Para entender la crisis interminable de Haití debemos ver un poco el pasado, sobre todo a partir del año 1795, cuando mediante el Tratado de Basilea dentro de los puntos del acuerdo, España cede a Francia la Isla de Santo Domingo y a la vez Francia cede a España los territorios al sur de los montes Pirineos.

A fin de cuentas el mayor interés de los franceses se concentró en la parte oeste de la Isla por ser la zona que en ese entonces contaba con abundantes recursos naturales y mano de obra esclava, aunque ya de por sí España había perdido el interés en la Isla sobre todo de la parte oeste, por la gran cantidad de oro y plata en conquistado sur del continente americano.

Este acuerdo se vio abortado por la guerra de abolición de la esclavitud y declaración de la independencia de Haití, movimiento encabezado por Toussaint Louverture en enero del año 1801.

Pero el precio de la libertad Haití tuvo que pagarla muy cara, pues Francia exigió que para poder permitir que esa colonia fuera libre ésta debía pagar al gobierno francés 30 millones de francos, por lo que la nueva nación se vio obligada a tomar ese dinero prestado a un banco francés, que era otra parte de las condiciones, el cual adicionalmente le cobró 6 millones de francos en comisiones; esto propicio que Francia permitiera a la colonia su independencia en el año 1804.

A pesar de la cuantiosa cantidad de recursos naturales y la producción de productos tales como la caña de azúcar, café, cacao, tabaco, además de la situación financiera que generó una profundización de la pobreza, la explotación intensiva en la producción maderable diezmó los bosques y con ello el sustento de agua y clima adecuado para el cultivo de los productos anteriormente señalados.

Más recientemente con la férrea dictadura de Jean Claude Duvalier y sucesores en el periodo de 1957-1986, el país más pobre de América, se organizó, pero a partir de los intereses de los Duvalier y al costo de cerca de 30,000 muertos y el saqueo de este régimen a ese país de más de 800 millones de dólares.

Con la caída del régimen de los Duvalier y el debilitamiento del Estado, a pesar de la sucesión varios presidentes, en el país resurge un fenómeno similar a los bucaneros y filibusteros ingleses que operaban en la parte oeste de la Isla de Santo Domingo, arrasando con toda especie de producción animal, sobre todo ganadera.

La nueva modalidad son las bandas o pandillas, ante la falta de instituciones estatales, ejército, policía, justicia y poder ejecutivo con el suficiente poder para enfrentar dichas bandas, que operan en todo el territorio haitiano con toda la libertad, para realizar sus actividades de tráfico de drogas, trata de personas, secuestros, tráfico de armas, contrabando para la entrada de diversidad de productos al territorio sin pagar impuestos.

La operación de estos grupos lleva a que la violencia en Haití crezca cada día más, hasta tal punto que se estima que solo en del gobierno del recién asesinado presidente, Jovenel Moise, los crímenes y secuestros aumentaron en más de un 200% y según la UNICEF en el primer trimestre del 2021 hubo un aumento del 62% de ataques de grupos armados, con relación al año 2020. Esto en un país en donde más de la mitad de la población vive en estado de pobreza y más del 24% en condiciones de pobreza extrema.

A este panorama se agregan los efectos del terremoto del año 2010 que dejó cerca de 316,OOO muertos y 8,000 millones de dólares de pérdidas, lo que representaba el 120% de su producto interno bruto; luego el huracán Matthew provocó más de 500 muertos y una reducción de un 32% del PIB; esto sin contar con los efectos del terremoto de este mismo año.

Solo con una intervención seria de la comunidad internacional encabezada por la ONU, pero sobre todo con el empoderamiento del pueblo haitiano, se puede afrontar esta grave crisis que sufre Haití, para que pase de un Estado fallido a un Estado democrático, en la medida que se reduzcan los niveles de pobreza.