“Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los poderosos de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”  (Lucas 1:46-55).

La navidad sigue siendo la fiesta en donde Dios se alía a los humildes, para torcer la pirámide social de la exclusión y discriminación que construyeron los poderosos contra  las mayorías. No hay forma de hacer una interpretación de los textos sagrados para decir otras cosas.

La navidad trae consigo algunos elementos que no podemos ocultar detrás del bullicio, las borracheras, el despilfarro y los gastos innecesarios con que la disfrazan para los ricos aparentar ue fueron invitados. No, a la fiesta del nacimiento del enmanuel (Dios con nosotros), quienes detentan poder, fortunas que empobrecen a los demás hombres no fueron convocados. Fueron excluidos de la lista, porque el Dios de ese Jesús que nace despojado de toda grandeza, no es neutral. Toma partido por los masacrados de todas las especies.

Esos pobres que tienen el perfil de Jesús, es fácil de distinguirlos, sin necesidad de hacer esos estudios socioeconómicos complejos llenos de variables y parámetros para consolar nuestra conciencia como sociedad fracasada. Esos medios hombres, como algunos llaman, tienen «privación económica,  son los mendigos, los ciegos, los sordos, los mudos, los cojos, los tullidos y los leprosos, las viudas y los huérfanos: las mujeres y niños, los jornaleros no cualificados que solían estar sin trabajo, los campesinos que trabajaban en las granjas, y los esclavos, los  que tenían  una profesión pecaminosa o impura:  las  prostitutas, los recaudadores de impuestos (publicanos), los ladrones, los pastores, los usureros y los jugadores;…el mundo de los «pisoteados», los «perseguidos» y los «cautivos», los oprimidos, los marginados o los desheredados de la tierra: la gente que no cuenta para nada. (Lc 4, 18; Mt 5, 1)… Los sordos, los mudos, los ciegos, los cojos, los pobres, los de corazón desgarrado, los cautivos y los pisoteados son, sencillamente, diferentes formas de referirse a los pobres y oprimidos…” (Albert Nolan, Jesús Antes del Cristianismo, ¿Quién es este Hombre?).

En la navidad de Jesús, su pueblo era pisoteado por una potencia que decidía el destino como nación. Sin embargo, los lacayos de siempre (herodianos, ricos, saduceos, ancianos y la iglesia de entonces que también ponia su carga espiritual de un Dios  que le ayudaba  a mantener el status quo), eran parte de la tribu de Ali Baba. Ellos tampoco fueron convocados a su nacimiento.

No fueron invitados los esenios y apocalípticos, seducidos por la ola de vivir esperando a un Jesús sin  carne ni huesos, y un cambio que viniera de la figura de un rey, y no de un niño nacido en un pesebre lleno de hierba, mierda y orina, y el amor incondicional de un padre y una madre campesina que no encontraron posada.

Fueron invitados los pastores, y los magos que siguieron el camino trazado por las estrellas, dentro de un pueblo que no tenia señal clara de un cambio.