Hace una semana, me encontré con un amigo, el cual tenía más de cinco años que no veía, y me llamó a la atención esta frase que me dijo: “El imperio salvó a Jesus”, y en realidad no había caído en la cuenta de esta realidad.

Resulta que cuando iba a nacer el hijo de Dios, sus padres tuvieron que asistir al censo, por decreto del emperador Augusto, el cual ordenaba que todo el mundo debía inscribirse en un censo, el primero de los  realizado siendo Quirino gobernador de Siria. De esta forma tienen que viajar de Nazaret a una  ciudad de David llamada Belén. (Lc 2, 1-14).  El camino fue parte de la vida del hijo de Dios. Y al poco tiempo veremos a los padres de Jesús huyendo hacia el imperio para salvarlo de un gobernador que busca acabarle (Mt 2, 13). 

La navidad es una luz

Quizás muchos confunden el sentido de este tiempo de navidad, en que  el hemisferio norte recibe la estación de invierno, los días se hacen más cortos y las noches  más largas, tiempo en el que surge la luz en medio de las diferentes oscuridades, de la cual san Lucas, narra con claridad  cómo la llegada de Dios calienta el frio de la humanidad. “El ángel dijo: no teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido un salvador, el Mesías el Señor”(Lc 1, 10).

El  nacimiento es de vital  importancia para la humanidad.  Junto a él confluyen todas las realidades que hoy son problemas, los migrantes, los que no tienen un trabajo, los de otras creencias (el caso de los  magos), es decir, frente a esta gran luz, Jesús,  se postran  los grandes y entendidos, los sencillos y humildes, delante del  pesebre confluyen pastores, hombres y mujeres, los desplazados de la época. Y este es uno de los sentidos de la navidad.

Luz que alumbra en medio de la oscuridad

Si se hace presente la dignidad de los seres humanos, es una luz que alumbra en la oscuridad, cuando todos y todas pueden contemplar el mismo misterio del Dios que nace, es navidad,  cuando los Jesús de hoy encuentran sus belenes y en ellos los pesebres donde hospedarse, ahí es navidad.

Es navidad cuando en medio de la persecución, los padres huyen a Egipto, imperio de la época, y en las entrañas del mismo, el niño es salvado, en ese cuadro ilógico aparentemente, allí es navidad.

En las realidades frágiles, donde la vida merece ser cuidada sobre manera para que permanezca, allí es navidad. Y la realidad en la que ayer fue navidad, es la misma que atraviesan muchos seres humanos  hoy. Y en esa debilidad surge la fuerza de la vida  y la luz se hace presente, anunciando que ha nacido y que ya es navidad.

La navidad es la luz que alumbra en la oscuridad de la vida de niños, ancianos y jóvenes que siguen esperando en el milagro de la vida.  Allí donde la luz entra por las rehendijas inimaginarias por donde se  abre camino  la vida,  y  en esos senderos donde se encuentran niños hambrientos y polvorientos que aún se les dibuja una sonrisa, allí es la luz de la navidad.

Allá en las entrañas profundas  de los imperios donde se da la vida y la muerte, y donde una vida logra salvar su latir, ahí es navidad; también lo es en los espacios donde   no se muere la utopía, donde todavía vive la esperanza, en ese lugar en el que  no ha sido secuestrada la risa, el canto, el compartir, el círculo de la vida, donde se tiene la capacidad de compartir el moro, el lechón asado, el vino y el mabí, la cerveza, ahí es navidad.

La navidad, es la natividad del sol que ilumina a la humanidad y desde ese momento esa luz  insiste permanecer en los espacios donde se quiere implementar la oscuridad como forma de vivir,  allí, la insistencia de la luz perenne,  que trae la vida del recién nacido provoca una nueva forma de convivencia, y ahí es navidad.