La Navidad es una fiesta con fuerte arraigo en la sociedad dominicana. En esta época, los cristianos conmemoramos el nacimiento de Jesús con entusiasmo desbordante. Son muchas las manifestaciones  que hacen de esta festividad una experiencia excepcional para los dominicanos. Hay rasgos comunes con otros países, como es el encuentro con familiares y con amigos cercanos.

En la República Dominicana, existen peculiaridades, como comer lechón asado, que hacen de este tiempo un período inolvidable. En nuestro contexto, se sustantiva el encuentro familiar, la búsqueda de espacios para una convivencia cercana, alegre y con sentido fraterno. Este encuentro va acompañado de la ingestión  de alimentos, de los cuales se priorizan los de la gastronomía dominicana y exclusivos del tiempo de Navidad.

Antes de 2020, la celebración no tenía prisa para finalizar, ni problemas para involucrar a la mayor cantidad de personas, cuando de la cena se pasaba al baile navideño.  Risas, cantos y bailes sin horas para finalizar constituían parte del libreto de Navidad. Nadie deseaba clausurar la cena de Nochebuena. Primaba el deseo de continuar la fiesta hasta el amanecer, manteniendo en todo momento el clima familiar y la cercanía.

Pero desde 2020, la Navidad está experimentando cambios significativos.  La incidencia de la COVID-19 con sus variantes impacta esta fiesta de tal manera, que la Navidad se celebra con restricciones: uso de mascarilla, distanciamiento físico y vigilancia constante del estado de la higiene general, con atención prioritaria a la limpieza de las manos. Los cambios no solo tienen origen virulento; influye, también, la realidad económica de un alto porcentaje de la población dominicana. Es una situación precaria en el ámbito económico. Esto no permite celebraciones; a lo sumo, posibilita un asomo a lo que fue la celebración de la Navidad en otros tiempos. La COVID-19 y la economía están drenando expresiones culturales importantes.

Los dos componentes anteriormente señalados subrayan un rasgo que se vuelve dominante en estos momentos: la incertidumbre.  La Navidad mundial se ha convertido en una experiencia marcada por la inseguridad. Ómicron, variante de la COVID-19, tiene a la población del mundo en estado de perplejidad. La facilidad con la que se propaga y el poder letal que exhibe entre los no vacunados, genera pánico en los que creen en la verdad de la pandemia.

No todos los dominicanos creen que la pandemia existe ni, mucho menos, que es un problema generado por factores biológicos. Los que creen en esta dirección, no participan del pavor que produce Ómicron actualmente. Para los que están convencidos de la gravedad de la pandemia, el comportamiento es diferente.

Este tiempo de incertidumbre le genera, a su vez, un estado anímico que desmotiva y elimina tanto la intensidad de la fiesta como el tono alegre que le es propio. Por esto, la Navidad adquiere un tono apagado, menos colorido y, sobre todo, menos concentración de personas. Las tres reglas restrictivas, imponen su fuerza y convierten la celebración de la Navidad en una actividad con menos vida y con más miedo. La incertidumbre conmina a la búsqueda de nuevas formas de divertirse y de conservar las expresiones culturales genuinas. Invita, también, a movilizar la creatividad, para que la Navidad continúe siendo una expresión cargada de significados para todos los dominicanos que la acogen y la festejan. No podemos deshacernos de la incertidumbre, porque está presente.

Hemos de asumirla;  y dejarnos desafiar por ella, para descubrir nuevas modalidades  que posibiliten la celebración de la Navidad con menos inseguridad y con renovada alegría. Cierto grado de incertidumbre es bueno. Permite un estado de alerta que mantiene en acción la razón. Esto puede dar origen a nuevas alternativas para una gestión inteligente de las situaciones difíciles y de la economía personal y familiar. De las realidades complejas, como las que nos aporta la variante Ómicron, es posible intuir, descubrir modos nuevos de vivir, de relacionarnos y de gestionar los problemas.

La Navidad en tiempos de incertidumbre no tiene que ser una experiencia totalmente negativa. Este período ha de ser una oportunidad para aprender a crear, a producir desde la adversidad. Así, la sociedad dominicana afirma y expande su capacidad de resiliencia. Así, le aporta al mundo un estilo resiliente que se distingue por la innovación en tiempos difíciles. La incertidumbre no puede enfriar la Navidad. Por el contrario, ha de convertirla en un tiempo caracterizado por una nueva imaginación creadora; y una producción cultural, social y económica más promisoria.