Cuidao si muere como la pava e´ Bernardina dicen en el campo de mi papá para hacer referencia al ánimo insaciable que suele adueñarse de nosotros cuando perseguimos un objetivo.
En términos decentes y publicables, cuentan que la famosa pava cargaba un deseo tan desbordado que a pesar de los esfuerzos de todos los pavos del lugar ninguno fue capaz de saciar aquel voraz apetito. La pava murió de ganas y en pleno acto. Tantas eran las ganas, que nunca nada fue suficiente y por culpa de ese afán indetenible por lograr siempre más no apreció a los buenos pavos que pasaron por sus armas, no salió nunca a jugar al charco, se perdió toda la diversión, no hizo amigos, se amargó y en ese afán colgó los tenis.
La frase, censurable en toda su dimensión, graciosa y muy pintoresca, pero repleta de verdad. De esa realidad que pare la sabiduría popular, que nace en los pueblos y en la boca de la gente.
Ante los constantes sucesos de la vida y el drama de la gente, me resulta inevitable no pensar en la pobre pava de Bernardina y echar mano a aquel recurso popular para advertirnos a todos sobre el peligro de ese afán desmedido de siempre querer más y más.
Ese empeño por lograr lo anhelado, lo que uno cree que le conviene o lo que se entiende que es lo mejor; ese afán porque que las cosas funcionen como entendemos nosotros y cómo nuestras convicciones dicen que deben funcionar, no podemos permitir que nos ciegue. Uno no puede cruzarse de brazos pero tampoco luchar cuando no tiene ni un adversario real.
Se corre el riesgo de terminar agotado cuando se obstina y se cierra la mente casi hasta la irracionalidad. No nos dejemos confundir entre el dulce insistir y el joder la pista cuando decide luchar por algo o por alguien. Uno no puede morir dos veces y dejarse matar por la angustia de morir mientras se espera la muerte.
Nunca sobra la intención de cultivar la paciencia, la prudencia, el respeto y el sentido común, que en estos días parece ser el menos común de todos. Aprender a decirnos que no a nosotros mismos como un ejercicio personal para no chocar de bruces cuando la vida nos conceda lo anhelado a cuentagotas. No espero ni aspiro a engancharnos a conformistas aborregados que dicen a todo que sí. Pero tampoco a morir en la víspera, graves de las ganas esperando más y más, como la famosa pava de Bernardina.