La Junta Central Electoral tiene hoy grandes desafíos. El primer desafío es la desconfianza de la población, y esta desconfianza tiene la mirada puesta en su historia de fraudes legalizados desde su propio seno, más que desde algunas dudas sobre el proceso de primarias recién celebrado; la relación de dependencia respecto del poder político o la buena o mala imagen de sus autoridades. Nadie niega que la Junta ha tenido buenos jueces y también buenos fraudes. Ahí está el principal problema de la Junta.

El primer problema de la Junta es que no está frente a la sociedad de ayer, sino frente a la sociedad de hoy. Está ineludiblemente, aunque los propios miembros no perciban la sutileza política y social de los tiempos, frente a una sociedad que no es la misma que soportó amargamente en el pasado los despiadados fraudes electorales montados desde la propia institución encargada de dirigir un certamen electoral. Lo peor que puede ocurrir es que las propias autoridades no adviertan que esta sociedad, que tiene puesta y fija su mirada en el proceso electoral y, sobre todo, en la Junta, cuenta con posibilidades para exigir un proceso transparente y convocar movilización y voluntad que no tuvo en el pasado.

El mundo político ha cambiado en el país y las autoridades de la Junta Central Electoral deben estar conscientes de esa realidad. Sólo el hecho de que el partido en el poder se encuentre en una inevitable división tan terriblemente compleja como ineludible, debe llevar a la reflexión de que lo que se hacía antes en la Junta, con la Junta, desde la Junta, ya no es posible repetir, a no ser a un alto costo político, económico y social que nadie quiere que

ocurra. Ni los empresarios ni los pobres. Tampoco el mundo que tiene su mirada puesta sobre el país.

La sociedad dominicana está atravesando por un proceso de hartazgo y de cambios que no se detiene. Todos los estudios realizados, y la propia percepción ciudadana, nos ofrecen indicadores de que las fuerzas sociales y la voluntad popular nos conducen hacia gran cambio similar al ocurrido en el año 1978, cuando el hacendado Antonio Guzmán Fernández obtuvo el triunfo en aquellas elecciones en las que el Dr. Joaquín Balaguer no pudo retener el poder, a pesar de todos los esfuerzos realizados para lograrlo. Se impuso el tiempo del cambio y este fenómeno está ocurriendo hoy en el país nuevamente.

Las autoridades de la Junta Central Electoral deben reconocer el contexto en el que se celebrarán las próximas elecciones y asumir decisiones y conducta que les permitan ganar la confianza necesaria a nivel de la sociedad dominicana, como también del mundo que nos observa de cerca. Se hace necesario crear los mecanismos cívicos, no manipulados políticamente, como se acostumbra con mucho maquillaje y sutileza, para construir la suficiente credibilidad sobre la Junta frente a la población y el mundo, que permitan tener unas elecciones limpias. Hay hombres comprometidos con su Patria y lo suficientemente honorables, realmente, para acompañar a la Junta en esa difícil tarea. Estamos a tiempo todavía. Pero sin manipulación ni control sutil.