Terminado el año 2018, encontramos nuestra República Dominicana ante un gran desafío en el orden social, económico y político. Los dominicanos tenemos tareas pendientes y probablemente únicas en términos de ciclo histórico. El Partido Revolucionario Moderno (PRM) que se ha erigido en la principal fuerza política de oposición está llamado, obligado a asumir, a través de un liderazgo colectivo, ético y responsable, un papel protagónico, funcional y estratégico en hacer que este ciclo dialéctico enrumbe nuestro país hacia la etapa de transición que el año 2020 representa de cara al futuro para las generaciones pujantes de las últimas cuatro décadas. Como miembro fundador y promotor de nuevas ideas a lo interno de este partido, pero más como ciudadano responsable, nos sentimos personal, moral e históricamente comprometido a contribuir con ese proceso de cambio, cada día practicando con el ejemplo.
Para asumir exitosamente ese rol y adquirir la autoridad moral para exhibirlo, a nosotros como PRM, nos hace falta algo fundamental, que más que una cosa, ese algo es un conjunto de cosas complejas que debemos lidiar con ellas de inmediato. Nos hace falta cambiar, pero no en teoría, notas de prensa, ni retórica, sino en praxis, en acción. No logramos conciliar nuestro discurso con las acciones, ni aun con los hechos naturales evidentes. Para muestra un botón. En junio del recién terminado 2018, elegimos o, mejor dicho, designamos nuestras autoridades partidarias bajo la “supuesta premisa” de vender al electorado: renovación, nuevos espíritus y esperanzas. Hay nuevos nombres para la Presidencia, la Secretaría General, demás direcciones nacionales y locales territoriales, sin embargo, la población sigue teniendo la misma percepción –y no lejos de la realidad– de que el PRM ejerce una oposición blandengue, sutil, sin fundamentos, con doble moral, sin coherencia ni visión estratégica ni gerencia política moderna, salvo quienes de forma aislada y muy personal-individual enfrentamos el gobierno corrupto, abusivo y corporativista del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Una tarea sumamente difícil de hacerla sin el apoyo de la poderosa plataforma que significa ser el primer y principal partido de oposición de la República Dominicana. Los que dirigen tienen el terrible desacierto de no solo no hacer lo que tienen que hacer, sino que no dejan que otros lo hagan. Tristemente, a caras nuevas, les invaden los vicios del pasado.
No estamos acompañando al pueblo dominicano de forma inteligente, responsable, agresiva e institucional en sus principales demandas sociales. El PRM está en otra cosa; nuestra dirección nacional no está en lo que tiene que estar. A pocos meses de su instalación, ella debe hacerse un examen de autorreflexión urgente si queremos enderezar las sendas de cambio en el 2020. Un servidor que conoce su partido, la idiosincrasia de sus dirigentes y el fundamento ideológico de su marca se lo reclama a la dirección y se lo confiesa a la opinión pública a ver si de alguna forma, cambiamos el modelo.
Esta infuncionalidad, falta de gerencia política y de rol real de partido opositor se ha manifestado de múltiples formas a lo largo del año 2018. Solo por citar y analizar dos casos en los que nuestro partido y un sector importante de la oposición están caminando erráticamente, nos referiremos a los siguientes. Mientras el Gobierno dominicano tomó prestado en el 2018 unos 4 mil 328 millones de dólares que representan 11 millones 857 mil dólares diarios y un endeudamiento de 24 millones 771 mil pesos cada hora, según análisis del economista José Rijo Presbot, el PRM y su dirección estaban realizando spots publicitarios en la recién culminada temporada festiva sobre ‘el gusto de lechones y pasteles en hojas en navidad’. Cuando lo que debería estar haciendo nuestra dirección es realizar convocatorias públicas de sectores de la sociedad civil, sindicalistas, gremios, académicos independientes y los técnicos del partido para armar huelgas, paros nacionales o manifestaciones públicas locales si fuere necesario o cuando menos deberíamos estar orquestando de forma estratégica acciones legales e institucionales contra el gobierno ante las instancias jurisdiccionales correspondientes. Se trata de la propuesta que hicimos en nuestra pasada campaña para optar por la Secretaría General: “Oposición Institucional”, la cual consiste en someter recursos legales, acciones y denuncias institucionales habidas y por haber para hacer cesar lo que podríamos considerar casi un crimen de lesa humanidad el hecho de endeudarse abusivamente hasta los nietos nuestros y las futuras generaciones. Un dinero fruto de endeudamiento público que, sin dudas, es usado para el sostenimiento de una burocracia estatal altamente onerosa, así como de la red mafiosa y clientelar de la corrupción del PLD; al mismo tiempo que nos hace involucionar como sociedad, vendiendo una idea de crecimiento económico que no se refleja en los bolsillos de la gente. Mientras tanto los miembros del Comité Político del partido oficial se hacen cada vez más ricos y aumenta la desigualdad social en la República Dominicana. Como dice la expresión ya popular, ¿la oposición, pa’ cuando?
Por otro lado, mientras el Congreso Nacional, de mayoría oficialista, aprueba un presupuesto con deficiencias de asignación presupuestaria sobre áreas de alto interés nacional como la educación (que recibe 3.95% disfrazado, menos del 4% del PIB), salud (que recibe 1.88% disfrazado, por debajo del límite progresivo del 4% del PIB que hoy se exige para el sector salud consolidado) y justicia (que recibe 1.95%, menos del 4.10% del presupuesto nacional previsto para el sector justicia comprendido por la Suprema Corte de Justicia, Ministerio Público y Altas Cortes), lo que se hace desde el PRM es promover culto a la personalidad de quienes ostentan la presidencia, secretaría general y principales cargos directivos del partido o grupos que apoyan proyectos presidenciales presentes y futuros. Del mismo modo, en vez de aquellos roles medulares, lo que hace nuestra ‘renovada dirección’ es priorizar el nepotismo y amiguismo por encima de la meritocracia, cuando debiera maximizar el reclutamiento de los mejores talentos de nuestra matrícula partidaria con gran deseo y vocación de servirle al país a través de un auténtico rol opositor. De su parte, otros mantienen el ejercicio de una oposición difusa porque cuando no se los ve silentes ante las malas ejecutorias del gobierno, actúan con indulgencia o al parecer, con compromisos institucionales, políticos o aparentes conflictos de intereses económicos. ¡Esto debe acabar ya! Las bases media y baja del PRM deben exigir un poco más de respeto de parte de las élites partidarias. Porque mientras ellos juegan al traspaso de mando bajo contubernios sutiles, el pueblo de a pie y las bases de nuestro partido exigen cambio de gobierno con rostro humano, sin compromisos con el pasado, persecución de la corrupción y la visión puesta en el futuro y el bienestar de la gente; la ciudadanía, en especial la silente, espera del PRM un arrebato del poder más que una complicidad transicional.
Sin embargo, esta actitud retrógrada no es exclusiva del PRM. Algunos sectores de la sociedad civil y movimientos ciudadanos como algunas facciones de la Marcha Verde también actúan con similar patología, buscando el protagonismo social para lograr reconocimiento y preeminencia política. Mantienen una torpe e irritante rivalidad al pretender ‘cualquierizar’ el PRM y otros partidos opositores en vez de buscar puntos comunes de entendimiento con todas las fuerzas sociales de la nación. Debiendo ser menos hostiles; asumir una actitud más humilde y abierta al consenso, autocrítica como la misma que hoy cuestionamos de forma constructiva a nuestro propio partido. Son miopes políticos y no terminan de entender la fórmula de que la alternancia política favorece a todos, a la patria. Se trata de una cultura política altamente degradante e individualista que debemos erradicar a toda costa en la República Dominicana, la cual de no cambiar en nuestros líderes políticos y sociales que representamos todos los litorales de la oposición, permitirá la inmanencia en el poder del PLD más allá del 2020.
Como puede verse, lo que parece querer una elite política de nuestro partido y de la oposición política del país, salvo limitadas excepciones –y una de ellas considero que es Luis Abinader–, es obtener reconocimiento, notoriedad, pues muchos de ellos tienen sus vidas resueltas; solo persiguen alcanzar el poder por vanidad o ambición de lograr un escaño en el tren de dominación política de nuestro país y no verdaderamente servir, transformar. Otros que quizás no tengan sus ‘vidas tan resueltas’ no están lejos de esa intención, pues no se los ve con otra actitud sino la del grupismo, individualismo, sectarismo y desdén con inocultables ansias de poder. Las circunstancias actuales de hoy nos obligan históricamente a ser menos empresarios y más servidores políticos, mejores ciudadanos, con visión colectiva y menos individualista; con actitud de mayor sacrificio por la mayoría desposeída pero no usar esta de trampolín para aspiraciones particulares y caprichos egocéntricos.
Es cierto que debemos ir modernizando el partido para los nuevos retos, conectar con las nuevas generaciones, de las que somos parte, la posterior y la actual, los “milennials” y las llamadas “X” y “Z”, en fin, la sociedad del siglo XXI (18 a 40 años), que alcanzaremos aproximadamente el 51.23% de más de 7,34 ciudadanos hábiles para votar en el 2020. Pero esa modernidad, no la exhibe un partido, ni se logra en el mundo real a través de una mera “app” (de Apple Store o Google Play de teléfonos inteligentes como publicó mi partido recientemente). Esa conexión es posible a través de la difusión del pensamiento revolucionario, de nuevas y modernas ideas de emprendimiento, liberación social y económica que permitan a la gente, en especial a los jóvenes, a desarrollarse. Ideas de avance cultural y civilizacional, que satisfagan las necesidades actuales del pueblo dominicano, en especial, de un nuevo electorado cada vez más desmotivado por no solo incursionar o involucrarse en política, sino peor, despreocupado por los males ciudadanos, sin deseo ni interés mínimo de votar, lo cual es grave para la democracia, la alternancia de liderazgos, y, sobre todo, el proceso de desarrollo evolutivo de nuestra sociedad.
En definitiva, al parecer, el problema de nuestro partido que hemos denominado o fundado como “moderno” NO está en la falta de regulación, estatutos, organización o reglamentos, mucho menos en nuestra ideología revolucionaria, sino en una cultura intra-partidaria afectada por la ya desgastada cultura política nacional. Nací siendo perredeísta y soy un auténtico discípulo del extinto líder Dr. José Francisco Peña Gómez, pero nunca he arrastrado aquellas mañas por las cuales se critica hoy tanto a los que son o fueron parte del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Siempre he sido promotor de la disciplina, el orden, la organización, ideales y ética política no solo en retórica sino también en acción, por tanto, los escándalos, shows políticos, actitudes divisionistas, el sectarismo, el oportunismo, alabancionismo ni el grupismo han sido ‘santos de mi devoción’ ni parte del accionar o comportamiento que nos ha caracterizado como fiel miembro de una única familia política por más de 20 años. Sin embargo, los males culturales son tan profundos, complejos y difusos que a veces uno termina siendo incomprendido a tal punto que la participación disciplinada, correcta y visionaria molesta a los ojos de algunos que prefieren seguir en el desorden y optan por no avanzar en la cultura política, pues ven en el desorden y el comportamiento político desenfrenado, descompuesto y antiético una oportunidad para servir a sus macabros propósitos.
Partiendo de las indicadas premisas, es perentorio que el PRM como partido líder de la oposición asuma la “Nueva Política”. Si queremos desplazar al PLD del poder, debemos demostrarle a la sociedad que estamos hecho de otra cosa, otros genes o cuando menos, estamos dispuestos y resueltos ‘sin doble moral’ a tener autocontrol y ser notoriamente diferentes. Hay que ganarse la credibilidad ciudadana ahora que estamos en los albores del siglo XXI, frente a nuevos retos, nueva generación de votantes, en fin, otra manera de pensar y actuar. No es tan difícil. No hay que ser super dotados, ni cibernéticos para lograrlo. Solo requiere voluntad política, visión colectiva y continencia. ¡Créanme, es posible!
Por todo lo dicho es importante contextualizar el concepto de “Cambio” en el marco de lo que he llamado la “Nueva Política”. El PRM y algunas fuerzas políticas de oposición, activistas de la sociedad civil, movimiento ciudadano Marcha Verde, y los mismos dirigentes políticos y hasta comunitarios no cesan en citar en sus discursos, retórica o argumentaciones la expresión de “cambio”. Sin embargo, siento que no solo la expresan con carencia de total sinceridad, sino que la aplican a veces hasta con desconocimiento o descontextualización en el momento histórico que vivimos actualmente. Tampoco la hacen práctica diaria de sus actos: promueven el individualismo, grupismo, sectarismo, culto a la personalidad, exclusión, y por demás, la ambición del poder sin metas ni propósitos colectivos. ¡Eso debe cambiar! ¡Basta ya! ¡Abramos los ojos, nuestros corazones!
La palabra “Cambio” aplicada al momento histórico que vive RD, no es solo una expresión compuesta de seis letras, ni correspondiente a las múltiples definiciones que representa su semántica, entre ellas, “el efecto o acción de cambiar de apariencia, condición o comportamiento” según el diccionario de la Real Academia Española. El cambio al que está comprometido el PRM y fuerzas de oposición dominicanas no es solo en la mera búsqueda de cambio de partido en el poder, de gobierno o de actores –visión de algunos que hacen suyas la expresión “quítate tú, para ponerme yo”– para seguir haciendo o ser más de lo mismo, pero con diferentes nombres y apellidos, sino de cambio cultural y ético.
Ese cambio tampoco refiere a sustituir cosas viejas por más recientes o meramente nuevas en apariencias. De lo que se trata es de cambiar desde adentro para proyectar cambio hacia afuera y ser merecedor de la condición de portador de esa aura de cambio atractiva para la sociedad, para que ella se enamore de ese cambio personalizado en el PRM. Es pues, la persecución de un paradigma ideológico y de ideales sociales, éticos, sin abandonar la realidad, lo pragmático y lo estratégico; que ese paradigma se convierta en un ideal cultural, en nuestra forma existencial de hacer política. Se trata de hacer cambiar la forma de cómo los ciudadanos y ciudadanas de a pie y del mundo de las redes sociales nos ven y cómo asimilan, consumen, hacen suyo dicho ideal, convirtiéndose ellos mismos en compromisarios de hacerlo una práctica cotidiana es sus propias vidas. Ese efecto catalizador tipo dominó es formidablemente poderoso, más que el de un imperio económico como se nos ha vendido la falsa idea de infalibilidad de nuestros adversarios. Si logramos eso, y estoy seguro de que, con visión estratégica, sabiduría y voluntad política podemos hacerlo, conseguiremos la verdadera transición que requerirán los nuevos tiempos y desafíos a enfrentar como sociedad, más allá del político-partidario, que se avecinan a partir del año 2020. [FIN]. – #AnDL. – [FIN]. Santo Domingo, D. N., 31 de diciembre, 2018 – 03 de enero, 2019. Fuentes: Ley núm. 1-12 sobre Estrategia Nacional de Desarrollo; Junta Central Electoral; Dirección General de Presupuesto; Cámara de Diputados de la República Dominicana; Consultas de expertos: José Rijo Presbot, economista; Roberto Sánchez, presidente del Frente de Seguridad Social del PRM; otras.
**El autor es un jurista ciudadano, analista político, miembro y dirigente del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Fue aspirante a Diputado por la Circunscripción No. 01 del Distrito Nacional (2016). También excandidato a la Secretaría General del mismo partido (2018). Especializado en Derecho Internacional, Regulación Económica y Responsabilidad Civil (Universidad Pantheon-Assas, Paris II). Abogado litigante, estratega de negocios y consultor empresarial. Ha realizado diplomados superiores en Ciencias Políticas y especialidad en Relaciones Internacionales (FLACSO), así como cursos de Gerencia Política (George Washington University).