El Rococó fue un movimiento artístico nacido en Francia, que se desarrolla de forma progresiva entre los años 1730 y 1760. Sus creadores lo definieron como un arte individualista, antiformalista y cortesano, donde predominaban las formas inspiradas en la naturaleza, la mitología, la belleza de los cuerpos desnudos, el arte oriental o los temas galantes amorosos.

En el caso de la política y la sociedad dominicana del primer decenio del siglo XXI, y un poco más, el rococó criollo sobresalta lo excelso, lo mundano, los excesos, y lo profano en una mezcla de arcoíris político-partidista donde sobresale el color morado con ligeros matices variados de estilo personal y autoritario. Pero sobretodo, con énfasis en el individualismo y las tendencias de colectivismo social que asoman en el horizonte tropical.

Otros lo han descrito como un arte básicamente mundano, sin influencias religiosas, que trata temas de la vida diaria y las relaciones humanas, un estilo que busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y sensual, el cual se proyectó en otros países como Italia, España, Reunido Unido, Alemania y hasta en la iglesia Católica.

La nueva era de la vida nacional se perfila en un rococó fragmentado, donde el individualismo y la voluntad de un ego y un partido con ambiciones ilimitadas pretenden imponerse por encima de las reglas de juego, las leyes, las instituciones y los partidos, sin ningún sistema de consecuencias que frene la ambición de permanencia vitalicia, montada en las ruedas del continuismo, el clientelismo, el paternalismo  y la corrupción galopantes.

La transición del rococó, también conocido como el “estilo Luis XV”, a nuevas formas y expresiones artísticas empezó hacia 1720. Este estilo, llamado en su tiempo «del gusto moderno», fue despreciado por sus críticos y detractores neoclasicistas con la palabra rococó, que es una composición de “rocaille” (piedra) y “coquille” (concha marina), puesto que en los primeros diseños del nuevo estilo aparecían formas irregulares inspiradas en rocas marinas, algas y conchas.

En este período crítico de la historia nacional, nadie está escapo de librarse de la persecución, el hostigamiento, el fraude, el pesimismo, la ira contenida, el ansia de escape, el  nada que hacer, la impotencia, la conveniencia del partido, la falta de agua y de energía eléctrica, la garantía oficial de que habrá pan, pollos y cerdos en Navidad, el patriotismo barato, la delincuencia, el hombre serio, los violadores y los premios rimbombantes en París, Washington o Madrid.

La delicadeza y la alegría de los motivos rococó fueron con frecuencia una reacción a los excesos del régimen de Luis XIV. Por tanto, si lo Barroco estaba al servicio del poder absolutista y monárquico anterior, es decir la sutileza de las mieles del poder y el continuismo, el Rococó fue el telón de fondo para la satisfacción de la aristocracia, la burguesía y la plebe dominante.

Aunque el Rococó haya sido un arte convencionalista y cortesano, es un ejemplo de cómo una filosofía de liberación nacional en manos de un comité político de una corporación política y social, con un estilo inconfundible y autoritario, puede estar dirigido a individuos inferiores dentro de dicha sociedad y no a sus monarcas o dioses.