La referencia bíblica a cómo Jesús con pocos panes y peces dio de comer a una multitud, bien podría servirnos de referencia en este tiempo.
La bulla del día a día facilita que olvidemos la pobreza de muchas personas. Millones en el mundo han perdido sus puestos de trabajo, y en la República Dominicana la pandemia ha producido una recesión económica que se proyecta en una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de aproximadamente 5.5% este 2020. Y falta por determinar con precisión el impacto de la pandemia en el empleo y el subempleo.
Puesto en contexto, durante las últimas dos décadas, la República Dominicana experimentó un crecimiento económico que solo fue negativamente afectado por la crisis bancaria de 2003-2004. Ese crecimiento contribuyó a disminuir la pobreza y a expandir los estratos medios, aunque la mayoría de la población se mantuvo en estratos bajos.
Según los datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), para el 2017, el 28.2% de la población dominicana se encontraba en el estrato pobre o muy pobre, el 33.5% en el estrato de bajo ingreso no pobre, el 24.3% en el de ingreso medio bajo, el 11.8% en el medio, el 1.8% en el medio alto y el 0.4% en el alto. Esto significa que 61.7% (28.2+33.5) de la población se coloca es estratos pobres o vulnerable, y solo 14% (11.8+1.8+0.4) en una posición económica favorable.
Si estos son los resultados de una época de bonanza, entonces, la pregunta ahora es: ¿cómo quedará la estructura de ingresos en la República Dominicana al fin de la pandemia?
Por el momento, los subsidios que se establecieron como FASE y Quédate en Casa han ayudado a mitigar el impacto empobrecedor del COVID-19, pero cuando avance el 2021 se verán más claramente los efectos devastadores.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo se repartirán los panes y los peces en época de escasez?
En la República Dominicana prevalece un modelo económico de bajos salarios (por eso se utiliza mano de obra haitiana), de generosos incentivos fiscales a algunos sectores empresariales, y una estructura impositiva regresiva de impuestos al consumo. En este modelo económico, el Estado es el gran empleador y distribuidor de beneficios.
Ya está en el tapete la reforma fiscal que será un pandemonio. ¿Quién pagará más impuestos en un país donde predominan los pobres o casi pobres? ¿Cuánto más pagarán los que ya pagan? ¿Qué mejoría traerán sectores empresariales beneficiados por décadas con incentivos que generan fundamentalmente puestos de trabajo de bajos salarios, como zona franca y turismo, aunque traigan divisas?
A diferencia de Jesús que multiplicó los pocos panes y peces ante una multitud porque contaba con la virtud del milagro y la bondad, en la República Dominicana los frutos del crecimiento se han distribuido muy mal a través del tiempo. Unos pocos se llevan la mayoría de la riqueza y muchos otros apenas sobreviven.
Entre el año 2000 y el 2019, el ingreso per cápita en la República Dominicana aumentó de 2,870 dólares a 8,583 dólares, pero la concentración de la riqueza muestra la mala distribución: el 20% más rico concentra alrededor del 50% de la riqueza, mientras el 20% más pobre alrededor del 5%. Eso es desigualdad.
La crisis económica actual agravará la pobreza y la desigualdad, a menos que se produzcan grandes transformaciones socioeconómicas de las que no se está hablando. Una reforma fiscal con predominio de beneficios empresariales, como han sido todas, no es camino a mayor igualdad.
Artículo publicado en el periódico HOY