El título de este artículo es del poema de Carmen Natalia Martínez Bonilla, Carmen Natalia. Fue escrito por la autora en 1949, en los tensos momentos que era perseguida por su intensa lucha como militante de la Juventud Democrática contra la tiranía de Trujillo.
“La Miseria está de ronda” me revela -una vez más- que la a poesía es energía viva, y el lenguaje la esencia espiritual del ser. Después de volver a leerlo, desgarrándome, estremeciéndome con cada verso, reafirmo que creo en la poesía, puesto que la humanidad aún no alcanza a transformar su naturaleza violenta, sus miserias; darle fin a ese drama de preguntas constante sobre la muerte y la terrible urgencia de negar a la nada. Este poema trae dolor, y causa dolor. Está cargado de un sensorialidad angustiante, comunica quejas, anhelos, desolación, infortunios, experiencias, sentimientos de impotencia, desvalimiento.
La poesía de Carmen Natalia conmueve. “La Miseria está de ronda” no sólo describe un momento, sino todos los momentos de un mundo que no nos resulta extraño, porque sigue, continúa siendo el mismo, sin importar las ideologías ni el devenir de la historia.
Han pasado sesenta y cinco años desde que nuestra Carmen Natalia escribió este poema inmortal que pone en tensión a los contrarios, y bordea los límites del horror y de las ignominiosas sombras que nos lanzan de golpe ante el miedo al vacío existencial como un espejo en el cual nos miramos con asombro. Este es un texto que a través de la fuerza de sus palabras, la poetización y la vivencia personal de la autora, nos coloca de frente a la evidencia de una subversión del ser contra el poder, contra el ambiente y contra los dogmas, para despertar un sentimiento de supervivencia espiritual, y acusaciones al opresor de los débiles.
Al volver a leerlo, recuerdo estas ideas del crítico alemán C. M. Bowra en su Historia de la Literatura Griega, en una traducción de de Alfonso Reyes, al considerar que pueden arrojarnos suficiente luz –desde la crítica literaria- para comprender el alma de Carmen Natalia, y la inmortalidad de su creación poética:
“Comparada con la mayoría de las modernas literaturas, la griega asombra por su sencillez y falta de adorno (…). Esta condición resulta de omitir todo cuanto no parece esencial y de insistir en cuanto parece importante para la emoción o la estructura de la obra. (…) Los griegos poseían un tacto instintivo y seguro para escoger lo significado y prescindir de lo ocioso. No es que lo hayan hecho siempre de modo consciente o deliberado. Era una actividad espontánea de aquel pueblo, cuyo genio le permitía descubrir el pulso infalible de la belleza y dispensarse de preliminares y elaboraciones enojosas.
“A este sentido artístico natural viene a sumarse, en los mejores escritores de Grecia, la gran seriedad y energía intelectuales. Todo lo veían con ojos nítidos, libres a un tiempo de saciedad y prejuicio, y así acertaban a aplicar toda su capacidad mental al logro de su arte. No escribían sobre cosa alguna sin someterla al matiz de la propia crítica. En particular, huían del sentimentalismo y del ornamento redundante o puramente decorativo. Parecen haber comprendido que la poesía debe alimentarse en la común experiencia y es patrimonio que todos los hombres comparten. Por eso procuraban cimentarla en las emociones primarias, dejando de lado los rincones penumbrosos y las fluideces escurridizas de la “sensiblería”. No escribían para las minorías o capillas de exquisitos, para las, cliques, sino para la humanidad, y sabían discernir entre lo pasajero y lo permanente. (…) La poesía, como asunto serio, exigía la atención y la concentración, y los públicos griegos supieron responder a tales exigencias, educándose para auditorios aplicados y críticos inteligentes. Como consecuencia, los poetas procuraban darles lo mejor de sí”. [1]
Es gracias a las enseñanzas de la Directora de Teatro y declamadora continental Maricusa Ornes (Puerto Plata, 12 de septiembre, 1926) que puede conocer este poema de Carmen Natalia, una escritora cuya estirpe se identifica con el amor al prójimo, y la grandeza de su lenguaje va en paralelo con su vida como vencedora del instante; puesto que no fue una simple militante política, y aún cuando puedo enloquecer por el desencanto o sucumbir por la opresión genérica, resistió el poderío de los fuertes.
“La Miseria está de ronda” [2] es el poema de una poeta que no se cruzó de brazos ante este mundo amenazador de la dignidad, que actuó sin miedo ante las llamas que descienden del cielo, porque el pueblo estuvo en ella y sigue estando en ella para ofrendar sus palabras y también su vida, ya que la poesía es obediente al clamor humano, y los poetas son sus profetas, cuando llega el momento en que los pueblos derrumban el despotismo social, y el individuo hace la rebelión añorada. La poesía –no lo olvidemos nunca- es el arma para la rebelión y la insurrección.
La miseria está de ronda (*) poema de Carmen Natalia (1917-1976)
Los ojos de la Miseria son áridos y profundos
como los pozos vacíos. Sus lagrimales de fuego
queman lágrimas de sangre en la pira del silencio.
Las manos de la Miseria son frías y descarnadas.
Tantean el viento espero buscando el pan escondido,
y el viento sólo devuelve el hambre de su vacío.
Los labios de la Miseria son rígidos y morados.
De tanto pedir se han vuelto callados como las piedras
por donde van caminando sus desnudos pies de cera.
Las carnes de la Miseria son amarillas y secas.
La boca enorme del hambre le sorbió toda la linfa
y la garra del espanto le hizo un colgante de fibras.
El vientre de la Miseria incuba niños escuálidos
con su misma cara triste y sus mismos ojos áridos
con sus manos descarnadas y con sus labios morados.
¡Huye, mujer! ¡Huye, madre! No dejes que la Miseria
te devore las entrañas con sus dientes afilados,
ni que se chupe la sangre del hijo que has engendrado!
¡Huye, mujer! ¡Huye, madre! No dejes que tu pequeño
muerda corteza de árboles, ni camine descalzo
sobre las piedras ardientes, ni que beba agua de charcos…
¡Huye, mujer! ¡Huye, madre! No dejes que tu pequeño
sienta el espanto del hambre. No dejes que se le vuelva
duro el corazón sensible, marga la risa nueva.
¡Huye, mujer! ¡Huye, madre! No dejes que la Miseria
haga un viejo de tu niño antes de que llegue a hombre,
ni que agoste su alegría como se agostan las flores.
¡Huye, mujer! ¡Huye, madre!… ¡Oh, la maldita Miseria
está de ronda en mi pueblo! ¡Huye, mujer! ¡Huye, madre!
¡La Miseria está en mi pueblo y mi pueblo está sin sangre!
(1949)
[1] C. M. Bowra en su Historia de la Literatura Griega (México: Fondo de la Cultura Económica, 1950): 10- 11.
[2] Carmen Natalia, Alma Adentro. Obra poética completa. 1939-1976. (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981): 294. Prólogo Altamente confidencial ¿“A dónde, a dónde fueron tus gritos vegetales”? de Pedro Mir; “A Manera de Epílogo. C. N. En dos notas telegráficas y dos poemas” por Alberto Baeza Flores y “Carmen Natalia. Datos biográficos” de O. M. (Maricusa Ornes).