con una pedagogía que da luz, nos presenta oportunidades para aprender a experimentar los Vía Crucis personales y sociales como mediaciones para una vida y una sociedad transformadas. Son oportunidades poco comprensibles al margen de la fe, pero este es uno de los cometidos de su pedagogía, ayudar a descubrir la luminosidad en medio de las tinieblas; ayudar a descubrir la fuerza en la debilidad; ayudar a mantener la alegría en medio de la dificultad y del conflicto.
Jesús, nos presenta una clave sustantiva de su pedagogía: el amor. La pedagogía del amor no tiene límites, no tiene reservas. La savia de este tipo de pedagogía es inclusiva y por ello Jesús indica “amen unos a otros” (Jn. 13, 33-35). Esta savia se combina con la bondad de la pedagogía del perdón cuando Jesús nos pide que perdonemos las ofensas
(Mt. 18, 15-22). En fin, es una pedagogía necesaria para entender los hechos de la vida cotidiana, las problemáticas de las personas; y sobre todo para cambiar las vicisitudes que vive la sociedad dominicana. De igual modo, es una pedagogía imprescindible para la comprensión y reorientación de los acontecimientos que en estos momentos acaecen en los diferentes escenarios del planeta tierra.
La aplicación de la pedagogía de Jesús en nuestra vida y en la vida de la sociedad puede tener resultados valiosos por su poder restaurador y sus posibilidades para generar la conversión. Esta transformación que irradia la pedagogía de Jesús constituye una vía oportuna para dar pasos hacia una vida nueva en nuestra sociedad; y a nivel personal cada uno de sus ciudadanos. No basta con conocer los postulados y los significados de la pedagogía de Jesús. Es necesario que nos dejemos afectar de forma permanente, por la inspiración y por los principios éticos de su pedagogía. De este modo podremos contribuir en la construcción de un mundo más vivible y en la edificación de unas relaciones más igualitarias y solidarias entre cada uno de sus pobladores.
La transformación no siempre es fácil porque es mejor no mudar nada; es mejor mantenerse inalterable. Todo esto es contrario a la pedagogía de Jesús. Asumirla implica un compromiso intencionado con el cambio de visión, de actitudes y de comportamiento. Supone además, el cultivo de una espiritualidad signada por el diálogo con un Cristo que da vida, que moviliza y compromete con el bien de todos. Supone también, una adhesión consciente y libre, con el Proyecto liberador de Jesús.
Animamos a nuestros lectores a estudiar, investigar y apropiarse de los ejes rectores de la pedagogía de Jesús: libertad, ternura y justicia. Esta tríada es interdependiente y genera una experiencia personal y social singular, que permite el reencuentro con una vida plena y un caminar nuevo, a través de su pedagogía transformadora.