Desde hace ya más de diez años se ha estado publicando sobre el tema de la inversión de valores que vienen sufriendo las sociedades en estos tiempos posmodernos y de crisis de la humanidad. Y sí, sí nos referimos efectivamente a los valores morales, los que tienen que ver con la moralidad social.
¨La moral está constituida por el conjunto de normas y valores que representan el modelo de conducta que debe ser seguido por los individuos en su vida social¨. De igual forma podemos definir la ¨moralidad como el conjunto de principios e ideales que ayudan al individuo a distinguir el bien del mal, a actuar de acuerdo con esta distinción y a sentirse orgulloso de la conducta virtuosa y culpable de la conducta que viola sus normas¨.
Los valores morales se establecen históricamente en una sociedad de acuerdo al devenir de sus relaciones sociales. Se inician, en la formación de los hijos en la familia, cuando se aprenden comportamientos que son señalados como los adecuados y como no adecuados, que son aprendidos como los que no se deben reproducir. Esto a partir de las figuras de autoridad que se presentan en el proceso cognoscitivo del individuo. La moralidad reviste de capital importancia en una sociedad, puesto que está relacionada con el respeto, el sentido común y el cumplimiento de las obligaciones, significa acatar las normas sociales, RESPETAR A LOS DEMÁS, obedecer a las autoridades, ACATAR LAS LEYES, y actuar de acuerdo a nuestros propios principios.
Los valores se han establecido históricamente en una sociedad y guían su devenir social de acuerdo a sus normas, pero en estos tiempos decimos que existe una significativa preocupación por la inversión de dichos valores morales que se habían establecido y aceptado para respetar las normas y las relaciones. De hace ya tiempo reconocemos una situación de crisis que afecta en todos los órdenes la sociedad.
Se plantea que la mencionada inversión de valores responde a mecanismos empleados por dinámicas de poder para extraer jugosos beneficios de un cambio en las reglas de juego establecido socialmente. Para ello se toman de modelo los postulados que expone el economista Thorstein Veblen que establecen que el motor principal de las acciones humanas, individuales y colectivas es el interés económico. El germen que hace posible este fenómeno es la dinámica de la corrupción, que entra como anillo al dedo en las ideas de Veblen antes citadas.
Y referido a la difícil situación en que se encuentra nuestra sociedad en estos momentos es que viene a cuento nuestra alusión a este desastroso estado de cosas. Inconductas institucionales de una gravedad espeluznante, que es el tema del establecimiento de la planta termoeléctrica Punta Catalina, el conflicto de choque de intereses por el dominio del poder político entre facciones de la organización política que gobierna, el desparpajo de la conducta ciudadana en todos y cualquier ámbito que se pueda pensar, como el tema del narcotráfico y su relación con la delincuencia y la inseguridad ciudadana, la falta de observancia y el abuso de poder y de confianza en el uso y ocupación del espacio público o la adjudicación fraudulenta de la propiedad privada. Nada escapa al galopante nivel de descreimiento, en que la población asiste impasible a una suerte de concurso, en que mientras peor se comporta, más lo premian y más feliz y orgulloso se siente, contrario a lo que de antes se entendía debía ser la moralidad más arriba citada.
Curiosamente estas conductas sociales han sido descritas desde el siglo XIX por el citado autor Veblen en su obra ¨Teoría de la clase ociosa¨. La crisis de humanidad ha provocado que la competencia y el ánimo de predominar sobre los demás se hayan convertido en un afán por sobresalir en términos de bienes mensurables, es decir, el consabido, soy por lo que tengo. Como el hecho de la ostentación de la pertenencia de vehículos lujosos, por ejemplo. ¨La cultura del dinero fácil, el enriquecimiento sin esfuerzo, del «tanto tienes tanto vales», el deseo enfermizo por poseer lo más caro, o la codicia sin límites son ejemplos sintomáticos de que las palabras de Veblen no han perdido su sentido¨.
Podríamos seguir considerando justificada nuestra respuesta irresponsablemente seducida que hace que nos dejemos llevar y cumplir con lo que la manipulación de estamentos de poder nos imponen de acuerdo al modelo de relaciones sociales descrito por Veblen. Pero siempre hay voces que claman por una vuelta de las clases de Moral y Cívica a las escuelas y colegios, u otras voces que claman por la lectura, obligada o no, de la Biblia, como si esto fuera a modificar el entorno social que nos ha sido impuesto, y que sigue produciendo grandes dividendos. Lo negativo de eso es que no queremos detenerlo, lo asumimos como un orden que así debe ser, no entendemos que somos completamente manipulados, y esto significa que será difícil salir de la crisis. Hasta que ella salga de nosotros.