“Nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otro modo el vino reventaría los odres y se echarían a perder tanto el vino como los odres; a vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22).
Después de la declaratoria del presidente Danilo Medina, en referencia a la sangre nueva dentro del PLD. Este parecer ha traspasado los linderos del partido gobernante, sacudiendo también las fincas ajenas. El revuelo no termina en ninguno de los gallineros. Se ha dicho incluso que, algunos políticos, han tipificado su sangre para solicitar transfusiones. Antes han solicitado todos los análisis pertinentes para tener seguridad que no le carguen una sangre contaminada que los descalifique y los joda.
Aguantará el cuerpo viejo la sangre nueva? Bien lo dijo Jesús, basado en la experiencia de la comunidad de entonces, lo nuevo rompe lo viejo: Nadie coloca un parche nuevo en ropas viejas; de lo contrario el parche nuevo se encogería y se despegaría de la ropa vieja y la rasgadura sería peor. El sistema envejecido de los partidos y la sociedad, basados en instituciones plagadas de privilegios, jerarquías, reglamentaciones y formas corrompidas y sin corazón, favoreciendo todo tipo de exclusiones son odres viejos, que son incapaces de soportar las fermentaciones y gases del vino nuevo.
Y uno se pregunta: ¿cuál es el vino nuevo que la sociedad nos ofrece en este tiempo? ¿cuáles serán los “odres nuevos”?
La sociedad como las instituciones que las componen, deben plantearse formas de relaciones nuevas, con transformaciones profundas que toquen las esencias mismas de su naturaleza. Saltar las salidas de las reformas y los paños de agua tibia, las fórmulas arcaizantes y simplistas para satisfacer agendas trazadas desde ONGs financiadas que no les interesan los cambios de estructuras en el país. Plantean que todo siga basado en este sistema de cosas, pero con pequeñas enmiendas, sin que se pierdan los privilegios. Vino nuevo en odres nuevos, plantea la desestructuración de todo lo que margina, excluye, romper los esquemas.