De nuevo, significativos sectores de la vida política nacional encandilados por la ilusión y el voluntarismo no logran ver claramente que ante el proyecto de poder absoluto y por largo tiempo del actual grupo político hegemónico, la unidad sin prejuiciadas exclusiones constituye la única posibilidad de impedir ese designio y crear mejores condiciones para cambiar el rumbo del país.
Nunca, después de la dictadura trujillista en la historia política del país se había registrado una situación de tanta debilidad de la oposición frente al bloque de fuerzas que controla el poder del Estado. Nunca como ahora un grupo había amasado tanto poder en los ámbitos de la política y de la economía y dado el contexto de la época, nunca como ahora resulta más difícil enfrentar ese poder sin ideas ni proyectos colectivamente construidos.
En efecto, dado a nuestra insularidad tendemos a creernos muy alejados de lo que pasa en el mundo, de las tendencias principales que orientan las diversas formas de asociacionismos y de las prácticas políticas e individuales. Sin haber alcanzado el llamado desarrollo industrial, en nuestra sociedad se manifiestan muchos elementos de la sociedad post industrial: cambios radicales en la estructura familiar, reflejados en el peso de la mujer en proceso productivo y profesional que tiende a ser más importante que el de los hombres.
El cambio en la comunicación ha producido lo que algunos llaman el "nuevo sujeto digital", diferente al tradicional o “analógico”, la independencia del poder político frente al económico y la nueva realidad de las clases subalternas, las cuales tienen borrosos puntos de referencias ideológicos, con fuerte peso del cuentapropistas y sus aberrantes formas individualismo y explotación del trabajo femenino e infantil.
Hoy, los conflictos de clases, a diferencia del pasado se expresan de maneras espontáneas, espasmódicas, microconflictuales y locales y las referencias de partidos o líderes que de una u otra manera decían que las representaban han desaparecido. En ese contexto, es difícil repetir las viejas experiencias de expresión de los conflictos de clases, que no han desaparecido, pero sí ha desaparecido el modelo de sociedad donde su manifestaciones eran más claras y sin tantas expresiones de individualismo.
En tal sentido, resulta un desatino apostar a una quimérica agregación de actores sociales, aún inexistentes, desdeñando la potencialidad de algunos que sí existen y que tienen profundas raíces en la memoria colectiva y de lucha política de la sociedad dominicana. Además, en clara disputa por la hegemonía en la conducción del país, como lo es el sector mayoritario del PRD.
Es más fácil despacharlo con el simplismo de que son más de lo mismo que crear una propuesta lo suficientemente lúcida que lo envuelva en un abanico de fuerzas con capacidad de sacar esta sociedad de su peligroso estado fragmentación e inmovilismo y no insistir en la creación de nuevos agrupamientos tendencialmente sectarios.
No pretendo que se abandone el principio de la ética de la convicción o de los principios, sino que esta se conjugue inteligente y valientemente con la ética de la responsabilidad o de resultados tangibles, superando la ilusión de un voluntarismo que generalmente tiende a convertirse en sectarismo infecundo y disgregador.
El dato que arroja la época es que el individualismo, exacerbado por la incertidumbre de una nueva época de borrosos paradigmas, hace en extremo difícil la construcción de proyectos basados en la conciencia colectiva de cambio social, si a esto le agregamos las exclusiones antojadizas, el voluntarismo y los intentos de creación forzada de nuevos mesianismos sin ideas claras de lo que se quiere, la superación de esa dificultad se envía a la Calendas.
Cierto es que a pesar de todos los problemas generados por los profundos cambios de la producción capitalista, los conflictos de clases se mantienen y hasta se exacerban. Las rebeliones en las zonas degradadas de las ciudades, la proletarización de vastos sectores productivos en la esfera del trabajo intelectual y la inseguridad ciudadana constituyen caldo de cultivo para que se produzcan brotes de protestas incluso violentas.
Sin embargo para que de estas surja la posibilidad del cambio, resulta imprescindible la construcción colectiva de ideas y de alianzas para transitar un camino de cambio hasta ahora inédito el cual, necesariamente, habrá de construirse de manera plural.
Sin voluntarismo ni sectarismo estériles.