No hay mal que por bien no venga. Si una cosa deja clara la amenaza en este momento del imperialismo norteamericano sobre Venezuela, es que la lucha del pueblo y las naciones por la soberanía nacional sigue teniendo vigencia en la lucha política, teórica e ideológica.
Porque esta cuestión ha sido velada en los últimos años, a partir de las mismas políticas de los norteamericanos de cubrir sus intenciones mediante la práctica de cooptar para su causa a fuerzas y sectores que se han empeñado en difundir la idea de que los Estados Unidos han pasado a adoptar la defensa de la democracia, y hasta partidos, como el PLD, que creció en una fase de su desarrollo suscribiendo un discurso de liberación nacional, desde 1986 hizo cambios en su discurso que parecían sutiles cuando dejó de hablar del dominio de los interés norteamericanos en nuestro país, para hablar de “la presencia” de esos intereses.
La situación de Venezuela deja bien claro que el interés de dominio del imperialismo sigue siendo algo concreto y es una cuestión a resolver.
Este dominio, genera una conjunción de contradicciones y situaciones que, analizadas en concreto, con un buen instrumental teórico, podría concluir en líneas y un trabajo político que darían a la Izquierda la oportunidad de crecer.
En la República Dominicana, concurre una conjunción de realidades e intereses como los de las multinacionales, y su estrecha relación la concentración de la propiedad económica, el latifundio y ahora la extranjerización de la tierra; la destrucción de la plataforma productiva nacional, de los recursos naturales y el deterioro del medioambiente, que resultan de las políticas favorables a los intereses de los anteriores; el crecimiento de la pobreza que es consecuencia de las mismas; un nivel de corrupción e impunidad que superan lo imaginable; todo bajo el dominio político autárquico, concentrado en una fuerza política, el PLD, que ha convertido la república en una fachada, en un Régimen, en el que todo se supedita al presidente de la República.
Esta madeja de realidades da revolución en cualquier país donde exista una dirección revolucionaria capaz y audaz.
Aquí no hay de momento una correlación de fuerzas que nos permita en lo inmediato asumir esa perspectiva. Pero hay que proponérsela hacia el mediano plazo. Ahora, el desafío es lidiar con esta madeja de realidades, establecer en cada momento el aspecto principal de la contradicción a superar, adoptar la línea política correspondiente y las alianzas correspondientes; tácticas unas, estratégicas otras.
Hay que interpretar bien la realidad, y para esto se necesita un buen instrumental teórico. Para mí, ese instrumental teórico lo proporciona el leninismo, que ha probado objetividad en todos los procesos revolucionarios triunfantes desde la Revolución de 1917 hasta hoy.
Haciendo uso de la conclusión leninista según la cual “el marxismo es el análisis concreto de la situación concreta”, mi primer jefe político; Maximiliano Gómez (El Moreno), destacó hace más de 40 años, que, en República Dominicana, “los gobiernos de turno son la expresión concreta de la dominación imperialista”.
Este es, sin dudas, el aspecto principal de la contradicción que debemos resolver los del pueblo dominicano, para continuar un proceso de mayores y más amplios cambios políticos y sociales.
Es difícil avanzar, casi imposible, bajo el dominio político del actual partido de gobierno. Así las cosas, lo concreto es trabajar para desplazarlo del poder y crear una nueva ambientación política en el país, y seguir. Seguir.