Yo hago este ejercicio de escribir, por pura introspección y análisis propio. Me sitúo en el papel de lo que a estas altura no entiende nadie, como alguien puede seguir siendo superior por su color de pie, y estatus social. Frente a mis ojos, algo incomprendido, pero real. Para los latinos aun existe un halo de inconformidad con lo que hacemos, sea una bufanda bordada, un suvenir o un sombrero de playa. En resumen muchos pensamos que lo que venga de otros países, es más valioso que lo que es hecho por nosotros mismos. ¡Ahí es que esta el real problema!
No tenemos que ir más lejos, regateamos una miel que compramos en el campo, pero no nos quejamos de la miel que compramos en el Súper, que viene con sellos de una asegurada mejor calidad y mejor empaque. ¿Quién ha dicho? Quien ha dicho porque algo brinque el Atlántico es mejor que lo criollo. Solo porque cumple con ciertas regulaciones internacionales. Si aquí entonces cumplimos con nuestras regulaciones locales, que no tienen que ser peores que las extranjeras, tal vez diferentes pero no peores.
La hegemonía blanca, a mi parecer viene dada por un trabajo de siglos, arraigado en los aspectos culturales muy metidos en la sangre de los dominicanos. Y a la par de esto la publicidad y promoción de lo americano o europeo como superior. No los pintan en todo, en el baseball, en el basket, en la política, en la música, en la moda, en el arte, en la vida. Siempre se pone a lo extranjero como algo del otro mundo. Podemos mandar un blanco y un negro a la luna, y de igual forma vendrían con algunos complejos, tal vez porque el ser humano, juzga lo blanco por encima de lo negro y viceversa.
Pero en el fondo si abres el cerebro de un blanco y el de un negro, tal vez no encuentres tal diferencia. Pues bien, este asunto lo llevamos en las venas, y nadie nos quita de encima que lo gringo o lo europeo tiene sus ventajas.
Llevar por lo alto lo dominicano, y trabajar por ello. Es cierto que hay muchos países que nos llevan centenares y miles de años en trabajo y desarrollo. Sin embargo nadie ha dicho que no podamos empezar a darnos ese mismo valor que ellos sienten hoy
Recuerdo, dando ejemplo de todo lo contrario, que un viaje reciente a Estados Unidos, donde no encontraba buen café por parte, si no fue hasta que llegue a casa de mi cuñada que tenía un café colombiano que era lo más parecido a mi café Santo Domingo que había por ahí. Corrobore por décima octava vez, que es cierto que en los EE UU hay muchos avances tecnológicos y regulaciones que de calidad, sin embargo olvidamos que cada tierra tiene sus privilegios y la nuestra también los tiene.
No sé si han probado el café de Gente de Isla, un grupo de emprendedores dominicanos que ha levantado el orgullo del café dominicano en los supermercados y los cafés de la ciudad. Este café no tiene nada que envidarle a ningún café en el mundo, y fue hecho bajo los estándares de calidad que se pregonan en otras partes, sin mucha bulla estos chicos han puesto en los súper, un producto de altísima calidad pero más que todo representa la dominicanidad con notas mayores.
Como estos ejemplos puedo un contar un puñado, pero perdería el sentido de este artículo.
Mi intención es colocar en la mente de ustedes, ¿por qué justificamos lo extranjero con mejor calidad que lo nuestro?, ¿realmente lo tiene? No que creo que en todos los casos. La hegemonía blanca, no solo se nota en la parte comercial, traspasa el tema cultural por pipá, por ejemplo en los libros de escritores dominicanos, el tema es tan delicado que no se toca, recuerdo a Junot Diaz que ha tratado el tema en conferencias y escritos que defiende a rajatablas, así como Josefina Báez, en sus peformances y novelas, hablan con una manejo muy profundo sobre el tema.
Y es que en realidad, los dominicanos aun no sabemos que es la alta dominicanidad, lo mencionaba en un artículo anterior que escribí: Inspirarnos en lo global para valorar lo local, no existe mayor forma de ser universal que en lo verdaderamente local. Para esto aplique usted, la literatura, la pintura, la fotografía, el cine o el deporte, la producción de productos locales, su fabricación, en fin lo que usted quiera. No existiría algo mejor o peor, si no creáramos estereotipos o referencias de lo que es excelente y de lo que no. Todo está en la mente, que ha sido atacada por un fuerte pensamiento de algunas sociedades que deben ser por obligación superiores a las otras, un solo pensamiento que no ha hecho más que atrasarnos como humanidad. ¿Quién ha dicho que una película argentina de humor deberá parecerse a una película gringa? Nadie piensa en algo así en este momento, porque el cine argentino a costa de trabajo se ha posicionado como uno de los mejores. ¿Entonces? ¿Qué es lo que queda? Posicionar todo lo demás, el café, la pulsa de madera acabada, el ámbar en un anillo llevado en grandes pasarelas, las películas dramáticas dominicanas, que cada vez son mejores, el cacao orgánico, los museos dominicanos y miles de vainas más.
Llevar por lo alto lo dominicano, y trabajar por ello. Es cierto que hay muchos países que nos llevan centenares y miles de años en trabajo y desarrollo. Sin embargo nadie ha dicho que no podamos empezar a darnos ese mismo valor que ellos sienten hoy. ¿Y cómo hacemos eso? Valorando lo local, creando nuevos sistemas de producción local, pensando en innovar, en mejorar los sistemas de servicio, en crear marcas que no sean una copia a la perfección de lo que hacen otras compañías internacionales. Pues una cosa es apropiación creativa y otra cosa es copiar, bien lo demostró Gabriel García Márquez, que leyendo libros de William Faulkner, se inspiró en la obra más grande de la literatura hispanoamericana, “Cien años de soledad”. No es que desechemos lo extranjero es que sepamos aprender y trabajar lo nuestro. A verlo con los mismo ojos brillosos y entusiastas que miramos cualquier otro producto cuando viene con un sello diferente.
Me indigne muchísimo cuando leí en el libro Conversación en Princeston de Ruben Gallo, como este periodista le preguntaba a Mario Vargas Llosa, por qué había hecho una novela sobre un pequeño país marginado del Caribe, cuando se refería a La Fiesta del Chivo. Palabras inolvidables de una persona que tal vez no conoce las intimidades de este pueblo y de por qué no podemos avanzar como queramos y demás está decir que tampoco conocía el talento que surge del vientre de este país.
Creo que en la dominicanidad se esconde y se nota un tesoro que solo es cuestión de desempolvar y adaptar a la esencia lo que realmente somos dominicanos.
¡Mucho que crecer! ¡Ya nos toca!