En la vida la oposición es principio fundamental. Cuando no viene dada por la naturaleza, la cultura se encarga de construirla. Algunos ejemplos de realidades opuestas son los siguientes: frío/caliente; dulce/amargo; feo/bello; sólido/líquido; bien/mal; bueno/malo; ancho/angosto; vida/muerte; amor/odio; altruismo/egoísmo; negro/blanco, salud/enfermedad, etcétera. No extraña, entonces, el que el principio lingüístico de la oposición sea el más trascendente de todos los principios lingüísticos saussureanos.
En la primera serie de artículos habíamos presentado este principio como parte de los a prioris y a posterioris del conocimiento lingüístico. En esta tercera entrega compuesta por cinco artículos, mostramos cómo dicho principio se constituye en criterio clave, no solo para comprender el sistema lingüístico saussureano, sino además para percibir adecuadamente el funcionamiento de las hablas y discursos del presente.
La oposición lingüística es el principio a través del cual las unidades son definidas en divergencia a otras. De ese modo, el significante existe por oposición al significado; cuyo equivalente en la lingüística estructural danesa es el “plano de la expresión”, en contraste al “plano del contenido”. Del mismo modo, para Chomsky la “estructura superficial” existe en oposición a la “estructura profunda”. Y así, en la semiótica norteamericana y europea, el representamen se opone al objeto o significado del signo. Dada estas claras correspondencias, en esta serie usamos estas oposiciones de manera indistinta.
Lo que conocemos como el nombre de estructura superficial ha sido privilegiado por los estudiosos de los signos verbales y no verbales. Desde Saussure hasta el presente se suelen describir los significantes de las emisiones verbales, en múltiples casos, soslayando el significado y el sentido, lo que ha implicado obviar la dimensión trascendente del estudio de cada estructura superficial, conjuntamente con su estructura profunda.
En esto reside, en parte, la distinción de la lingüística general con lo que hemos convenido en llamar “cosmolingüística”, denominación que refiere al estudio de los “universos de universos comunicativos” (textos verbales y no verbales, desde perspectivas inmanentes y trascendentes). Se estudian los universos comunicativos, no para describir únicamente su estructura superficial, sino para ir más allá, al estudio de la estructura profunda de los textos de mano de los especialistas suficientes y necesarios para comprender la cosmovisión del mundo de los hablantes.
La estructura superficial, o significante, refiere a los textos, en tanto formas representamen opuestas y, al propio tiempo, inherentes al macroenunciado o discurso que representan. Por eso, estructura profunda refiere siempre al plano del significado-sentido, es decir, al discurso y no a su modo de expresión –texto–. De este modo el principio de la oposición permite comprender esta distinción que suele pasar inadvertida. La siguiente muestra tomada del habla de un chófer dominicano de carro público (Ruta Independencia, Santo Domingo, D.N.) resulta ilustrativa:
(…) “La gente no sabe lo que cuejta un carro como ejte. No le impolta tirala puelta con to su fuelza y ronpela. A mí sí que me duele polque soy un padre de familia” (…)
El estudio de la estructura superficial o significante de este texto implicaría, en el aspecto fónico, describir la secuencia de fonos, es decir, realizaciones fonéticas propias del idiolecto del hablante. En tal sentido, éstos se clasificarían de acuerdo al modo de articulación; acción de las cuerdas vocales; según el aire salga por las fosas nasales y boca, etc. En el ejemplo supracitado se identifican diferentes metaplasmos, entre los que cuentan: síncopa (tirala/tirarla); Aféresis (to/toda); rotación (vibrante simple “r” por el lateral “l”). Aspiración del fono fricativo “s” en “j”, etcétera.
En el aspecto formal o gramatical se describirían, por un lado, todos los morfos y se clasificarían según la categorización hispánica. Por otro lado, se clasificarían las estructuras oracionales atendiendo a todas las relaciones y las funciones sintácticas que desempeñan sus palabras. En lo concerniente al aspecto sémico, se describen los semas expresados a través del vocabulario del texto y se categoriza en función del tema, en este caso: “padre de familia se queja ante desconsideración de pasajeros…”.
Ahora bien, todas estas descripciones no tocan el discurso, sino su estructura superficial, ya que hacerlo supone el análisis de las implicaturas sociológicas, económicas, geográficas, psicológicas y lingüísticas (pragmáticas, etc.) que remitirán a la cosmovisión del hablante y su realidad, es decir, a los contextos del “padre de familia dominicano” del cual es representamen el texto de ese chofer.
Este breve ejemplo, igualmente, ilustra la oposición entre texto/discurso. El primero se opone al segundo, en tanto constituye su estructura superficial. El texto corresponde a la sincronía, mientras el discurso pertenece a lo pancrónico (diacrónico-sincrónico). Esta dicotomía opuesta desencadena en la oposición: análisis textual/análisis discursivo, de la cual ya contamos con un marco teórico considerable y que abordaremos en su debido momento.