“¿Cómo se hace la vida? ¿Qué proporción de tu vida es parte de la necesidad, qué proporción es parte de la circunstancia, qué otra es parte del azar y qué parte es una selección consciente de tu existencia? (Simone de Beauvoir: Final de Cuenta).
En la sociedad dominicana ni siquiera hemos tenido lo que hoy se denomina Síndrome de fatiga democrática. Ello así, porque sencillamente, no hemos alcanzado la democracia. Tenemos una democracia de papel en su dibujo, en sus enunciados, válidamente y realmente; no en su concreción, en su asunción en la praxis.
Tenemos leyes donde debería descansar la legalidad, es en el cuerpo normativo, doctrinario que deberíamos entonar el cuerpo de las instituciones, empero, la expresión en la praxis, que es la institucionalidad no aparece. Ello recrudece el déficit de confianza y, por lo tanto, el grado de interactuación en las relaciones sociales se dormitan en un invernadero, que hibernar se hace perpetuo, generando menos Capital Social en todo el tejido de la sociedad, en todos los niveles sociales y económicos.
Participación Ciudadana llamó, con mucho tino, a la necesidad de un Pacto Político Social, cuando hizo las propuestas alrededor de las leyes de Partidos Políticos y del Régimen Electoral. Cobra sentido este audaz planteamiento: Crisis de confianza, crisis de legitimidad de los actores políticos, como consecuencia de la descomposición de las organizaciones que están llamadas a ser el puente entre el Estado y la ciudadanía.
Hay, si se quiere, una crisis política en ciernes. Corolario de la opacidad en el manejo del Estado, en la gestión de lo público. Esa ausencia de transparencia, ese modus operandi de lo mío, ha rupturado la medición de los límites y ha traído consigo todo un deterioro ético moral sin parangón a lo largo de la vida republicana. ¡Nos encontramos en el frente de todo un pánico moral!
La falta de medición de los límites nos ha llevado a la pérdida de la capacidad de asombro; ya nada nos ocasiona escozor, desazón, lo que permite el aumento a la tolerancia del comportamiento desviado. Ese incremento de la escasez de prurito genera en lo que hoy, sociológicamente nos encontramos, en una punzante anomia social institucional. Anomia institucional que brota no por la ausencia de instituciones sino por su no aplicación, por su inobservancia, que es el síntoma escuálido de la institucionalidad.
Nos hemos ido “acomodando” a lo anormal, a la desviación, a los delitos, a los déficits. La cultura de lo mal hecho, de la informalidad, de la chabacanería, se ha erigido en el rito sincrónico del modus vivendi de una gran parte de la elite política y de la elite empresarial. Son por decirlo: el paradigma de la pose. Hoy, ni cubren la forma y mucho menos el contenido. Lo esencial, lo nodal, no importa y nos rasgamos las vestiduras cuando otros, frente al cuadro de corrupción moral, de purulencia, de putrefacción, asumen posiciones.
En la medición de los límites de la democracia no asumen sus valores. No comprenden que la democracia es un proceso en constante construcción que se recrea en medio de la tolerancia y la diversidad y esto la hace fuerte. Porque sencillamente, la democracia cobra más cuerpo en medio de las argumentaciones y el debate de las ideas, en medio de una cultura dialógica. La complejidad nos invita a dimensionar los factores de una perspectiva holística, donde el fenómeno a estudiar ha de ser visualizado desde diferentes ondas poliédricas.
La polución, degradación, crea escenarios de pomposidad que anulan los límites de la medición y construye fachadas de realizaciones que no son ciertas. ¿Cómo es posible que un Ministro diga que en República Dominicana desde el 2014 se alfabetizaron 2,381,344 personas y escribió que la tasa de analfabetismo era de un 13% y bajo a un 3% en 3 años? Ni siquiera en la sociedad líquida y del espectáculo, de la postverdad, encuentra eco.
El gobierno en el mes de septiembre del 2012 inauguró el Plan de Alfabetización. El objetivo era que, para septiembre del 2014, la UNESCO declarara a Dominicana un país libre de analfabetismo. Una persona es analfabeta cuando tiene más de 15 años y no sabe leer ni escribir. Cuasi en la categoría de ciudadano. Si tenemos 10.4 millones de habitantes y 7 entran en esa categoría demográfica, 2,381,344 sería un 22% los alfabetizados y para el 2012, los analfabetos eran un 13%. El Plan de alfabetización es loable. Sus objetivos, no obstante, en estos 5 años, los alcances han sido muy pírricos, más allá de los costos, que han sido muy altos con respecto a los logros. Un patente paralogismo.
No es un azogamiento de parte de estos apologistas de la virtualidad. Es que han perdido la medición de los límites y en su cultura del acuario, terminan por creerse su mundo de alienación. ¿Cómo explicar que, en los últimos 11 años en la sociedad dominicana han sido asesinadas 2,259 mujeres desde el 2005 al 2016, lo que significa un promedio de 205 feminicidios anuales? De igual manera, ¿cómo entender, asimilar lo que han denominado el Conteo de la Muerte, que significa que una persona es pensionada cuando muere un pensionado, independientemente de que quien espera la pensión tenga 30 o 40 años en la Administración Pública? El 81% de los que tienen pensión por el IDSS recibe RD$5,117.00 y cobran RD$4,857.77 con los descuentos.
¡Una cruel paradoja que con 4 años que seas miembro de la Junta Central Electoral, del Tribunal Superior Electoral o del Congreso, te vas con más de RD$200,000.00 pesos de por vida! Lo de la Suprema y el Tribunal Constitucional constituye una monomanía: sueldo completo no importa el tiempo ni la edad que se tenga y, además, si muere, el cónyuge es protegido con el 85% de por vida siempre que no se vuelva a casar. Los que hacen las leyes, los que tienen que aplicarlas, tienen un tipo de protección súper especial, un Régimen de Seguridad Social fuera del universal, dejando un espacio a un privilegio descarnado e irritante y entra en la línea de lo ético, de lo moral, de la legitimidad. Es de nuevo la medición de los límites en esta democracia de papel, hueca de contenido, para los sectores de clase media, vulnerables y pobres. La santificación de esta democracia no encuentra la plegaria necesaria, regurgitando la oquedad del peso gravitante de la desviación social.
Más de tres cuartas partes de la población dominicana desconfía, recela de las instituciones de su ecosistema político. Los Partidos Políticos constituyen, hoy por hoy, el músculo más débil, visto por la ciudadanía del Pilar Institucional. ¡La sospecha es medular! Su realismo desbordó la medición de los límites, creando niveles graves de riesgos sociales y políticos. La interacción ya no es la misma.