Señor Fausto Rosario

Director Acento.com.do.

Santo Domingo.

Estimado amigo:

Para la edificación de los lectores, no debemos pasar por alto vuestro editorial invitado del 20 de junio titulado “Encíclica ecológica del Papa Francisco: ¿qué mundo queremos dejar a quienes nos van a suceder?”, donde se pondera el documento.

Al respecto, damos por ciertos los aspectos materiales y objetivos de la ciencia que expone el papa Francisco sobre los problemas ambientales que, a causa del quehacer humano sufre nuestro planeta tierra.

Por lo que dejamos a un lado este aspecto y pasamos a destacar el contexto ideológico que el papa ha dejado plasmado en el texto donde, entre otras cosas, trata de vender la idea de que bueno y factible mezclar la fe religiosa y la ciencia, el aceite y el agua, lo que el mismo papa sabe imposible, pues, por ello insiste.

Pero además, en su escrito el papa trata de revivir una idea medieval obsoleta superada: que los males del mundo se deben “a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad humana no tiene limites” porque “el derroche de la creación comienza donde no conocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos”. (Pág. 7 de la encíclica)

El mismo papa en el texto se delata y se pregunta: (citamos)

<< ¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las personas de buena voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que, en el campo de la política y del pensamiento, algu­nos rechazan con fuerza la idea de un Creador, o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que las reli­giones pueden ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la humanidad. Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser tolerada. Sin embar­go, la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas.>> ( Ver: capítulo segundo: El evangelio de la creación”; numeral 62, página 69.)

Y nosotros contestamos:

Porque la misión suya, la de la Iglesia, es la de persistir en imponer su ideología, su absolutismo, su universalidad, su catolicismo excluyente, su subcultura, como lo demuestra usted en la introducción de esta encíclica, al decir que los males del mundo se deben:

(…) “a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas , por lo cual la libertad humana no tiene limites” porque “ el derroche de la creación comienza donde no conocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros , sino que solo nos vemos a nosotros mismos”. Porque (…) “el derroche de la creación comienza donde no conocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros , sino que sólo nos vemos a nosotros mismos”. (Pág. 7 encíclica).

De esto se trata: la encíclica, el tema ecológico que el papa aborda, es solo un Caballo de Troya donde la Iglesia esconde sus verdaderos propósitos:

Tratar de salvar el sombrero de una Iglesia tenebrosa que se hunde en los mares de luz y de ciencia que el hombre ha logrado conquistar después de siglos de lucha en su contra, después de grandes victorias donde le ha podido arrebatar a la Iglesia “los derechos del hombre” que ésta, asociada al poder terrenal, por siglos les mantuvo conculcados.( Revolución Francesa y el protestantismo).

Increíblemente, este papa “progresista” nos plantea la misma idea medieval, aquella donde Dios, y no el hombre, debía ser el centro de toda actividad humana; el papa nos plantea que regresemos al medioevo y, desde luego, con ello en el fondo nos conmina a que aceptemos a su Iglesia como la autoridad suprema, sobre todos los hombre y los Estados, es decir, que aceptemos sus ideas, su plan global, su Iglesia Universal, la católica.

De esto trata su encíclica, es un Caballo de Troya que contiene en sus entrañas una carga de ideologías clericales medievales dominantes y absolutistas.

Nota: Al papa: porque debió iniciar su encíclica pidiéndole perdón al mundo, por que su Iglesia ha sido y es una gran depredadora de la naturaleza y de culturas. Por haber compartido con los conquistadores la depredación cultural y natural de estas vírgenes tierras de América, esclavizando indígenas y negros en sus propios predios eclesiales, despojando, depredando recursos naturales, sacando el oro y la plata con manos esclavas para enriquecer y adornar los altares, con su apoyo, en el nombre de Dios, por repartir tierras ajenas con gentes a bordo a los reyes de Portugal y de España y, sobre todo por depredar sus culturas , por destruir sus creencias para convertirlos en desgraciados seres   “evangelizados” , ofreciéndoles un paraíso que, al ver la crueldad que mostraban sus amos, aquellos que no le temieron a sus reclamos inquisidores rechazaron radicalmente.

Guido Riggio Pou

Santiago RD